Crítica: Hitler: El Reinado del Mal (2003)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Canada, 2003, miniserie: Robert Carlyle (Adolf Hitler), Stockard Channing (Klara Hitler), Jena Malone (Geli Raubal), Julianna Margulies (Helene Hanfstaengl), Matthew Modine (Fritz Gerlich), Liev Schreiber (Ernst Hanfstaengl), Peter Stormare (Ernst Röhm), Peter O’Toole (presidente Paul von Hindenburg)

Director: Christian Duguay, Guión: John Pielmeier & G. Ross Parker, basados en la biografía de Hitler escrita por Ian Kershaw

Trama: Esta es la crónica de la vida de Adolf Hitler, la que abarca desde su infancia en Austria, su paso como recluta en la Primera Guerra Mundial, hasta sus primeros pasos en la política y el meteórico ascenso del Partido Nacional Socialista al poder, llegando hasta la nefasta Noche de los Cuchillos Largos en donde el líder realizó una sangrienta purga de enemigos del nazismo y se alzó con la suma del poder en la Alemania de los años 30.

Hitler: El Ascenso del Mal (2003) Hitler: El Reinado del Mal es una impresionante bolsa de gatos. Hace muchas cosas de manera brillante, y por el otro lado es un mediocre panfleto antinazi. Durante el 80% de su duración la miniserie sigue fielmente los sucesos históricos que llevaron a Hitler al poder en la derruída Alemania de los años 30, pero cuando se dedica a la vida personal de semejante personaje los guionistas empiezan a inventar idioteces, creando culebrones absolutamente inconsistentes con la realidad de los hechos. La miniserie se basa en la biografía escrita por Sir Ian Kershaw, la cual ha sido celebrada en círculos intelectuales de todo el mundo por su extrema objetividad y abundante detalle de los sucesos de la vida de Hitler; pero la gente de Alliance Atlantis – productores de la tira – adquirieron los derechos sobre el libro y después decidieron hacer lo que se le cantaba. El mismo Kershaw renunció a su cargo como consultor de la miniserie y empezó a hablar pestes sobre la cantidad de cambios e inexactitudes que estaban cometiendo los libretistas de la cinta. Sin ser un especialista en la vida de Hitler, yo le doy la razón a Kershaw: aquí hay escenas notablemente manipuladas que parecen salidas de Hannibal Raising.

La principal bronca sobre la miniserie estriba en que un puñado de guionistas mediocres creen que Hitler era un loquito estúpido. Ya hemos hablado en otras ocasiones sobre el tema, y hemos dicho que Hitler era cualquier cosa menos loco o estúpido (un individuo así jamás podría haberse alzado con semejante suma del poder como tuvo Hitler en vida). Los primeros quince minutos de la serie son atroces, pintando a Hitler en su niñez como una mala semilla, siendo un cobarde en la guerra, maltratando a los animales o teniendo un odio natural hacia los judíos, lo cual nada de eso es cierto. Pongamos las cosas en su lugar: fue un héroe de guerra, amó toda la vida a los perros, fue un buen chico, e incluso llegó a trabajar para los judíos. La transformación de Hitler viene en la postguerra, cuando Alemania estaba pulverizada y sometida por los aliados, y la gente compraba hogazas de pan por medio millón de marcos. Si hay un culpable del nacimiento de Hitler como animal político, ese honor le corresponde sin duda alguna a los vencedores de la Primera Guerra Mundial, quienes se encargaron de asfixiar económicamente al pueblo alemán hasta hambrearlo, sembraron las semillas del odio xenófobo que los nazis aprovecharían de manera tan oportunista, y se encargaron de darle una estacada mortal a la nación alemana con la debacle financiera de Wall Street de 1929. Esas potencias extranjeras son las que dieron de comer al monstruo que nació después.

