Crítica: Gamer (2009)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2009: Gerard Butler (Kable), Amber Valletta (Angie), Michael C. Hall (Ken Castle), Kyra Sedgwick (Gina Parker Smith), Logan Lerman (Simon), Alison Lohman (Trace)

Director: Mark Neveldine & Brian Taylor, Guión: Mark Neveldine & Brian Taylor

Trama: En el futuro, el genio de la computación Ken Castle se ha vuelto millonario gracias a dos videogames extremadamente populares cuyas partidas son transmitidas por televisión de pago. Ellos son protagonizados por seres humanos cuyas células del cerebro han sido reemplazadas con nanotecnología, y cuya conducta es manejada por los jugadores desde sus casas. Mientras que en Society los participantes dan rienda suelta a sus deseos sexuales, las cosas son mucho más violentas en Slayers – en donde los jugadores controlan a una serie de reclusos condenados a muerte, que deben sobrevivir a una serie de pruebas infernales -. El líder de Slayers es Kable, quien ha llegado al nivel 27 y sólo le faltan 3 partidas para acabar el juego y ganar su libertad. Pero a su vez Kable es un hombre inocente, acusado injustamente de asesinato. La organización guerrillera Humanz – ferviente opositora de los videogames de Castle – planea sabotear la última partida de Slayers para rescatar a Kable y obtener los recuerdos escondidos en su mente. Y es que el asesinato que le inculpan está relacionado con el oscuro pasado de Ken Castle.

Gamer Gamer viene de la dupla de Mark Neveldine y Brian Taylor, los mismos de la saga Crank – Veneno en la Sangre. Aquí el dúo de directores trasladan su hiperkinético estilo a una historia futurista acerca de un violento videojuego televisado a nivel mundial. La premisa no es en absoluto nueva y los directores no hacen demasiado por renovarla. Pero la gran contra de Gamer es que el estilo epiléptico de los cineastas termina por arruinar lo que podría haber sido rutina pasatista aceptable.

La idea de violentos juegos futuristas es más vieja que comer gofio. Desde La Décima Víctima (1965) hasta Rollerball (1975) han establecido los cimientos del subgénero, y todo lo que ha seguido son clones más o menos terribles. Gamer en particular se asemeja bastante al vehículo de Schwarzenegger The Running Man – otro tipo acusado injustamente de asesinato; un circo futurista letal; la idea de que el organizador está vinculado al crimen que se le imputa al protagonista -, con la única novedad de que la competición es interactiva, ya que la gente controla a los bots desde su casa. Y los bots no son más que humanos a los que las células de una parte de su cerebro ha sido reemplazadas por nanotecnología. Todo esto termina resultando en una especie de partida masiva de Counter Strike, en donde los protagonistas son de carne y hueso y las matanzas son reales.

Pero el primer tercio de Gamer es terrible. No sólo es una catarata de clichés del género – guerrilleros clandestinos enemigos del juego y que hackean las transmisiones; inocente injustamente acusado de un crímen; magnate soberbio y evidente villano de la historia; manifestaciones populares votando a Kable como un héroe -, sino que la frenética edición arruina completamente las secuencias de acción. No hay plano que dure más de dos segundos, y en medio del tiroteo es imposible saber qué es lo que está sucediendo. A esto se suma la estratosférica sobreactuación de Michael C. Hall como el malvado Bill Gates de turno, que hace que la película sea aún más irritante.

Por suerte – y cuando las cosas parecían condenadas a la obviedad -, Gamer mejora en el segundo tercio (o toma la posta el otro director de la dupla, que al menos es un poco menos histérico con la edición). Eso no quita de que hayan un par de idioteces en el medio – si alguna vez se queda sin combustible para el coche, tómese una petaca de whisky de medio litro, vomítela en el tanque de su auto y va a poder circular como 50 km a toda velocidad -, pero al menos la incursión de Gerard Butler para rescatar a su esposa del otro juego de de Castle – Society, una especie de The Sims en carne y hueso – repunta algo la puntería del filme. La idea de tipos tiroteándose en medio de gente completamente ajena y ausente de todo lo que ocurre a su alrededor es bastante interesante. Uno se pregunta cómo ha ido a parar toda esa cantidad de personas a semejante videojuego – en el fondo, hay algo de fantasía masoquista en individuos que deciden abandonar su voluntad y se dejan ser manipulados por otros para satisfacer su voyeurismo -. Pero en el último capítulo las cosas regresan a los carriles de la obviedad; y Michael C. Hall está mucho más tiempo (demasiado) en pantalla.

Con otro director menos histérico con la cámara, Gamer podría haber resultado aceptable. Hay alguna que otra idea interesante que merecía ser explorada – como la de la versión virtual de The Sims con humanos -, y que podría haber sido mucho más original que todo el verso remanido del juego futurista sangriento. Gerard Butler está más que ok, el resto más o menos, y Michael C. Hall (de la serie de TV Dexter) merece la muerte por empalamiento. Y posiblemente en video resulte menos repelente en lo visual que verla en la pantalla grande, pero en todos los casos no deja de ser rutina muy mal dirigida.