Crítica: Kiling en Estambul (1967)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Turquía, 1967: Irfan Atasoy (Orhan / Shazam), Pervin Par (Gül), Yildirim Gencer (Kilink / Kiling), Suzan Avci (amante de Killing), Mine Soley (secretaria del profesor), Muzaffer Tema (profesor Cemil)

Director: Yilmaz Atadeniz, Guión: Cetin Inanc

Trama: Kiling, el rey de los criminales, es revivido de la muerte por parte de sus secuaces y ahora se apresta a dar su próximo golpe: robar la fórmula secreta del profesor Houloussi para poder dominar el mundo. Pero el profesor se resiste y es asesinado. El hijo del profesor, Orhan, jura no detenerse hasta vengar la muerte de su padre y detener a Killing; pero un ser sobrenatural se presenta en la tumba de Houloussi y le otorga a Orhan superpoderes – lo cuales puede invocar mediante la palabra mágica Shazam -. Ahora Shazam se lanza tras el rastro del super criminal mientras que Kiling ha descubierto que los papeles robados sólo contienen información parcial acerca de la fórmula. Y Orhan / Shazam debe impedir que los planes de Kiling tengan éxito antes de que secuestre al resto de los miembros del equipo de investigación de Houloussi y les obliga a revelar los datos faltantes.

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De entre todos los villanos surgidos en la literatura, uno de los más interesantes es Fantomas, creado en 1911 por Marcel Allain y Pierre Souvestre. Tal como el Fu Manchú de Sax Rohmer (que data de 1913), representan la transición entre los villanos góticos clásicos y el surgimiento de los cerebros criminales modernos. Uno de los aspectos más atrayentes acerca de Fantomas era su vida completamente dedicada al crimen, su identidad oculta tras una máscara que llevaba puesta siempre, y el uso de múltiples identidades falsas – mediante protesis y maquillaje – que le permitían suplantar a individuos para conseguir sus propósitos. Si bien Fantomas tuvo numerosas adaptaciones tanto en el cine como en el comic, una idea similar cuajaría en 1962 en Italia de la mano de las hermanas Angela y Lucianna Giussani, quienes crearían a Diabolik. La particularidad de Diabolik era que revestía las mismas características de un superhéroe (al estilo de Batman) pero volcado al lado oscuro: traje enterizo, inteligencia superior, guarida secreta, fabulosos gadgets. Y lo que incorporarían las hermanas Giussani sería un clima de erotismo sugerido pero latente en cada una de sus viñetas, amén de un perfil más amoral del protagonista.

De algún modo (bastante comprensible) la idea de ver a un tipo semidesnudo en calzas rodeado de chicas ligeras de ropas comenzó a prender fuerte en la mente calenturienta de los europeos. Diabolik se transformó en un suceso, y pronto comenzaron a surgir toda una andanada de personajes similares en trajes de spandex y con nombres terminados en K. En 1964 Max Bunker lanzaría en Italia el comic Kriminal, que era un clon de Diabolik pero una carga mucho mayor de violencia y erotismo, y dirigido especialmente a los adolescentes cachondos. Allí es donde el traje de spandex con el dibujo del esqueleto aparecería por primera vez.

Kriminal logró obtener su propio éxito, siendo incluso adaptada al cine en dos ocasiones a finales de los años 60. Pero uno de los subproductos más conocidos acerca de este personaje es una versión en fotonovela – autorizada o no por Max Bunker, es imposible obtener el dato – que surgiría en Italia en 1965 y que se llamó Kiling (o Killing, o Sadistik… el nombre varía en cada país en donde se editaba la revista). Publicada por Ponzoni, las aventuras de Kiling durarían hasta 1969; y dichas ediciones se imprimirían traducidas aquí en Argentina. La particularidad es que, cuando Kiling dejó de publicarse en Italia, la versión argentina seguiría – con actores locales y argumentos propios – por unos cuantos años antes de perecer a finales de los años setenta.

Pero salvando la estética del personaje, hacía tiempo que Kiling había dejado de ser un clon de Kriminal y había comenzado un rumbo propio. Es que, en realidad, Kiling se había convertido en un producto softcore y misógino, razón por la cual el público adulto compraba a mansalva sus ediciones. La fotonovela era una especie de fantasía sadomasoquista soft – hombre en traje de spandex atando y violentando a mujeres prácticamente desnudas – que había logrado esquivar a la valla de la censura de aquella época. Las imágenes provocativas de las tiras de Killing, aún vistas hoy en día en donde la pornografía se ha vuelto algo corriente, no han perdido un ápice de su carga erótica.

