Crítica: Henry, Retrato de un Asesino (1986)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1986: Michael Rooker (Henry), Tom Towles (Otis), Tracy Arnold (Becky)

Director: John McNaughton, Guión: John McNaughton & Richard Fire

Trama: Becky es una chica que acaba de terminar un violento divorcio y va a alojarse al departamento de su hermano Otis en Chicago. Allí conoce a Henry, el hermético amigo con el que Otis comparte el departamento. El trío posee un pasado muy oscuro – Henry estuvo encarcelado por haber asesinado a su madre y compartió la celda con Otis; Becky tiene un largo historial de abusos sexuales por parte de su padre -, pero la chica siente afinidad por Henry, posiblemente porque estén en una situación en la que ambos puedan entender sus respectivas cicatrices del pasado. Pero Henry es un asesino serial implacable, que aprovecha las noches para desatar sus impulsos homicidas. Ahora la presencia de la chica lo desequilibra aún más, especialmente porque es un individuo al cual el sexo sólo le provoca reacciones violentas. Y ahora ha sumado a Otis a sus correrías nocturnas… pero el destino de los tres individuos está condenado para cruzarse y de una manera fatal.

Crítica: Henry, Retrato de un Asesino (1986)

Para los años ochenta John McNaughton trabajaba para los hermanos Ali de Malijack Productions, haciendo las veces de cadete. Tras la reiterada insistencia del muchacho, los Ali le dieron la oportunidad de dirigir el documental Dealers in Death (1984), el que tuvo buena aceptación. La próxima tarea de McNaughton sería rodar otro documental – esta vez, sobre la época de oro del wrestling -, para lo cual se iba a contar con un material de archivo adquirido directamente a un coleccionista; pero como el tipo salió con un martes 13 – solicitando una suma de dinero mucho mayor a lo previamente pactado -, los Ali se quedaron con las manos vacías y todo el circo armado para rodar un filme. Nuevamente McNaughton les lloró la carta y los Ali le dieron la oportunidad de rodar cualquier cosa, siempre que fuera terrorífico y entrara dentro del módico presupuesto de u$s 100.000. El resultado final sería Henry, Retrato de un Asesino, la que levantaría un montón de polvareda – la banearon en una parva de países – y es considerada una de las mejores películas que se hayan rodado jamás sobre un asesino serial de la vida real.

Acá McNaughton tomó la historia del asesino serial Henry Lee Lucas, y se despachó con una ficción muy libre que respeta la mayoría de los hechos, pero que rearma la trama a fines de lograr un impacto dramático mucho más resonante. En la vida real Henry Lee Lucas fue un joven abusado por su madre, a la cual terminó por asesinar y por lo cual pasó varios años en prisión. Una vez en libertad conoció a Ottis Toole, con el que inició una relación homosexual a la que sumaría más tarde la sobrina de Toole, Becky, de tan solo 12 años de edad. El dúo cometería varios desmanes antes de pelearse a principios de los años 80 – la causa de fondo sería la presencia de la chica, a esa altura la novia oficial de Henry -, y abrirían sus caminos, lo cual no impediría a Toole matar a la muchacha y tener sexo con su cadáver meses más tarde. En 1983 ambos serían apresados por delitos menores, cada cual por su lado, y una vez en la cárcel empezarían a confesar toneladas de crímenes (más de 900, aunque sólo unos cuantos serían reales y la mayoría imaginarios). Desde el homicidio de cientos de mujeres, la venta ilegal de niños a México con el fin de rodar filmes pornográficos, actos de necrofilia y canibalismo, y desmanes de todo tipo y color. Curiosamente el dúo de amorales se salvaría de la pena de muerte y morirían de causas naturales en prisión.

