Crítica: Los Estados Confederados de America (C.S.A.: The Confederate States of America ) (2004)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 2004: Charles Frank (Narrador). Larry Peterson (John Ambrose Fauntroy V), Evamarii Johnson (Patricia Johnson), Rupert Pate (Sherman Hoyle), Arlo Kasper (viejo Abraham Lincoln)

Director: Kevin Willmott, Guión: Kevin Willmott

Trama: Después de dos años de prohibición un canal de la ciudad norteamericana de San Francisco se dispone a emitir “C.S.A.: Los Estados Confederados de America”, un documental hecho por periodistas ingleses y que trata sobre los momentos más oscuros de la historia de la nación. Así es como nos enteramos que los sureños ganaron la Guerra Civil de Secesión, capturando a Abraham Lincoln y encerrándolo en prisión por dos años antes de mandarlo al exilio en Canadá; que la esclavitud se ha mantenido vigente desde aquel entonces, convirtiendo a los Estados Confederados de America en una enorme potencia económica; que los confederados realizaron una política expansionista que terminó con la invasión de Centro y Sudamérica, quedando anexadas a la nación como territorios satélite; que las simpatías de los confederados por las políticas racistas de Hitler terminaron por traducirse en la aplicación de normas similares en territorio norteamericano, amén de excluir al país de la alianza montada contra los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial; y que la Confederación terminó desarrollando un estado de tensión permanente con el Canadá, en donde se refugiaron negros libertos y abolicionistas – quienes se organizaron bajo la forma de células guerrilleras y comenzaron a efectuar atentados en suelo norteamericano -, lo cual culminó con un gigantesco muro de cemento que se extendió a lo largo de toda la frontera entre ambos países.

C.S.A.: Los Estados Confederados de America (2004) El género denominado Historia Alternativa es tan extraño como apasionante. Mientras que ha resultado muy popular en la literatura, su presencia en el cine ha sido más bien escasa. El punto es que es un género demandante, ya que exige que el espectador tenga cierto conocimiento sobre el tema que se trata y le pide que se preste a un juego intelectual que resulta inmensamente satisfactorio si la premisa es desarrollada con sagacidad. Es por ello que la Historia Alternativa calza mejor con el formato de falso documental que como película, aunque el cine se ha podido dar el lujo de materializar un puñado de ejemplares de buena calidad como Esto Sucedió Aquí o Fatherland, películas que daban una versión alternativa de la Segunda Guerra Mundial montando el clásico escenario de una rotunda victoria nazi al final del conflicto.

Ciertamente el escenario de Hitler gana se ha transformado en un cliché del género – posiblemente porque la Segunda Guerra Mundial es un tema popular y harto conocido, amén de ser el que se presta a mayor cantidad de interpretaciones en clave de ciencia ficción, una herencia legada por esa obra cumbre del género que fue El Hombre en el Castillo de Phillip K. Dick -, pero no es la única variante que se puede jugar ya que la riqueza de la premisa es ilimitada. Yo me imagino – por ejemplo – a Artigas victorioso frente a los centralistas de Buenos Aires, y transformando a Argentina y Uruguay en una gran república federal, con lo cual las calles de Buenos Aires estarían atestadas de tipos munidos de termos bajo el brazo, la gente usaría la palabra “botija” como expresión popular, y el Pepe Mujica se iría todos los días a la Casa Rosada manejando su Escarabajo desde la residencia de Olivos – la que seguramente habría sido transformada en un albergue y comedor popular -. El tema es que, una vez observadas las reglas, uno puede aplicar la mecánica del juego intelectual en casi cualquier hecho histórico que se considere importante, planteando escenarios de “qué hubiera pasado si…”. En el caso que nos ocupa el juego está planteado sobre una virtual victoria de los esclavistas del Sur durante la Guerra de Secesión norteamericana – con la derrota de Lincoln y los suyos, y montando un estado racista que hubiera sobrevivido hasta nuestros días -.

En sí, C.S.A.: The Confederate States of America respeta algunos dogmas básicos creados por Dick para El Hombre en el Castillo; en especial, ése que indica que los hechos históricos – aunque la historia haya sido cambiada – “encuentran su camino” (como decía Jeff Goldblum en Jurassic Park). Vale decir, el escenario científico de la humanidad se encontraba tan maduro en 1945 que alguien debería crear la bomba atómica en dicho año. Mientras que en la obra de Dick eran los nazis – que han invadido y dominado Norteamérica, y la usan para bombardear a los japoneses, a quienes consideran una amenaza -, aquí son los norteamericanos quienes la han inventado para ganar una guerra expansionista que ellos mismos han disparado en el Pacífico; guerra que comenzó el 7 de diciembre de 1941 cuando los confederados atacaron una base militar japonesa y aprovecharon el envión para apoderarse de los territorios ocupados por los nipones durante décadas de expansionismo en el sur de Asia.