Aún cuando el personaje fuera muy popular, no hubo adaptaciones cinematográficas oficiales de Killing. Pero en Turquía – en donde a nadie le importa los derechos de autor – se rodarían una decena de filmes sobre el personaje (la mayoría de los cuales se han perdido). La cinematografía turca (o Estambollywood) es una industria prolífica y bizarra, desconocida para la mayor parte del mundo, y que ha generado clones de éxitos del cine, la literatura y el cómic durante décadas, e incluso han hecho lisérgicas ensaladas de personajes completamente disímiles – como el caso que ahora nos ocupa -. Lo particular del cine turco exploitation es que ellos no imitan u homenajean: lo roban directamente. Para poner algunos ejemplos, hay un Tarzán turco, un Superman turco que intercala escenas del Superman de Richard Donner; y una Star Wars turca, que roba secuencias enteras de FX de La Guerra de las Galaxias de George Lucas.

El filme que aquí reseñamos – Killing en Estambul – no es estrictamente una película, sino da la impresión de ser el capítulo de un serial. El principio parece ser la continuación de alguna entrega previa – Killing (rebautizado aquí como Kilink) ha debido caer en una trampa, por lo cual se simula su muerte y es resucitado -; e incluso en este filme no hay un climax conclusivo (solo faltan los títulos de “continuará”). Pero como aproximación a lo que es la cinematografía exploitation turca, es una experiencia fascinante. Como son filmes claramente ilegales – no han pagado derechos de autor sobre los personajes; chorean bandas sonoras de películas más conocidas (aquí, por ejemplo, afanan todos los temas de Solo Se Vive Dos Veces de John Barry) -, a nadie le ha interesado mantener en buen estado estas copias y lo que hoy subsiste está en condiciones lamentables – fotogramas rayados, saltos de continuidad, escenas perdidas -. Pero aún así, es un producto sumamente entretenido: no sólo tiene un ritmo imparable sino que es una de las muestras más gloriosas de descerebre que he visto. En sí, respeta con asombrosa fidelidad las premisas de la fotonovela – Kiling es un criminal despiadado, siempre tiene el traje de calavera puesto, se rodea de pulposas mujeres semidesnudas a la cuales golpea y viola la mayor parte del tiempo -. Aquí hay un argumento típico de cerebro criminal tras una fórmula secreta que le servirá para dominar al mundo. ¿Qué hace la fórmula?. A nadie le interesa y al filme tampoco le calienta explicarlo. Pero donde las cosas se disparan a niveles lisérgicos es cuando el hijo del asesinado profesor recibe superpoderes para convertirse en el clon turco de Shazam (o el Capitán Marvel, un comic creado en 1939 por Bill Parker y C. C. Beck, que tuviera sus propias adaptaciones en seriales y dibujos animados), y se lanza a combatir a Killing. La sorpresa es que semejante combinación bizarra funciona realmente muy bien.

En sí Kiling en Estambul no es más que un serial de los cuarenta filmado -eso sí – con más mujeres en bikini. Las peleas son inusualmente violentas – no hay stunts, y da la impresión de que los actores se están dando con todo -, las chicas se desnudan seguido (aunque no tanto como la audiencia masculina quisiera), hay trampas mortales y máquinas de tortura como para que las protagonistas puedan exhibir toda la carne en el asador, hay balaceras y gadgets truculentos. El presupuesto en sí es una lágrima – todos manejan unos Opel sesentosos a los que les falta chapa y pintura -, pero tiene una dirección muy ágil. El director Yilmaz Atadeniz es notablemente bueno a la hora de armar el circo, ya que resulta imposible no aburrirse (de hecho sería uno de los directores y productores más prolíficos de Turquía, cuya filmografía va desde 1960 hasta el 2002). Es una lástima que la mayoría de los capítulos de Kilink se hayan perdido, y que no se le haya podido dar mayor difusión por el tema de los derechos de autor; porque ver Killing en Estambul es uno de esos placeres culpables que retrotraen a la infancia (y adolescencia) de más de uno, en donde productos como éste tenían el velo de lo prohibido – sólo para adultos -, y cuya calidad final y real redunda en un entretenimiento pulp realmente sólido y colorido.

KRIMINAL / KILING / KLINIK

La saga de Kriminal se compone de: Kriminal (1966) y Los Cuatro Budas de Kriminal (1968). La cinematografía turca se despacharía con copias no autorizadas del personaje, como Kiling en Estambul (1967)