Hay dos cosas que impactan de Henry, Retrato de un Asesino. El primer punto es la naturalidad de los personajes, que son gente común y corriente. Bah, son tipos que asesinan personas, pero quiten ese aspecto y verán a individuos no muy diferentes a nosotros. Esta gente se comporta con naturalidad en un mundo retorcido que ellos mismos han creado, disfrutando o sufriendo por cosas que definitivamente no son normales, pero las reacciones son similares a la de la gente común. En todo caso, lo que provee McNaughton es la humanización del asesino serial, lo cual no deja de ser inquietante. Si no fuera por un par de escenas de extrema violencia, Henry, Retrato de un Asesino podría haber sido perfectamente una comedia negra. Cuando Otis está estresado, Henry lo lleva a matar automovilistas a la carretera. Cuando Otis precisa una TV, Henry lo lleva a un local ilegal de electrodomésticos y ambos terminan por despedazar al dueño, sólo porque les quería cobrar muy caro un televisor a color. Mientras que Michael Rooker es una amenaza silente y siempre a punto de explotar, Tom Towles festeja los desmanes como si fuera un niño y pide aún más. Y algunos de ellos suenan a demencia homicida y justiciera recargada de humor negro, algo parecido a lo que lograría Oliver Stone años más tarde en Asesinos por Naturaleza (incluso aquí hay una videocámara de por medio, con lo cual se transforman en voyeurs de su propia violencia). Eso no quita de que McNaughton haga pausas y muestre lo letal y siniestro de estos personajes – los flashes iniciales sobre las cuerpos de las víctimas de Henry; el shockeante ataque a la familia en su hogar, con Otis violando a la mujer y Henry matando a golpes al niño; o el tremendo final del filme -, como para hacernos acordar que ésta no es gente ordinaria. Pero, salvo esos aspectos, el particular mundo en donde viven estos individuos fluye con su propia normalidad y siguiendo sus propias reglas.

El otro aspecto es el desequilibrio de moral y justicia que hay en el filme. No hay policías, ni investigación, ni nada similar a lo que sería un tradicional filme sobre asesinos seriales. Al no haber autoridades, el filme muestra un mundo sin reglas, en donde la gente puede hacer lo que se le place sin sufrir castigo alguno – la sociedad moderna se ha transformado en una jungla, y lo que hacen Henry y Otis es simplemente salir de cacería -. Y al romper lo standard (aquí los culpables no reciben el castigo moralizante, y la platea no puede recuperar el sentido de justicia y equilibrio), deja a la audiencia completamente descolocada. Una anécdota sobre el estreno del filme lo describe perfectamente. McNaughton exhibe la película y, por el grado de shock, la mitad de la platea se retira del cine. Cuando termina el filme, no hay abucheos ni aplausos, sólo un frío sepulcral en la audiencia – la gente aún no ha terminado de digerir lo que acaba de ver -. Cuando McNaughton estaba retirándose, lo detiene un hombre y le dice: “usted no puede hacer esto”. “¿Hacer qué?”. “Dejar la historia así, dejar a ese tipo sin castigo”. “Pues bien, eso es lo que acabo de hacer”.

Quizás el filme más cercano en cuanto a estilo resulte ser El Hundimiento, en donde Hitler era inquietantemente humanizado. Lo cierto es que los asesinos seriales son personas con emociones, pensamientos, alegrías, tristezas y fidelidades, sólo que no cumplen con la mayoría de la norma y el instinto asesino los termina por dominar. En el caso de Henry, el tipo reemplaza sexo por asesinato; no hay manera que pueda involucrarse emocionalmente con nadie (a menos que sea matándolo). En el caso de Otis, el tipo es un pervertido que no reconoce ningún tipo de límites. Lo único que ha aprendido de Henry es que el homicidio y la violencia son los mecanismos para satisfacer sus necesidades. Y Becky es la peligrosa carnada que está en el medio, seduciendo a uno y otro lado (de manera consciente o no, o simplemente con su presencia), que cree que por tener un pasado tan dañado como ellos puede establecer un vínculo con estas personas. Como siempre, las mujeres son las que terminan por encender el conflicto.

Henry, Retrato de un Asesino es un filme formidable. Ciertamente su grado de shock se ha diluído con el tiempo, ya que Hollywood se ha despachado con escenas más sangrientas en sus producciones comerciales de los últimos años; pero el impacto del filme pasa por otro lado. Pasa por mostrar gente común y situaciones ordinarias, las cuales son invadidas por ráfagas de violencia descomunal e injustificada que terminan por destrozar montones de vidas humanas en cuestión de segundos. Luego regresan a su aparente normalidad y continúan con su rutina como si nada hubiera pasado.