Por supuesto hay temas de C.S.A.: The Confederate States of America en los cuales uno participa intelectualmente y hay otros en los que no, simplemente porque escapan al conocimiento promedio del espectador. Las minucias de la Guerra de Secesión (y de la historia nacional de los Estados Unidos) son ajenas para la mayoría de personas que no viven en Norteamérica. Eso no quita que haya aspectos fascinantes, los cuales no sólo surgen de la imaginación de los autores del documental sino que son proyecciones basadas en teorías que mantenían los sureños de la época, amén del racconto de hechos bizarros que efectivamente ocurrieron a lo largo de toda la historia norteamericana. Por ejemplo, que la Confederación se haya expandido, invadiendo primero a Centroamérica y después a Sudamérica; que Lincoln se haya refugiado en Canadá y, desde allí, haya montado un movimiento libertario de resistencia; que la Confederación haya utilizado la condonación de impuestos a cambio de la contratación de mano de obra esclava, como medio de seducir a los norteños reaccionarios y libertarios, y sumirlos en sus mismas prácticas esclavistas; y desde ya toda la apasionante historia del siglo XX, con contactos de simpatía con la Alemania Nazi, la esclavización de indios y chinos, el establecimiento de un comercio constante con las naciones pobres de Africa – las cuales se han dedicados a capturar y depredar las tribus que consideran incivilizadas, vendiéndoselas a los norteamericanos -, e incluso el establecimiento de una Guerra Fría con Canadá – erigida ahora en el bastión de la libertad en Occidente, y siendo cuna de diversos movimientos guerrilleros que atentan contra el gobierno racista confederado – cuyo punto culminante es el levantamiento (en Agosto de 1961!) de un muro gigantesco a lo largo de toda la frontera norte, y creando una barrera impenetrable conocida como la “Cortina de Algodón”.

Para exponer toda esta riqueza de ideas, los responsables del filme decidieron encausarlo por el lado del falso documental, el que incluye entrevistas truchas, fragmentos de películas que nunca existieron – que son parodias a filmes conocidos de la época, como “Yo me Casé con un Abolicionista”, o “Lo que el Viento del Norte se Llevó”, por parafrasear a Yo me Casé con un Comunista o Lo que el Viento se Llevó -, y publicidades actuales como, p.ej., la posibilidad de comprar esclavos vía Internet, o la manera de cuidar los enseres de la casa (otra que Utilísima!), considerando a los esclavos como parte del mobiliario. Quizás lo más inquietante de todo esto es el programa experimental implementado por el gobierno, una especie de Naranja Mecánica esclavista en donde los morenos son adoctrinados mediante modernas técnicas de lavado de cerebro.

Ciertamente la abundancia de ideas y la exploración de ellas que hace el filme es notable. Quizás la puesta en escena demuestra a veces sus limitaciones de presupuesto – algunas performances son flojas, algunas recreaciones se ven baratas -, pero en ningún momento se transforma en un factor que desmerezca la obra. A lo sumo es cuestionable (y hasta por ahí) los minutos finales, los cuales devienen en una suerte de pequeña revancha contra uno de los protagonistas de esta versión ficticia de la historia, un tipo cuyos ancestros estuvieron enquistados en lo más alto de la política norteamericana desde la victoria de la Confederación, y que contribuyó a dictar algunas de las doctrinas más salvajes implementadas por el gobierno.

Mientras que el montaje histórico resulta fascinante, por otra parte es una obra que lo deja a uno pensando. Si uno sigue la perspectiva del director Kevin Willmott, verá que el esclavismo está enquistado en una antiquísima postura racista cuya evolución natural no difiere demasiado de la Alemania de Hitler. Hasta diría que Hitler toma inspiración en la postura supremacista de los esclavistas, estableciendo las diferencias entre los hombres como base para afirmar que existe una raza destinada a dominar a las otras. Aquí el documental le asigna una evolución muy similar a la nazi, incluyendo policías secretas, mecanismos de denuncia y hasta sistemas de control de pureza racial. La postura racista va mucho más allá, y alcanza tanto a los homosexuales como a los judíos y, por qué no, a los inmigrantes. Incluso en un momento se entronca directamente con el apartheid, con otros ariosesta vez, norteamericanos – armando zonas públicas exclusivas para blancos, régimen especialmente implementado en las colonias que la Confederación ha establecido en Centro y Sudamérica. Como puede verse el nazismo no es más que uno de los últimos estamentos en un modelo de pensamiento que siempre estuvo latente en diversos sectores de la humanidad durante casi toda su historia. En C.S.A.: The Confederate States of America la discriminación no llega a los mismos límites que el nazismo, ya que los confederados consideran que los judíos son una parte importante de la economía nacional, y que la matanza de las razas inferiores sólo devendría en una catástrofe económica ya que son la primera fuente de trabajo de la nación.

Es que en realidad el punto de vista inicial de la Confederación (y, según el documental, por el cual se enfrascaron en la Guerra de Secesión) era estrictamente económico, y se basaba en el respeto a la propiedad privada de los sureños – propiedad en cuyo haber figuraban los esclavos, cada uno de los cuales costaba el equivalente al de un coche de mediano lujo del día de hoy -. Los sureños obtienen la victoria porque Gran Bretaña y Francia los apoyan militarmente ya que consideran válido el reclamo de respetar la fuerte inversión en esclavos que habían hecho los hacendados confederados. Desde ese punto de vista, la guerra fue una batalla entre intervencionistas y capitalistas, con lo cual las premisas fundamentales de los esclavistas se emparentan con el laissez faire y el egoísmo racional de Ayn Rand, el ultraliberalismo y hasta el Tea Party de Sarah Palin (burp!). Un tiro por elevación que redunda en una conclusión notable y diferente de un acontecimiento harto conocido de la historia de la humanidad. Que después esos capitalistas ultraliberales le encontraran el gusto al despotismo y a la supremacía racial es la conclusión natural de años de mantener una injusticia basada en un poder absoluto e ilimitado.

C.S.A.: The Confederate States of America es una extraordinaria pieza de ficción. La puesta en escena es más que pasable, pero donde brilla es en el universo de las ideas. Ojalá uno se topara más seguido con obras de este calibre, ejercicios intelectuales fascinantes basados en una versión alternativa de la historia. Aquí el tema es la esclavitud, pero cualquier premisa es viable para un escenario alternativo – ¿qué hubiera pasado si…? -, generando universos de admirable complejidad.