Crítica: Equilibrium (2002)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / Alemania, 2002: Christian Bale (John Preston), Emily Watson (Mary O’Brien), Taye Diggs (Brandt), Angus McFadyen (Vice Consul Dupont), Sean Bean (Errol Partridge), William Fichtner (Jurgen), Matthew Harbour (Robbie Preston), Sean Pertwee (Padre)

Director: Kurt Wimmer, Guión: Kurt Wimmer, Musica – Klaus Badelt

Trama: La humanidad ha sobrevivido la tercera guerra mundial, pero las secuelas son terribles. Decididos a no repetir la devastadora experiencia, los hombres se han organizado bajo el estado de Libria, al mando de un líder conocido como Padre. Los dictámenes de la sociedad libriana imponen el uso diario de una droga llamada Prozium, que suprime las emociones humanas – y a las que le adjudican el origen de todas las guerras – . Todas las expresiones del sentimiento humano – incluyendo las artes – son declaradas ilegales, y los infractores son ejecutados en juicio sumario. Tras las fuerzas policiales que combaten a la insurgencia, se encuentra un grupo de elite conocido como los clérigos Tetra Grammaton. John Preston es uno de los más destacados miembros de dicha fuerza. Pero tras una serie de incidentes – primero, eliminando a un colega del servicio que ha comenzado a experimentar emociones; segundo, olvidando por error tomar la dosis diaria de Prozium -, Preston comienza a tener sentimientos, y a descubrir la realidad oculta tras el régimen libriano.

Equilibrium Esta coproducción germano americana es uno de los tantos clones surgidos en la era post Matrix. Mientras que en Europa fue un hit, en las plateas yanquis tuvo una tibia respuesta y fue rápidamente despachado a video. Y no resulta muy difícil comprender el por qué después de verla.

El concepto básico puede resumirse como Fahrenheit 451 encuentra a Matrix. De por sí no hay nada malo en esto (hay muchos filmes memorables que no son más que un collage de influencias); el problema es que el comienzo del film es terrible. Mientras que en Fahrenheit 451 el régimen totalitario de turno ha suprimido la palabra escrita (lo cual tiene cierto sentido, evitando la transmisión de ideas o políticas), aquí el concepto es llevado más allá hasta la supresión de cualquier clase de sentimientos (lo que teoricamente volvería a los humanos más humanos). No sólo es absurdo tomarlo como premisa válida – qué sentido tiene vivir sin experimentar felicidad, amor o tristeza – sino que la película comienza a demostrar la base de la teoría del modo más ridículo posible, con guerrilleros de la resistencia leyendo poemas y admirando obras de arte (y enfrascándose en terribles balaceras segundos después). Ya las sensaciones que uno siente en los minutos iniciales es que va a ser un film absolutamente idiota. Sin embargo, poco a poco la trama comienza a levantar algo de vuelo – a pesar de su absurda premisa -, especialmente cuando comenzamos a ver la vida de esta sociedad futurista en movimiento. Sin duda hay un montón de desgastados clisés que se han visto montones de veces en otros filmes, como las sociedades uniformadas, las pantallas gigantes con videos doctrinarios al estilo Gran Hermano de 1984, las siglas T del Tetra Grammaton formando una seudo esvástica, y la actitud tipo Gestapo de los Clérigos. Pero hay algunos momentos inspirados, en especial en las escenas de Preston con sus hijos, que parecen estar tan adoctrinados y dispuestos a denunciarlo al régimen si no toma su ración diaria de Prozium, que transmiten cierta sensación de paranoia urbana.

Es obvio que todo es un rejunte de ideas, desde las obvias (toda la simbología nazi camuflada que dice a gritos: “miren, esto es una metáfora de un régimen totalitario”) hasta algunas más sutiles, como el nombre de la droga (que recuerda al Prozac, el antidepresivo que millones de americanos utilizan en su vida diaria), que podrían resultar interesantes pero que el film no se embarca en explorar. En muchos casos la premisa roza el disparate, en especial cuando uno supone como pueden ser los matrimonios en un mundo carente de emociones. Y otro tanto va por errores u omisiones del director y guionista, ya que lo obvio es que este mundo esté habitado por autómatas humanos; pero mientras que Christian Bale hace una composición elogiable, comenzando a mutar lentamente desde su frialdad hasta la explosión de sentimentos, Taye Diggs – que interpreta a su nuevo compañero de fuerza – resulta terrible, con sonrisas y bromas ocasionales, lo que sería una obvia manifestación como “ofensor de los sentidos” (y merecedor de ser eliminado).

El segundo tercio de la película está bien llevado, en especial cuando Preston comienza a descubrir sus sentimientos tras la omisión de su dosis diaria de droga. A pesar de todos los huecos enormes de lógica del guión – como por ejemplo, que en un estado tan totalitario, las casas no cuenten con vigilancia interna por cámaras de TV; o que cualquiera pueda obviar la toma de Prozium, y comenzar a humanizarse súbitamente – ciertos pasajes logran mantener la tensión, y especialmente cuando se ingresa en el apartado acción, que resulta inspirado. Wimmer evita el clisé del bullet time, popularizado por Matrix, y desarrolla una serie de coreografías excitantes. Igual, a pesar de todo, insiste con algunos conceptos absurdos – como el Kata con Armas, o que los clérigos pueden realizar proezas sobrehumanas -, pero el gusto con que están hechas estas secuencias hacen olvidar las pifias argumentales. E incluso el film parece, en un momento, intentar algun vuelo realmente serio – liquidando a algunos de los protagonistas principales -, dotandolo de cierto dramatismo y apartándose de los clisés… pero termina por caer en todas las rutinas habidas y por haber en el último tercio, donde los agujeros del argumento son siderales. Es ridículo de que Preston experimente sentimientos a flor de piel y, en determinados momentos, regrese a su rutina de máquina despiadada de matar, sin movérsele un pelo; el complot final que se termina por ejecutar es absurdo, y Wimmer decide caer en la obviedad del final feliz, incluyendo personajes que cambian súbitamente de actitud – como el hijo de Preston – y eligiendo vías fáciles para llegar a una conclusión expeditiva que deje conforme a la platea.

Si el director hubiera tomado el camino contrario – en especial, en los diez minutos finales, y sin incluir numerosos Deus Ex Machina -, Equilibrium podría haberse redimido en el transcurso de su proyección, a pesar de la ridícula base de su historia. Lo lógico era que terminara todo mal, y que los villanos hubieran ganado a la fuerza de uno solo. Pero termina por ganar el disparate, con lo cual Equilibrium termina siendo una película muy despareja, entretenida por momentos, pero sin nada que la rescate del montón.