Crítica: El Túnel de las Pesadillas (Dreamscape) (1984)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1984: Dennis Quaid (Alex Gardner), Max Von Sydow (Dr Paul Novotny), Kate Capshaw (Jane De Vries), Christopher Plummer (Robert Blair), David Patrick Kelly (Tommy Ray Glatman), Eddie Albert (Presidente)

Director: Joseph Ruben, Guión: Bruce Cohn Curtis, David Loughery, Joseph Ruben & Chuck Russell

Trama: Alex Gardner es un muchacho dotado con extraordinarios poderes síquicos. El Dr. Paul Novotny – un investigador con quien Alex había trabajado años antes – lo vuelve a llamar para sumarlo a un proyecto innovador y altamente secreto: la posibilidad de insertarse en los sueños de otras personas. Los experimentos tienen un enorme éxito, aunque son vistos con recelo por Robert Blair, el misterioso secretario del gobierno responsable de la financiación del proyecto. Pero es que Blair tiene sus propias ideas acerca de la utilidad del experimento, y planea utilizarlo para ingresar en la mente del Presidente de los Estados Unidos, matarlo en sus sueños y así frenar sus intenciones pacifistas sobre un desarme nuclear unilateral. Ahora Alex es el único capaz de detener los planes de Blair y salvar al Presidente del atentado.

El Tunel de las Pesadillas Antes de El Origen y Pesadilla en lo Profundo de la Noche existió El Tunel de las Pesadillas. Este es un thriller de sci fi de modesta factura que pasó desapercibido en el momento de su estreno y que la historia se encargó de sepultarlo. Aquí hay un puñado de buenas e innovadoras ideas que se encuentran deslucidas debido a una ejecución muy rutinaria. El tema es el mundo de los sueños y las enormes posibilidades que ello brinda … pero aquí terminan ceñidas al formato de una conspiración vulgar y silvestre.

Pero ésta era una idea que prometía. Es posible que los guionistas se hayan inspirado en la malograda Proyecto Brainstorm (1983) para tomar la misma premisa y llevarla al terreno de los sueños en donde todo es posible. Aquí hay un joven con poderes mentales que es reclutado para un proyecto secreto que trata de insertar síquicamente a una persona en el sueño de otra – Dennis Quaid, que parecía un Harrison Ford joven, y cuya carrera tenía un enorme potencial hasta que el alcohol terminó por hundirlo a mediados de los años 90 -. Está el científico bueno que explora la noble potencialidad del experimento – Max Von Sydow, que se ve jovencísimo y parece increíble que sea el mismo actor que interpretara a un viejo sacerdote en El Exorcista 11 años antes -. Y está el retorcido operador gubernamental que imagina todos los siniestros usos posibles que se le puede dar al dispositivo – Christopher Plummer, que en esa época se especializaba en hacer papeles de villano -. No pasa mucho tiempo antes que Plummer le encuentre una aplicación práctica al aparatito; resulta que el presidente norteamericano (Eddie Albert) vive atormentado por una serie de pesadillas recurrentes en donde se ve como el responsable de una guerra nuclear que arrasaría la vida sobre el planeta Tierra. Decidido a alejar las probabilidades de semejante escenario apocalíptico, el presi decide iniciar un desarme unilateral por motus propio, el cual será anunciado en cuestión de días. Y como Plummer es un recalcitrante nacionalista enemigo de dicha idea, decide reclutar a un sicópata con poderes mentales – David Patrick Kelly, otro que hizo de loco durante el 90% de su carrera -, para que ingrese en la cabeza del presidente mientras duerme y lo asesine durante una de sus pesadillas.

Al menos el complot es competente aunque rutinario y para nada sutil. Nuestro héroe está rodeado de aliados con baja resistencia a las balas, lo que deviene en un montón de candidatos frescos para el cementerio. Está el consabido periodista que sabe demasiado (George Wendt), el que sirve de conejillo de indias humano como para que el protagonista se entere que los malos son realmente malos y pueden matar a cualquiera que se interponga en su camino. También está la científica Playmate de turno (la siempre apetecible Kate Capshaw, años antes de convertirse en la Sra. Spielberg), la que está decidida a ayudar a nuestro héroe en más de un sentido (!); y por último figura el simpático, amigable y paternal científico bueno (Sydow), el que va a dejar de respirar antes de que lleguen los títulos del final de la película. Como puede verse, todos estos personajes son típicos y figuran en el manual Conspiración Para Tontos, repitiendo el mismo esquema que uno ha visto hasta la saciedad en cientos de películas – El Informe Pelícano, Todos los Hombres del Presidente, Conspiración, etc -.

Pero El Tunel de las Pesadillas termina por deslucirse gracias a dos factores: el primero es que los villanos no ocultan en absoluto sus intenciones desde el primer segundo en que aparecen en pantalla. Para colmo sus performances van de lo inexpresivo (Plummer) a lo excesivamente afectado (Kelly) y por momentos bordea la autoparodia. El segundo punto es que las secuencias oníricas son mediocres. Algunos colores brillantes, un par de modelos a escala no muy creíbles y bastantes FX baratos. Recién sobre el final el libreto empieza a desplegar todas las posibilidades de semejante universo – paisajes apocalípticos, hombres bestias, mutantes, animales infernales, proezas físicas imposibles -, pero se trata de un puñado de minutos en el grueso de todo el filme. Si la película hubiera explorado más el aspecto fantástico de los sueños, el resultado hubiera sido mucho mejor.

El Tunel de las Pesadillas es un thriller fantástico ok. Se deja ver, es competente, pero desperdicia gran parte de su potencial. El director Joseph Ruben más tarde dirigiría cosas como El Padrastro (1987), El Angel Malvado (1993) y Misteriosa Obsesión (2004) (la que los aliens le borran los recuerdos a Julianne Moore).