Crítica: Flash Gordon (1980)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / GB, 1980: Sam Jones (Flash Gordon), Melody Anderson (Dale Arden), Topol (Dr Hans Zarkov), Max Von Sydow (Ming el despiadado), Ornella Muti (Princesa Aura), Timothy Dalton (Principe Barin), Brian Blessed (Rey Vultan), Peter Wyngarde (Klytus), Mariangela Melato (Kara)

Director: Mike Hodges, Guión: Lorenzo Semple Jr, basado en el comic homónimo creado por Alex Raymond, Música – Queen

Trama: Numerosos cataclismos afectan a la Tierra. En medio de una lluvia de meteoritos, el avión que lleva al jugador de football americano “Flash” Gordon y a la ejecutiva Dale Arden termina por estrellarse en la mansión del Dr. Zarkov. Pero Zarkov es un científico que tiene la teoría de que el planeta está siendo sometido a un ataque desde el espacio exterior, y ha construído un cohete espacial para llegar hasta el punto de origen de las emisiones que ha estado captando. Secuestrando a Gordon y Dale, la nave despega y llega hasta el planeta Mongo. Y allí el trío descubre que el malvado emperador Ming es el causante de los fenómenos. Al descubrir que la tecnología terráquea es tan avanzada como para enviar la misión de Zarkov, Ming termina por considerar a la Tierra como una amenaza a su poder y decide iniciar su proceso de destrucción. Flash Gordon, Hans Zarkov y Dale Arden sólo tendrán un puñado de horas para detener a Ming y su diabólico plan antes de que la Tierra desaparezca de la faz del universo.

Flash Gordon ¡Flash!… Ah, aaah! Saviour of the Universe!

Flash Gordon es la historieta clásica de ciencia ficción creada por Alex Raymond en 1934. Era la respuesta de la King Features Syndicate al éxito que tenía Amazing Stories con otro héroe de perfil similar, Buck Rogers, creado en 1928 por Philip Francis Nowlan. Pero la tira de Raymond rápidamente opacaría a Buck Rogers y se volvería enormemente popular. Apenas a los dos años de iniciada su publicación, Flash Gordon sería adaptada en tres seriales de los estudios Universal, con Buster Crabbe como protagonista (sí, aquellos que pasaba Morelli y Berruti en Función Privada). Con el tiempo los seriales se convertirían en clásicos de culto y pergueñarían la imagen más recordada del personaje.

A principios de los setenta George Lucas era un director y creativo de relativo éxito en Hollywood, y uno quien siempre había soñado con llevar las aventuras de Flash Gordon a la pantalla grande como largometraje; pero el alto costo de adquisición de los derechos cinematográficos le haría abandonar la idea y, en cambio, generaría su propia franquicia. Es obvio que hay muchísima influencia de la mitología creada por la historieta de Alex Raymond en todo el universo Star Wars: el héroe rubio, el imperio malvado, el emperador con super poderes, el conglomerado de razas y naciones en guerra, y un largo etcétera. Lo que le resultaría inesperado a Lucas es que, a causa del arrollador éxito de La Guerra de las Galaxias y sus secuelas, se encontraría con que Flash Gordon sería uno de sus imitadores. En plena fiebre Star Wars, Dino de Laurentiis adquiriría los derechos del personaje y se despacharía con la versión que ahora comentamos.

Es interesante comparar cuánto ha cambiado la percepción de Flash Gordon desde su estreno hasta hoy. Comparado con el placer de ver los impecables combates espaciales de El Imperio Contraataca (de aquel mismo año), su sentido épico y dramático, y su universo futurista y realista, el circo colorinche que monta Mike Hodges aquí es lo diametralmente opuesto. Es que en realidad Flash Gordon llega con 12 años de atraso; en su concepción dramática y técnica es un excelente filme de compañía de Barbarella (1968 – y otro producto de De Laurentiis -) – y bien podría haber sido un clásico memorable si se hubiera estrenado en aquel momento -, pero en la comparación directa que hubiera hecho cualquier espectador en 1980 con cualquier película de la saga Star Wars, termina por perder por goleada. Sin embargo, ahora y a la distancia de aquella época, termina por resultar un espectáculo notablemente superior a la percepción negativa inicial que tuvo en los ochenta – y que motivara que el film tuviera un tibio suceso -.

El otro problema con el cual se topó Flash Gordon en su momento es que no deja de ser un homenaje nerd a la historieta clásica y a los seriales de los años 40. En vez de gloriosas naves de última tecnología, vemos astronaves de art decó surcando cielos de colores lisérgicos. Los héroes son estoicos, los actos de valentía no son demasiado sorprendentes, y los personajes son de cartón pintado. Es una aventura de matineé a la antigua con estética retro, que fue estrenada en un momento en que el gusto del público ya había cambiado. A quienes no nos deslumbramos con el filme en su estreno, terminamos por revalorarlo con una nueva visión aquí y ahora que los ecos de La Guerra de las Galaxias se han apagado. No es que pase súbitamente a la categoría de obra maestra, pero es un producto muy superior al recuerdo que uno mantiene.

Y tal como comentábamos antes, esta versión de Flash Gordon tiene más cosas en común con Barbarella que con Star Wars. Es un filme ingenuo y camp, con un trasfondo sexual light más aparente que real. Pareciera que todo en el universo de Mongo se mueve por los deseos sexuales – Ming salva la vida de Dale Arden sólo por su excesiva sensibilidad a la sensualidad de los alienígenas; la princesa Aura no deja de ser una ninfómana insatisfecha; e incluso el rescate de Flash y el flirteo simultáneo con Barin dan que pensar en un posible menage a trois; el general Klytus (que suena como clítoris en algún tipo de idioma) sólo piensa en poseer a la princesa; las amantes de Ming beben pociones afrodisíacas para elevar el placer -, tal como le ocurría a Jane Fonda en la película de Roger Vadim. Pero aún esas insinuaciones son anticuadas para 1980. El guionista Lorenzo Semple Jr – el mismo que le diera el formato a la serie de culto Batman, y que engendrara el libreto de la terrible remake de 1976 de King Kong – decide tomárselo todo con un humor muy liviano y llevadero, pero eso no quita en que haya momentos que resulten descomunalmente bobos como el combate de Flash con los guardias de palacio – como si fuera un match de futbol americano -. Pero aún así con todo el universo kitsch que crea – malos efectos especiales, personajes unidimensionales, vestuario multicolor, diálogos que bordean lo risible -, Flash Gordon termina por funcionar muy bien. Si bien Sam Jones y Melody Anderson son insulsos, no están tan tan mal. Topol despliega su simpatía en las pocas ocasiones que le dan pie; Timothy Dalton está ok aunque sigue siendo tan agrio como en su época de 007; y quienes la pasan bomba son Max Von Sydow y Brian Blessed quienes se roban cada una de sus escenas -. Sydow es un villano sofisticado e irónico; y Blessed, como el rey de los hombres halcón, sobreactúa y disfruta hasta niveles siderales.

Y aún con todo el colorinche y el tono kitsch, el filme se permite crear algunas escenas muy buenas. El ataque final de los hombres halcón en las nubes, o el impacto de la nave de combate Ajax contra el palacio imperial son notables. Sumen a esto la memorable banda sonora de Queen, y obtendrán una historieta viviente. El tema está en que usted acepte las reglas del juego; si usted se hace cómplice del humor y el tono de Flash Gordon, obtendrá una fabulosa aventura pulp.