Crítica: Eyeborgs (2009)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2009: Adrian Paul (Gunner Reynolds), Megan Blake (Barbara Hawkins), Luke Eberl (Jarett Hewes), Danny Trejo (G-Man), Dale Girard (Sankur)

Director: Richard Clabaugh, Guión: Richard Clabaugh & Fran Clabaugh

Trama: El temor hacia los ataques terroristas ha impulsado que el congreso norteamericano dicte el Acta de Libertad de Observación, en donde un ejército masivo de androides – conocidos como Eyeborgs – harán las veces de centinelas, conectándose con la red nacional de videocámaras de seguridad, y pudiendo interferir teléfonos, celulares y todos los medios de comunicación en busca de charlas sospechosas. Los robots han pasado a asistir a las fuerzas de seguridad y ahora sus videos se constituyen en el primer elemento de prueba en los juicios contra posibles terroristas. Gunner Reynolds es un agente del departamento de Seguridad Interna que ha capturado a un sospechoso de terrorismo, pero el mismo perece en un intento de fuga del edificio federal en donde se encontraba confinado para ser interrogado. Las pruebas parecen indicar que el individuo – quien intentó asesinar al sobrino del presidente norteamericano – pudo salir de su celda debido a que Reynolds dejó la puerta electrónica sin cerrojo, cosa que el agente niega rotundamente. Pero a medida que Reynolds comienza a investigar la muerte del posible terrorista, empieza a descubrir una complicada trama de encubrimiento y traición, que tiene que ver con el creciente poder que ha ido obteniendo la masiva fuerza de los eyeborgs, los que parecen estar en todos lados.

Eyeborgs A veces una buena idea termina siendo arruinada por la impericia de su creador. Es lo que ocurre con Eyeborgs, pergeñada por Richard Clabaugh y cuyo único referente previo es Python (2000), un mediocre telefilme de terror. Si Clabaugh se hubiera auto-relegado al rol de productor y hubiera contratado a otro director y a otro guionista, Eyeborgs hubiera recibido la pulida que precisaba y podría haberse transformado en algo disfrutable e incluso memorable. Pero aquí el nivel de mediocridad es generalizado, lo que no impide que un puñado de buenas ideas terminen por relucir en medio de la avalancha de desprolijidades.

Eyeborgs se ve como un filme bien barato, propio de las producciones habituales del Sci Fi Channel; incluso la ciudad en donde filman parece canadiense y no norteamericana, y todo destila modestia por los cuatro costados. Al menos los FX son más que aceptables, con robots animados de todo tipo, tamaño y color. Por su parte está Adrian Paul, ex Highlander, que acá luce un inapropiado corte de pelo pendejeril que me hace acordar a Pablo Rago en Amigos Son Los Amigos (1989 – 1992), y que no le queda muy bien a un tipo con más de cincuenta años (aunque Paul no lo parece; recordemos que es inmortal). Sí, la calidad de la producción apesta, pero por suerte la historia es un poco mejor que el magro presupuesto que gastaron en el rodaje.

Hay momentos en que Eyeborgs intenta ser una sátira de los medios al estilo de los flashes informativos de Robocop y Starship Troopers, con la diferencia que Clabaugh no tiene ni el 10% del talento de Paul Verhoeven. Incluso hay un par de presentadores apellidados Romero y Coppola, que es una muestra del nivel de creatividad (ja!) que tienen los libretistas. Por suerte el guión abandona esa veta pronto, y nos vemos mezclados en la típica conspiración de turno, con agente federal descubriendo algo sospechoso que resulta ser la punta de la madeja de un enorme plan para apoderarse del gobierno. Decir que la mitad de los personajes está escrito como el demonio es quedarse algo corto; en un momento un periodista sobrevive un ataque de los robots asesinos y se queda festejando durante cinco minutos, diciendo idioteces y bravuconadas de todo tipo y color, hasta que el robot revive y termina por matarlo. Se lo tenía merecido.

Y aún con todas sus desprolijidades, hay un puñado de ideas que impiden que uno termine por odiar a Eyeborgs. La primera es la idea del estado omnisciente con robots vigilando todo el tiempo, que debería haber dado lugar a un film mil veces más paranoico que éste. Como dice Danny Trejo en un momento, “imagínate si cada uno de esos seis millones de robots tuviera un arma escondida”. Los ciborgs interfieren señales, no duermen nunca, fabrican pruebas… Es un concepto interesante. Lástima que las armas que tienen los robots van de lo patético a lo estúpido, como lanzas, pequeñas sierras circulares, o encendedores de cocina (!). Sí, los robots más chicos tienen un Magiclick incorporado y, al parecer, nunca le tienen que reponer el gas. El segundo tema interesante es la conspiración en sí, que termina con algunas revelaciones que podrían ser sorprendentes si no fuera porque al guión le importa un comino armar una situación de mediana credibilidad. (alerta spoilers) Uno podía anticipar el hecho de que el Presidente fuera en realidad una construcción electrónica de la megacomputadora que controla a los eyeborgs, pero el libreto se encarga de arruinar la revelación con multitud de detalles idiotas. Por ejemplo, ¿no hay una limusina y no hay guardias de seguridad que transportan al presidente a todos lados? ¿no ven que nadie desciende del auto presidencial? ¿nadie vigila el estudio de televisión por dentro?. ¿nadie se ha dado cuenta que el presidente no existe?. El tercer tema (que es el que termina por levantar el puntaje de la película) es que al menos tiene la decencia de terminar mal. La conspiración continúa, y dos tipos no pueden hacer nada por detenerla, sólo esperar a que el público se de cuenta de la verdad a través de un video viral que pusieron en Internet. No es una resolución limpia (queda abierta la posibilidad de una secuela), pero al menos es una resolución lógica. (fin de spoilers).

Eyeborgs tiene algunos momentos buenos y unos cuantos momentos mediocres, pero al menos se deja ver. La idea del estado totalitario con control masivo de ciudadanos es interesante. La idea de la conspiración – que sirve de excusa para armar un falso ataque terrorista, culpar a un pais petrolero, e invadirlo – está bastante bien hecha. El tema es que la ejecución de la historia es muy desprolija. Hay un terrible casting (sino vean a la líder de SWAT, que se parece más a la almacenera de mi barrio en vez de una soldado profesional altamente entrenada), una dirección chata, y varias secuencias descolgadas del tono de la trama. Por contra, hay un puñado de escenas y conceptos que sí funcionan, y que hubieran merecido mejor suerte en vez de ser plasmados en el celuloide por alguien tan insulso como el director Richard Clabaugh.