Crítica: El Experimento Filadelfia (1984)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1984: Michael Paré (David Herdeg), Nancy Allen (Allison Hayes), Bobby Di Cicco (Jim Parker), Eric Christmas (Dr Longstreet), Kene Holliday (Mayor Clark)

Director: Stewart Raffill, Guión: William Gray & Michael Janover, basados en el libro homónimo de Charles Berlitz & William L. Moore

Trama: Octubre de 1943. La guerra recrudece en Europa y el Pacífico, y los Estados Unidos están necesitados de un arma experimental que pueda cambiar el curso del conflicto en el corto plazo. Para ello han instalado equipamientos de última tecnología en el crucero USS Eldridge – anclado en los astilleros navales de Filadelfia -, con el cual planean probar un campo electromagnético que convierta al buque en “indetectable” frente a los radares. Pero el experimento se sale de control y el Eldridge se vuelve totalmente invisible. Dos marineros a bordo – David Herdeg y Jim Parker – ven el caos que ocurre en el buque y deciden saltar por la borda… pero aterrizan en un desierto en Nevada, a centenares de kilómetros de distancia. Desorientados por el cambio de paisaje, las cosas se ponen peor cuando divisan vehículos que no parecen de su era sino del futuro. Allí es cuando caen en la cuenta de que ambos han desembarcado en el año 1984 gracias al portal que abriera el experimento del USS Eldridge, convirtiéndolos en viajeros del tiempo. El problema es que el portal que los trajo ha creado una brecha espacio – temporal, la cual se está expandiendo y está destruyendo todo a su paso, y Herdeg y Parker son los únicos que pueden repararla, ingresando a la misma y apagando el campo electromagnético que han creado las maquinarias del USS Eldridge. Pero los marineros están extraviados en una época que no conocen y, para colmo, han comenzado a ser cazados por los hombres del gobierno, quienes desean atraparlos para someterlos a intensos interrogatorios sobre lo que saben acerca de los experimentos secretos que conducen los militares.

El Experimento Filadelfia Aunque el poster ponga en letras gigantes color rojo sangre que el filme es presentado por John Carpenter, lo cierto es que el maestro del horror poco tuvo que ver con El Experimento Filadelfia. En realidad Carpenter rechazó la propuesta de realizar la película, quedando relegado al rol decorativo de uno de los tantos productores ejecutivos de la cinta, y persiguiendo un proyecto que se le antojaba mucho mas interesante (Starman, la que marcaría un hito en su carrera como director y que sería el único filme suyo que recibiría una nominación al Oscar). Como sea, el que Carpenter estuviera en la nómina sirvió para que el estudio explotara su nombre como golpe publicitario, lo que mejoró la performance de la cinta en las taquillas… aunque el verdadero responsable fuera Stewart Raffill, un tipo con un prontuario bastante feíto entre lo que se encuentra The Ice Pirates, Maniquí 2 y Mac y Yo (la que es considerada una de las películas mas horrendas de la historia).

Pero El Experimento Filadelfia debe ser el momento más alto de la oscura filmografía de Raffill. El filme se basa en un libro de investigación escrito por Charles Berlitz (el mismo de El Triángulo de las Bermudas) y William L. Moore, quienes se encargaban de aportar pruebas y testimonios sobre un supuesto experimento en invisibilidad desarrollado en Filadelfia en octubre de 1943. Al parecer en esa época tomaron a un buque de la armada norteamericana, le colocaron una parva de enormes equipos eléctricos y se pusieron a probar si podían crear un campo electromagnético que pudiera hacerlo invisible ante el radar. La leyenda cuenta que el experimento salió para el demonio, que el buque se desmaterializó y, cuando lograron apagar los equipos, descubrieron a la mayoría de la tripulación fusionada con las cubiertas metálicas del barco – amén de que el navío reapareció a cientos de kilómetros de su lugar de origen -. La vista de semejante cuadro dantesco terminó por desquiciar a los escasos sobrevivientes ilesos del experimento, quienes terminaron sus días internados en sendos hospitales siquiátricos. El gobierno, por supuesto, decidió tapar todo con una enorme conspiración de silencio.

La historia (supuestamente real) habría quedado sepultada en el anonimato de no ser por el testimonio de un supuesto sobreviviente del experimento, quien se contactó con un novelista de investigación en 1955 y comenzó a darle detalles de la prueba. Acá es cuando las cosas se ponen bien paranoicas; primero, porque el autor en cuestion era Morris Jessup, uno de los primeros investigadores de OVNIs de la historia. El tipo estaba de gira presentando sus libros y, de pronto, se topó con la carta de un admirador – identificado como Carlos Allende -, el cual le explicaba que había más de un método para viajar en el tiempo y el espacio (que era el tema que discutía Jessup respecto del posible origen interplanetario de los platos voladores), dicho lo cual comenzó a describir – con lujo de detalles – las características de la prueba montada en el USS Eldridge. A Jessup todo esto le pareció un disparate mayúsculo y terminó archivando el asunto en vista que su interlocutor se negaba a darle pruebas sobre sus dichos. El segundo acto llegaría en 1957 cuando la Armada recibió por correo una copia de uno de los libros de Jessup, plagada de observaciones manuscritas en los márgenes y que mencionaban con frecuencia al Experimento Filadelfia. El autor fue llamado a identificar la letra de las inscripciones – las cuales pertenecían de manera inconfundible a Allende -, amén de analizar el contenido de las mismas. Al parecer se trataba de la discusión entre tres personas, quienes debatían las teorías de Jessup sobre la posibilidad de viajar en el tiempo y el espacio, y lo calificaban como si fuera un novato en el tema. Pero un análisis más profundo reveló que las tres personas no eran más que Allende escribiendo con tres colores diferentes e identificándose a sí mismo con distintos nombres – Mister A, Mister B, Jemi -. La investigación no pasó mucho más de eso, ya que la dirección provista por el remitente de correo era falsa, y la Armada no tenía ganas de gastar un peso pesquisando lo que parecía ser la obra de un esquizofrénico.

