Crítica: Kriminal (1966)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Italia – España, 1966: Glenn Saxson (Kriminal), Helga Liné (Inge / Trude), Andrea Bosic (inspector Milton), Ivano Staccioli (Alex Lafont), Esmeralda Ruspoli (Lady Gold), Dante Posani (Frank)

Director: Umberto Lenzi, Guión: Umberto Lenzi, basados en el comic creado por Magnus y Max Bunker

Trama: Kriminal es un peligroso delincuente que se encuentra a punto de ser colgado de la horca en Londres. Pero el inspector Milton ha arreglado su fuga con tal de seguirlo y descubrir en dónde escondió la corona de Inglaterra – botín de su último robo -. Pero Kriminal evade a la policía y decide seguir su camino, esta vez involucrándose en el robo de un cargamento de diamantes que transporta un mensajero internacional. Pero Kriminal descubre que todo resulta ser una trampa para engañar a las compañías de seguro. Decidido a ir por los diamantes reales, el malhechor se involucra con los responsables de la estafa, destapando una red de dobles y triples traiciones que pondrán en riesgo su vida.

Kriminal (1966) Kriminal es una creación de Magnus y Max Bunker, los mismos responsables de Satanik. En realidad Kriminal es una derivación de Diabolik, el fumetto italiano que había captado la atención del público en 1962, y a su vez todos son hijos del legendario Fantomas, que data de principios del siglo XX. Léase, genio criminal enmascarado, amoral y seductor, que cometía robos espectaculares y era perseguido incansablemente por las fuerzas policiales. Mientras Fantomas era deliciosamente perverso y Diabolik era una especie de Robin Hood moderno, Kriminal era mucho más amoral – en vez de enfocarse en el inspector / policía de turno, la historia se centraba en el criminal y en su galería de desmanes y asesinatos – . El personaje tendría está adaptación oficial en 1966 (a tan sólo dos años de su aparición), seguida por una secuela en 1968, y por una parva de secuelas ilegales de origen turco, las cuales comentamos en su oportunidad durante la review de Kiling en Estambul (1967).

Pero esta adaptación italo – española tiene todas las características de superproducción continental, con casting multitudinario y una variedad espectacular de escenarios internacionales. Súmese a eso el haber sido rodada en glorioso technicolor y tendrá todos los ingredientes para una aventura internacional que podría haber sido memorable. El tema está en que el guión no acompaña los kilates de semejante producción.

El problema está en que no hay ningún personaje en toda la historia que termine por resultar atractivo a la audiencia. El inspector de policía es algo inoperante, apenas tiene tiempo en escena y aparece cuando se precisa un deux ex machina en la historia. Si las fuerzas del bien no resultan atractivas (al estilo de Fantomas), al menos el villano debería ser apasionante… cosa que no ocurre. Más allá de si el holandés Glenn Saxson es un actor mediocre o no, el problema pasa por el guión más que por el intérprete. Es difícil que la audiencia victoree los logros del personaje principal, especialmente si mata a sangre fría a policías o si le rocía ácido a la cara de un maleante. Es un asesino amoral y despiadado, que lo que tiene a mano y abusa de quien sea para lograr sus objetivos. El tema es que resulta imposible ponerse del lado de alguien así. Aún los asesinos (y el resto de los criminales) cinematográficos tienen ciertos códigos de conducta que les dan carnadura y los hacen fascinantes. Esto se aplica desde la familia Corleone de El Padrino hasta Danny Ocean de La Gran Estafa. Imaginen a George Clooney asaltando un casino en Las Vegas y asesinando a todos los guardias de seguridad (algo que caería como un balde de agua fría en la platea). Lo mismo pasa cuando Saxson intenta matar a su ex con una bomba, o ahorca a un guardia de seguridad.

El otro problema es que, a medida que se acerca el final, el libreto empieza a disparar coincidencias y deux ex machina a lo pavo. En los últimos 10 minutos la situación ya se torna molesta, especialmente cuando el criminal se topa con la única persona tomando sol en pleno desierto turco, la que resulta ser una sensual agente de policía enviada por el inspector Milton. Eso ya es el colmo de los colmos.

Lo que resulta interesante de analizar es el giro que la literatura y los comics europeos estaban haciendo durante la década del 60. Mientras que los americanos emprendían una nueva era en los comics – la edad plateada -, reinventando sus superhéroes para enfrentar a amenazas extraordinarias que representaban alegóricamente el peligro del comunismo y de la guerra atómica, los europeos se sumían en una etapa de cinismo casi sin límites, glorificando a los villanos y convirtiéndolos en anti héroes. Es posible que esta tendencia se deba a que el grueso del continente se había transformado en la frontera de hecho entre soviéticos y americanos (representados por la OTAN) y, como queso del sandwich en el cual quedaban inmersos, no se veían muchas chances de sobrevivir indemnes (los primeros en caer, en caso de conflicto armado, serían ellos). Esto redundaría en una visión claramente pesimista de que el mal había triunfado en el mundo. Pero otra explicación posible es que la literatura y las historietas vendrían a representar una forma de catarsis a raíz de su historia reciente. Piensen que la mayoría de los villanos aparecidos en esa época provienen de Italia, en donde había surgido el fascismo 40 años antes (curiosamente pasaría algo similar en Alemania, en donde Fritz Lang resucitaría a su mega villano el doctor Mabuse en aquellos años). Para los italianos resultaba coherente que el mal pudiera hacerse con el poder, y de que el mal pudiera fascinar a la gente. Pero, sobre todo, el mal vendría a estar representado por estos anarquistas individuales – Diabolik, Fantomas, Kriminal – que atentaban contra el orden establecido, el cual tenía cierto tufillo a modelo americano impuesto en el continente durante la post guerra. Ciertamente hay muchas interpretaciones posibles – que los criminales sean fantasmas fascistas del pasado con un aire neo romántico compartido por sus autores – pero todas se resumen en una conclusión obvia sobre el fenómeno: cinismo. Los europeos no creen en héroes (al menos, no en el sentido americano de la palabra); cuando las pasaron feas, nadie vino a rescatarlos y todo el dolor de la guerra lo sufrieron en carne propia y en primerísimo plano.

Volviendo al filme, Kriminal es pasable. Como catálogo turístico es excepcional, como thriller es más o menos. El argumento confunde excentricidad con pasarse de rosca, y mete demasiadas intrigas poco creíbles en la trama, para lo cual no ayuda la galería de personajes amorales que lo ilustra. Oh sí, el villano se pasea en calzas con forma de esqueleto y seduce a pulposas mujeres en estrechos bikinis – tal como las revistas -, pero eso no alcanza para ser deslumbrante. Le faltaba más ingenio, algunos códigos de ética propios para el villano y un actor principal más carismático.

KRIMINAL / KILING / KLINIK

La saga de Kriminal se compone de: Kriminal (1966) y Los Cuatro Budas de Kriminal (1968). La cinematografía turca se despacharía con copias no autorizadas del personaje, como Kiling en Estambul (1967)