Mientras Hitler: El Reinado del Mal se ciñe a los hechos históricos, funciona de manera casi perfecta. La interpretación de Robert Carlyle es soberbia, destilando magnetismo y amenaza al mismo tiempo (es particularmente fascinante la escena en que Liev Schreiber descubre a Carlyle en la cervecería, ensayando los gestos operísticos que luego utilizaría para dar sus discursos). He aquí a un tipo mediocre que se dedicó a arengar patriotismo en una época en que el amor propio nacional estaba por los suelos. A esto le sumó con posterioridad la creación de culpables – reales y ficticios -, los que van desde los paises firmantes del tratado de Versalles hasta los judíos y su poder económico. En una era caracterizada por la miseria, los discursos de Hitler eran épicos; y considerando que los alemanes siempre han sido imperiales, combativos y orgullosos, esas sanguíneas palabras provocaban una carga de adrenalina que paliaba la paupérrima visión de la realidad. Es por eso que Hitler tenía una concurrencia cada vez mayor en cada reunión que realizaba en las cervecerías de Munich en 1919. Y este nacionalista exarcebado llamó la atención de nacionalistas potentados, los que quisieron financiar su causa. Súmese a esto la impericia del resto del panorama político – compuesta por burócratas y charlatanes -, y resultará evidente que Hitler carecía de obstáculos para su ascenso. Incluso en el fallido golpe de estado el tipo logró dar vuelta a su favor al tribunal que lo juzgaba por alta traición, y le impusieron una pena leve en vez de fusilarlo. Es en esos momentos en donde la miniserie se muestra brillante.

Pero a la hora de desarrollar la vida personal del protagonista, Hitler: El Reinado del Mal destila olor a podrido. A estas alturas yo ya tengo claro que el 99% de los libretistas que tratan un tema relacionado con Hitler – desde su biografía hasta filmes de guerra en donde debe aparecer su persona – creen que tienen la obligación moral de combatir a los nazis (aunque sea intelectualmente y desde las líneas del guión que escriben), y lo manipulan de una manera muy torpe, pintándolo como un demente, un idiota o un payaso. Esa es una visión intelectualmente corta de un individuo que tuvo un peso enorme en la historia por sus propios méritos (aunque sean tristes), y que fuera brillante, amoral y siniestro. Es cierto que la verdad sobre la situación personal entre Hitler y su sobrina jamás se sabrá, pero transformarlo en una especie de Atraccion Fatal de tercera categoría suena estúpido. También es cierto que los matrimonios entre tíos y sobrinas en aquella época eran mucho más común de lo que uno piensa (Hitler provenía de uno de ellos precisamente). Del mismo modo de poner a Eva Braun como un reemplazo de segunda mano de la sobrina suena tonto. Son terrenos grises, en donde se sabe poco y nada, y esta troupe de libretistas de medio pelo aprovechan para inventar lo que se le ocurra. Hitler era manipulador y amoral – sin lugar a dudas – y es posible que su relación con las mujeres fuera realmente retorcida; pero el material que aquí entregan los guionistas es sencillamente amarillista. El libreto pega un salto enorme de calidad cuando pasa de la crónica de los sucesos políticos a tratar los acontecimientos de la vida personal de Hitler, los que parecen extractados de un culebrón venezolano. Mi postura es: si va a mentir, hágalo a lo grande y hágalo con calidad; si no, cállese la boca.

Hitler: El Reinado del Mal es recomendable porque entretiene y fascina, aunque posea una enorme cantidad de inexactitudes (les recomiendo leer el artículo de la Wikipedia sobre la miniserie, el que describe una lista de las pifias históricas más gruesas de la adaptación, comenzando por los primeros años de Hitler, siguiendo por la fecha del suicidio de la sobrina, y un larguísimo etcétera). Cuando la miniserie acierta, nos provee un vistazo a la intimidad de uno de los personajes más estremecedores de la historia; pero cuando los guionistas se deciden a ensayar sus propias ideas, pierden toda su objetividad y lo transforman en melodrama barato. Quizás el mayor problema de la miniserie sea que los libretistas consideraron que la audiencia era una masa de discapacitados mentales incapaces de juzgar por sus propios medios los hechos de la historia, y decidieron convertir a la trama en un relato tendencioso, con lo cual arruinaron groseramente gran parte de los méritos de semejante emprendimiento.