Crítica: Fantasma en el Paraíso (Phantom of the Paradise) (1974)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1974: William Finley (Winslow Leach / el Fantasma), Paul Williams (Swan), Jessica Harper (Phoenix), Gerrit Graham (Beef), George Memmoli (Arnold Philbin)

Director: Brian De Palma, Guión: Brian De Palma

Trama: Winslow Leach es un tímido compositor que logra atraer la atención del empresario discográfico Swan cuando hace una audición con una muestra de su cantata Fausto. Pero Swan está por abrir su nuevo teatro – el Paraíso – y planea estrenarlo con la partitura de Leach, robándose todo el mérito de la obra. Winslow cae en un cerco de conspiraciones y es perseguido por la policía hasta que termina terriblemente desfigurado en una prensa de discos de vinilo cuando estaba por volar la fábrica discográfica de Swan. Deforme y desquiciado, Winslow roba un disfraz y se transforma en el Fantasma del Paraíso, una figura tenebrosa que acosa a aquellos que quieren interpretar su malograda cantata en dicho teatro. Pero terminará por descubrir que Swan esconde un horrendo secreto y que su destino ha quedado encadenado al de él.

Fantasma en el Paraiso Fantasma en el Paraíso viene de una época experimental de Brian de Palma, en los años en que estaba probando géneros – desde comedias hasta thrillers – hasta terminar por adoptar éste último y convertirse en un maestro del suspenso con estilo propio. Si bien Fantasma en el Paraíso fue un horrendo fracaso en su estreno, terminaría por transformarse en un clásico de culto durante los setentas y ochentas – uno de esos títulos eternos en la cartelera de las trasnoches cinematográficas de viernes y sábados -. De hecho, el filme de Brian de Palma terminaría por generar un nicho pequeño pero constante de mercado adolescente, que se alimentaría con títulos que van desde Heavy Metal hasta The Rocky Horror Picture Show (cuya mezcla de comedia musical y horror la convierten en la hermana no declarada de Phantom of the Paradise).

Curiosamente Fantasma en el Paraíso se basa en un libreto original de De Palma, y no en una opera rock pre existente. Lo obvio es el homenaje al clásico de Gaston Leroux El Fantasma de la Opera – que tuviera infinidad de versiones, siendo la más memorable la de Lon Chaney de 1925 -, pero como si fuera poco De Palma termina por mezclarlo con el romance de Fausto de Goethe, El Retrato de Dorian Grey de Oscar Wilde y hasta con gotas de Frankenstein. Lo mejor de todo es que semejante ensamble funciona muy bien, especialmente cuando se lo aplica en el mundo de la música. La visión de satánicos empresarios discográficos que devoran el alma de sus artistas, los drogan y terminan por acabar con sus vidas mientras les roban sus obras es particularmente ácida y los elementos sobrenaturales terminan por convertirlo en una sátira – los empresarios son poderosos, despóticos y ambiciosos sólo por el hecho de haber hechos pactos con el diablo (!) -. Sumado a un ritmo incansable, Fantasma en el Paraíso termina resultando puro entretenimiento y sorprendentemente coherente en semejante delirio.

Lo cual no quita que hayan algunos peros. El primer problema es que el ritmo del guión no se detiene en profundizar los personajes y hacerlos carismáticos. La interpretación inicial de William Finley como Winslow Leach es patética y apática, y no termina por ganarse a la audiencia; pero aquí cabe una cuestión de química del actor con el público, que no termina por comprarlo ni como héroe ni como figura trágica – en un rol tan bizarro, hubiera resultado mejor un Donald Sutherland de sus épocas de MASH -; muy diferente es cuando se calza el disfraz, lo que termina por convertirlo en impresionante y conmovedor. Paul Williams, si bien disfruta el papel, tampoco tiene demasiado tiempo en escena como para adquirir estatura amenazante. Y la última parte del trío es Jessica Harper – en su papel debut, antes de ser perseguida por brujas ancestrales en Suspiria -, cuyo papel está escrito para el demonio. Es una gata flora ambiciosa que no justifica el sacrificio de Winslow / el Fantasma para rescatarla.

El segundo problema es que la partitura musical de Paul Williams se deja escuchar pero no es memorable. Funciona mucho mejor cuando los arreglos son en tono de rock, pero el resto del tiempo son apenas pasables. Tampoco ayuda que las performances vocales de Harper y Finley sean medianas – y eso que se dice que Jessica Harper le ganó el papel a Linda Ronstadt (!) -.

Y el último problema es el final, que no tiene mucho sentido en sí. Resulta inexplicable por qué Swan querría matar al talento que ha descubierto, quizás por su ambición de destrozar todo lo bello amén de generar buenos ratings en la transmisión del espectáculo. Pero todos estos detalles se compensan con una gema de la película, que es la performance de Gerrit Graham. Su rockero gay se roba la película de cabo a rabo y es lo más memorable por lejos de Fantasma en el Paraíso. Lamentablemente el resto de los intérpretes no tocan esa cuerda camp tan bien como Graham, y eso era lo que precisaba el filme.

Fantasma en el Paraíso es un sólido clásico de culto. Podría haber sido excelente con unos ajustes menores, pero aún así sigue siendo un espectáculo bizarro fascinante. Se rumorea una remake para el 2010 – en esta época en que Hollywood regurgita de manera sistemática nuevas versiones de clásicos intocables -, la cual resulta inquietante con anticipación.