Crítica: Killer Joe (2011)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 2012: Matthew McConaughey (“Killer” Joe Cooper), Emile Hirsch (Chris Smith), Juno Temple (Dottie Smith), Thomas Haden Church (Ansel Smith), Gina Gershon (Sharla Smith)

Director: William Friedkin, Guión: Tracy Letts, basado en su propia obra de teatro

Trama: Chris Smith es un inepto narcotraficante callejero. Ahora su madre le ha tirado a la basura la mercancía que tenía para vender y, por ello, se encuentra en deuda con su dealer. Chris debe juntar 6.000 dólares en tres dias – caso contrario, será ejecutado -, razón por la cual decide que la única opción posible es asesinar a su madre y cobrar el seguro de ésta. Pero la póliza está a nombre de su hermana Dottie – una quinceañera amoral y algo retardada -, la cual vive con su padre Ansel y su madrastra Sharla. Conociendo el odio que tienen por su madre, Chris convence a Ansel, Sharla y Dottie de ejecutar el plan y, una vez cobrado el seguro, repartirse los dividendos entre los cuatro. El problema es que ninguno de ellos posee el coraje para matarla, razón por la cual deciden acudir a los servicios de “Killer” Joe Cooper – un policía corrupto que, en sus ratos libres, opera como sicario a sueldo -. Pero Joe quiere 25.000 dólares de adelanto, una suma imposible de obtener; y, ante la imposibilidad de recaudar ese dinero, el asesino decide quedarse con la quinceañera Dottie en concepto de seña hasta que aparezcan los billetes. Esto comenzará a generar un inesperado clima de tensión entre Chris y Killer Joe, lo cual desembocará en un climax de impensadas consecuencias.

Killer Joe Gloriosamente amoral y salvaje. Es la única manera de describir a Killer Joe. En más de un sentido el libreto plasma a la perfección la turbulenta personalidad de su director, William Friedkin, un tipo que se ha llevado a las piñas con medio mundo en Hollywood y que – después de Contacto en Francia, El Exorcista y Cruising – no ha podido plasmar algo ni remotamente parecido a lo que fuera su memorable momento de gloria a principios de los 70. He aquí un regreso triunfal y por la puerta grande.

Desde ya que Killer Joe no es para cualquiera. La primera escena del filme lo define todo, cuando el narcotraficante Emile Hirsch llega a la casa de su padre y lo atiende su madrastra Gina Gershon totalmente desnuda. Pronto nos damos cuenta de varias cosas: que a toda esta gente le falta una horneada, y que son capaces de pensar las cosas más estúpidas del universo; que el que no es borracho, es adicto; y que ninguno de ellos posee algún tipo de limite moral. Cuando Hirsch les comenta que quiere asesinar a su madre para cobrar el seguro, todos están de acuerdo. Incluso su quinceañera hermana Juno Temple, a la cual parecen habérsele caído varios caramelos del frasco.

En ese contexto llega Killer Joe (Matthew McConaughey), policía de día y asesino a sueldo de noche. El tipo sabe que los Smiths son un calambre en los testículos, pero ha quedado prendado de la tontita Dottie. No es que sea una belleza o el sumum de la sensualidad, sino que es virgen e inexperiente. Como arcilla fresca en las manos del alfarero, Killer Joe puede moldearla a su antojo… aunque por ello termine bajando la guardia más que de costumbre.

Como dicen los yanquis, Killer Joe es un filme que no toma rehenes: o uno abraza su premisa salvaje o se aleja con actitud de repudio total. Aquí hay sangrientas golpizas en primerísimo plano, incesto, sexo bizarro, y un clima que desborda amoralidad por los cuatro costados. Durante la mayor parte del tiempo funciona como una comedia negra, aunque hay momentos (como el climax) en donde las locuras hacen un parate y se tornan incómodamente violentas. O bizarras. O quizás las dos cosas al mismo tiempo. Por supuesto las cosas vienen mal paridas de entrada, con lo cual la trama da un vuelco y todo se vuelve explosivo. Algo que resulta lógico en un contexto plagado de gente que no tiene ni medio dedo de frente.

Es difícil comentar algo más de Killer Joe sin caer en spoilers. En realidad la trama es muy simple y lo que tenemos es una exploración profunda de personajes bizarros, en donde el asesino a sueldo de marras resulta ser el individuo más normal de todo el cast. Por supuesto las performances son brillantes por igual, pero me quedo con la de Matthew McConaughey, que hace de texano medido y educado hasta que le llega el turno de volverse cruel. Después está Juno Temple, quien interpreta a la perfección su quinceañera propensa a hacer preguntas incómodas y con una percepción claramente alterada de la realidad; luego está Gina Gershon, haciendo impecablemente otro de sus típicos papeles de buscona malhablada; y la dupla de Emile Hirsch y Thomas Haden Church, los cuales se sacan chispas como el par de porfiados, brutos e ineptos conspiradores a los que sólo les interesa el dinero. Con todos ellos, un libreto genial y un director del calibre de Friedkin (esta vez con todas las luces), se obtiene una película potente y memorable, una de esas experiencias que te queda grabada en la retina y te demuestra que aún hay artesanos con talento y que saben rodar cine del mejor.