Crítica: El Castillo de la Gorgona (The Gorgon) (1964)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 1964: Richard Pasco (Paul Heitz), Barbara Shelley (Carla Hoffman), Peter Cushing (Dr Namaroff), Christopher Lee (Profesor Meister), Michael Goddliffe (Profesor Jules Heitz), Patrick Troughton (Inspector Kanof), Jack Watson (Ratoff)

Director: Terence Fisher, Guión: John Gilling, sobre una historia de J. Llewellyn Devine, Musica – John Bernard

Trama: El profesor Heitz decide investigar la muerte de su hijo en el pueblo de Vandorf. La misma se ha producido en misteriosas circunstancias, al mismo tiempo que el asesinato de su novia. Pero Heitz descubre pronto que existe una conspiración de silencio en el pueblo. Decidido a llegar hasta el final – a pesar de la fuerte oposición de los pobladores -, descubre un palacio abandonado pero resulta asesinado. El hijo restante de Heitz, Paul, decide ir a Vandorf a investigar. Y comienza a descubrir que los asesinatos se vienen repitiendo desde hace 7 años, y que todas las victimas terminan siendo convertidas en piedra. Encontrando una nota de su padre, llama a su mentor en la Universidad, el profesor Meister. Y descubrirán que una creatura conocida como Magera – una de las gorgonas originales – ronda el pueblo, y todas las sospechas apuntas al Doctor Namaroff, el médico local y director del manicomio de la zona.

El Castillo de la Gorgona The Gorgon es un producto típico de la Hammer, el estudio cinematográfico inglés que hiciera historia entre finales de los 50 y mediados de los 70. A decir verdad, es un intento de la Hammer de crear un panteón propio de monstruos, ya que debemos recordar que el éxito del estudio se basaba en versiones aggiornadas de los monstruos de la UniversalDracula, Frankenstein – que constituían su alimento básico en la taquilla. Pero mientras la Hammer terminaba de saturar a las plateas con variaciones y secuelas de vampiros, hombres lobos y creaturas revividas, nunca pudo desarrollar otras creaturas con estatura propia en el olimpo del horror y la fantasía. A lo sumo pudo producir con dignidad la serie de films sobre el Profesor Quatermass, pero estos nunca resultaron tan populares como los productos estandarte de la productora – las creaturas de Bram Stoker y Mary Shelley -.

The Gorgon es la habitual rutina hammeriana, empezando por su realizador Terence Fisher. Fisher es el talento detrás de las versiones clásicas de Dracula (1958) y La Maldición de Frankenstein (1957). Es un director más que competente, aunque debo admitir que las producciones Hammer nunca fueron mis favoritas, y menos las de Fisher. Por supuesto están los climas góticos, los colores brillantes mezclados con las penumbras, la ambientación del siglo XIX, la supuesta locación en oscuros países del centro de Europa, y la dupla habitual de Peter Cushing y Christopher Lee, aunque aquí con los roles cambiados (Cushing es el malo, Lee es el bueno). Pero si bien las películas de la Hammer hicieron furor en su época, hoy terminan siendo filmes bastante tibios, y The Gorgon es un ejemplo típico de todo esto. Hay demasiada exposición de cosas obvias, hay una lucha bastante larga entre quienes buscan la verdad y quienes la ocultan, las actuaciones resultan estoicas, y los momentos de suspenso y terror terminan siendo muy light para los estandares de hoy en día. Si uno considera una disección en profundidad de la película, podría decirse que es un estudio acerca de conspiraciones y desarrollo de caracteres, salpicado de escasos momentos de horror. También esto tiene que ver con una cuestión de economía de medios: decorados reciclados de otros filmes hasta la saciedad, vestuario similar, siempre el mismo estilo narrativo… lo único que varía es el monstruo de turno que aparece muy pocas veces y en lapsos decepcionantemente breves. Y, cuando llega el final donde se lo puede apreciar en toda su dimensión, el climax resulta expeditivo, los efectos especiales lamentables, y los créditos aparecen antes de lo previsto, sin sacar ninguna conclusión posterior.

Salvo excepciones, los productos de la Hammer suelen ser chatos. Lo que termina por rescatarlos es la dignidad de las actuaciones de Cushing y Lee, las estrellas del estudio, que son mejores actores de los que merecen estas producciones. Pero el resto de los elencos es abrumadoramente pétreo. En el elenco figura también Barbara Shelley que fuera la scream queen de la Hammer, y un montón de actores habituales en los castings de los filmes de la productora. Pero con la excepción de los protagonistas principales, ninguno resulta destacable.

El otro aspecto meritorio de las producciones Hammer (y de ésta en particular) es el caracter incorruptible de los héroes. No son personajes ciegos o blandos, sino personas de un moral y voluntad inquebrantables. En la búsqueda de la verdad del Profesor Heitz (y posteriormente del hijo), las amenazas de la oposición que plantea la conspiración del silencio no terminan por amilanar al protagonista (quien a su vez termina siendo una persona bastante sagaz). El problema en todo caso, pasa aquí porque Richard Pasco carece totalmente de carisma y uno aguarda impacientemente que Christopher Lee aparezca en escena para condimentar el tono y avanzar en la historia. Pero la historia termina por opacarse por ciertos clisés – la remanida aparición de la luz de la luna -, y por algunos agujeros de lógica bastante grandes, como la investigación de los forasteros de Vandorf que realiza Meister, y que parecen dispositivos del guión solo para alargar la trama y proveer alguna investigación policial que lleve a la conclusión lógica del culpable. Pero el film no explica en absoluto como es que el espíritu de un monstruo mítico termina por reencarnarse en un mortal, su aparición en un sitio tan alejado de Grecia, ni por qué aparece solo en las noches de Luna Llena.

Es una pelicula tibia, propia de matiné, pero ha perdido toda su capacidad de asombro y shock con el paso de los años. Otros filmes han conservado su capacidad de sobresaltar a las plateas (Mr. Sardonicus, algunos filmes de William Castle, otras cintas de la competencia de la Hammer), pero en general el efecto del horror gotico de la Hammer ha perecido con el tiempo. Y como las peliculas de terror de Roger Corman, terminan resultando inofensivas.