Crítica: El Reino de las Arañas (Kingdom of the Spiders) (1977)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1977: William Shatner (Dr. Robert ‘Rack’ Hansen), Tiffany Bolling (Diane Ashley), Woody Strode (Walter Colby), Lieux Dressler (Emma Washburn), David McLean (Sheriff Gene Smith)

Director: John ‘Bud’ Cardos, Guión: Alan Caillou & Richard Robinson

Trama: Rack Hansen es veterinario en la comunidad rural de Camp Verde, Arizona. Ultimamente Hansen está recibiendo reportes de ganado muerto en extrañas circunstancias, por lo cual decide tomar muestras de los animales muertos y las envía a analizar a la gran ciudad. Pero su reporte genera alarma y la aracnóloga Dian Ashley se presenta en el lugar, informándole a Hansen que las muertes han sido producidas por picaduras masivas de una nueva especie de arañas venenosas. La noticia asusta al alcalde del pueblo, quien decide acallar los rumores y emprender una fumigación generalizada antes que tenga lugar la feria ganadera local – el acontecimiento turístico más importante del año -. Pero la fumigación sólo ha enfurecido a las arañas, las cuales han aparecido por miles y han infestado las calles de Camp Verde. Ahora Hansen y un puñado de supervivientes se han refugiado en la hosteria del pueblo, siendo asediados por oleadas interminables de arañas… y sumiéndolos en una noche tan aterradora como carente de esperanza.

Kingdom of the Spiders Tomemos el caso de El Reino de las Arañas (retitulada Tarántula en el mundo latino, lo cual la lleva a confusión con el clásico cincuentero de Jack Arnold): un filme sobre el cual uno tiene esperanza cero, protagonizado por el maderoso (pero siempre simpático) William Shatner, distribuido por un ex socio de Roger Corman y que cuenta con un productor que tiene el maravilloso nombre de James Bond Johnson. ¿Qué más se puede pedir?. Increíblemente la película logra revertir las expectativas y termina convirtiéndose en una película trash más que disfrutable, teniendo un puñado de escenas más que inspiradas gracias al buen oficio de otro artesano surgido de la factoría Corman, el ex stuntman devenido director John “Bud” Cardos.

Sin dudas las intenciones eran chupar algunos dólares del masivo mercado descubierto por Tiburón y todos sus clones – el género conocido como Venganza de la Naturaleza, en donde el bicho de turno (sea un animal salvaje o una mutación) se lanza a un raid de destrucción y muerte contra los desprevenidos seres humanos -. El patrón es similar – algunos primeros indicios de que algo sale mal; un alcalde que tiene una fiesta local y quiere acallar los rumores para no espantar el turismo; la aparición del especialista de turno que vomita las explicaciones científicas del caso, etc, etc -, con el agregado de que el filme no se contenta sólo con clonar contenidos de Jaws sino que sale a chorear buena parte de las ideas del clásico Los Pájaros. Acá tenemos millones de arañas sembrando el terror en un pueblito, y terminando por sitiar a los protagonistas en un hotel, en donde la superviviencia parece haber quedado limitada a una cuestión de horas.

La primera mitad es rutinaria y previsible. Shatner hace de veterinario chupandín y misógino, el cual cuida de su sobrina y de la viuda de su hermano (interpretada por la que fuera la mujer de Shatner en aquel momento). El tipo encuentra una vaca muerta, manda analizar la sangre, y al otro día le mandan una científica (Tiffany Bolling, la cual se da maña para actuar peor que el mismo Shatner), a la cual empieza a menospreciar en un brote típico de machismo. La chica se mata explicándole lo que está ocurriendo, y Shatner insiste en mostrarle en privado como funciona su phaser. En el medio estos dos se la pasan yendo y viniendo del pueblo a la granja de Woody Stroode, en la cual han aparecido los bichos por toneladas. Toda esta gente se pasea como si nada en medio de millones de tarántulas, y eso que la científica ya les había alertado que eran temiblemente venenosas. Curiosamente dicha idea les entra en la cabeza en el final, cuando todos corren y gritan… y la cantidad de arañas sigue siendo la misma.

Es en ese momento en que uno da por descontado que va a ser otro bodrio típico de los que rodaba Shatner en aquella época. Justo cuando las expectativas decaen, es donde entra en acción Bud Cardos, dirigiendo con alto estilo las secuencias de los ataques. Cardos manda una cámara movil al ras del piso – llamémosle una tarántula view – y logra que las arañas actúen. Van más rápido, persiguen a la gente, la espera detrás de las esquinas… Curiosamente algo tan básico y desnatado – a final de cuentas, éstas son tarantulas (no viudas negras o arañas de veneno realmente letal) cuyo mayor daño puede ser una mordida o un poco de urticaria – se vuelve efectivo, siempre que uno se vuelva cómplice. Una de las razones por las cuales los ataques de las tarantulas son efectivos, es que el repudio de los actores es real. Shatner se lo ve en un par de momentos a borde del ataque de nervios, lo cual da pie a algunas secuencias deliciosamente ridículas – como cuando corre a la parte trasera del hotel, esquivando pisar (como puede) a las tarántulas, o cuando tiene que sacarse toneladas de bichos de su costoso tupé -; por otra parte, los actores se ensañan con los pobres arácnidos hasta el punto de masacrarlos de la peor manera posible. Acá no hablamos de arañas de goma o CGI, sino de bichos reales explotando como si fueran bombitas de agua de carnaval bajo el peso del pie de los protagonistas o pereciendo aplastadas por las ruedas de los autos. Es una película que hoy sería imposible de rodar en las mismas condiciones, gracias a los molestos interventores de la Asociación de Defensa de los Animales, quienes pondrían a un tipo en el set y monitorearían todo para que no se le toque ni un pelo a alguno de los bichos.

La segunda mitad está muy bien filmada; desde el accidente del avión fumigador hasta el asedio en el hotel. Otro de los aciertos es que los protagonistas tienen dos dedos de frente y razonan cosas lógicas – como sacarse de encima los bichos con los trapos, o intentar la huida cuando las cosas se ponen espesas -. Quizás el final es algo abrupto y anticlimático, pero al menos es pesimista y eso me gusta. Siempre los finales oscuros son los que mejor redondean a las buenas películas del cine fantástico.

El Reino de las Arañas es un muy buen film. Está rodado con nervio, y la trama es pasable, aún cuando no sea original. Sin dudas es un pastiche, pero al menos es uno que resulta recomendable.