Tercer acto, 1959. La carrera como novelista de Jessup ha sido un fracaso y, lo que es peor, su editor se ha negado a publicar su trabajo sobre el incidente ocurrido con Allende, el Experimento Filadelfia y el libro plagado de anotaciones. En medio de una gran depresión Jessup aparece muerto, encerrado en su garage y asfixiado por los gases emitidos por su auto. El acto III dispararía la imaginación calenturrienta de los paranoicos de turno que ven conspiraciones hasta en la sopa, los cuales salieron a afirmar que a Jessup lo mataron porque tenía pruebas para demostrar que el Experimento Filadelfia había ocurrido en la realidad. Semejantes afirmaciones transformaron a las habladurías de Allende en una leyenda urbana, algo de lo cual todos hablaban pero nunca nadie había tenido siquiera una prueba mínima que confirmase su veracidad.

Por supuesto el tiempo dió lugar a contrapruebas, las cuales nadie quiso escuchar. Los registros de la armada mostraban que el USS Eldridge estaba en realidad en Las Bahamas al momento que ocurría el supuesto experimento en los astilleros navales de Filadelfia en octubre de 1943. En cambio lo que sí ocurrió fue un experimento con campos magnéticos en el USS Engstrom el cual era un buque gemelo del Eldridge y estuvieron estacionados juntos en puerto en 1943 -, cuyo único propósito era desactivar las espoletas de minas y torpedos que estuvieran a corta distancia del buque. Por su parte investigaciones posteriores dieron con un personaje llamado Carl Allen, un paciente esquizofrénico que estuvo internado en un psiquiátrico de Pensylvania y que parece como altamente probable que haya sido el autor de las notas recibidas por Jessup. Como sea, la gente prefirió escuchar la leyenda antes que la realidad, y lo cierto es que el caso del Experimento Filadelfia quedó instalado con fuerza en el imaginario popular, siendo frecuentemente utilizado como ejemplo tipo de las conspiraciones de silencio que suele montar el gobierno norteamericano.

Mientras que la leyenda no deja de ser interesante, la versión fílmica de la misma no deja de ser pura rutina. El héroe cae por un hueco espacio – temporal mientras se desarrolla el experimento, y aparece en 1984… justo en el que estaban haciendo una prueba similar. Al parecer los vortices de ambos campos se cruzaron y se creó un enorme agujero dimensional que ahora está absorbiéndolo todo. Ahora el tipo – un maderoso Michael Paré, siglos antes de convertirse en habitué de las huestes de Uwe Boll (burp!) – aparece caminando en el desierto de Nevada, sin la más minima idea de lo que pasó, mientras el cielo presenta un clima apocalíptico. El problema es que entre eso y el obvio final – que el quía debe regresar por donde vino y apagar las máquinas del buque que provocaron el vórtice – hay dos toneladas de relleno, entre el cual se incluye el aberrante personaje de Nancy Allen – el cual sólo existe para que Paré coma, se vista y se informe de la época, amén de poder besuquearse con alguien del sexo opuesto -. No hay nada mas ilógico que las acciones de Allen: ¿qué mujer de la vida real terminaría por apoyar y financiar a un extraño que acaba de raptarla y robarla, amén de aceptar su versión de que es un viajero del tiempo que procede de 1943?. Bah, quizás hay mas gente necesitada de lo que uno piensa…

El otro punto flojo sin dudas es la fuga de Paré y Allen, quienes escapan de los únicos tipos que le pueden dar una explicación lógica a lo que les pasa. Es una excusa realmente estúpida para meter con calzador algunas persecuciones que hagan medianamente excitante el relato.

Eso no quita que El Experimento Filadelfia sea entretenida a pesar de sus problemas de desarrollo. En realidad es como si el guionista no supiera muy bien qué hacer con el componente científico del asunto y, en vez de explorar en profundidad la apertura de portales dimensionales, se dedicara a pasear al protagonista por media Norteamérica para que exponga notas de color sobre la vida moderna de aquel entonces – como descubrir que un actor mediocre llamado Ronald Reagan se ha transformado en el presidente norteamericano -. Todo esto transforma a El Experimento Filadelfia en un pastiche pasatista potable, aunque con cierto tufo a tema interesante que no obtuvo el desarrollo que realmente se merecía.