Crítica: Dragonball: Evolución (2009)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / Hong Kong, 2009: Justin Chatwin (Goku), Emmy Rossum (Bulma), Chow Yun-Fat (Roshi), Jamie Chung (Chi Chi), Joon Park (Yamcha), James Marsters (Lord Piccolo)

Director: James Wong, Guión: Ben Ramsey, basado en el manga creado por Akira Toriyama

Trama: Las siete esferas de Dragon son una serie de talismanes que poderosos hechiceros utilizaron – hace doscientos años – para encerrar a un poderoso demonio conocido como Lord Piccolo. Pero Piccolo ha escapado de su prisión y se encuentra recolectando las esferas. Una de ellas le pertenece al joven Goku, quien la ha recibido de su abuelo como regalo de compleaños. Pero al hallar al anciano muerto – víctima de la incursión de Piccolo en su casa -, Goku saldrá a buscar venganza. Y en su camino se le unirán otros guerreros cuyas esferas han sido robadas por el demonio para exaltar su poder y dominar al mundo.

Dragonball: Evolution Dragonball es un manga creado por Akira Toriyama en 1984, que se transformó de inmediato en un resonante suceso. En 1986 llegaría el animé, y Dragonball se esparciría por todo el mundo durante los 13 años que estuvo en el aire. Desde ese entonces comenzó a considerarse el desarrollo de un proyecto live (con actores), pero lo único que surgió en todo ese tiempo fue un filme chino de 1989 que clonaba ilegalmente las premisas y los personajes de la historia.

En el 2009 nos llega esta versión, producida por Stephen Chow (Kung Fu Hustle) conjuntamente con capitales americanos. Al mando está James Wong, uno de los creativos tras la serie Los Expedientes Secretos X y que – tras el fin de la tira – desarrollaría varios proyectos con su socio Glen Morgan como la saga de Destino Final. Y para completar la grilla tenemos un cast heterogéneo, con Justin Chatwin (el hijo de Tom Cruise en La Guerra de los Mundos) como el personaje de marras, junto con Chow Yun-Fat y James Marsden.

Sinceramente la fama de la dupla Wong – Morgan es una burbuja sobreinflada y es un típico ejemplo de gente que se engolosina con su propia prensa (como le sucedíó últimamente a M. Night Shyamalan). Todo el mundo los tilda de genios y co-creadores de The X Files, pero todo lo que han hecho después de la serie ha sido un desastre en terminos de crítica y/o público. Aparte de Destino Final, se despacharon con la serie Space: Above and Beyond, que duró una sola temporada; después siguieron con la disparatada El Unico con Jet Li; y cuando se cansaron de hacer fracasos juntos, Morgan emigró a producir la nueva versión de La Mujer Bionica… que es otro engendro calcado de La Femme Nikita. Ahora le tocaba el turno de hundirse a Wong, y aquí hace los méritos él solito.

No vi nunca Dragonball. Los resúmenes sobre la historia general del manga / anime son ciertamente un disparate, pero en general cualquier comic lo suele ser, especialmente cuando se tiene cierta longevidad (¿de qué otro modo se puede mantener viva una franquicia si no es convirtiéndola en un culebrón?). El tema es que ese delirio suele venir en pequeñas dosis, de manera que los lectores van digiriendo los cambios de a poco. Por ello es que el gran mérito de Dragonball Evolution es meterlos todos juntos en 85 minutos, sin importarle lo estúpido que pueda parecer. Existe algo llamado curva de aprendizaje – el tiempo en que un espectador entiende las reglas de un determinado universo – y existe otra cosa denominada construcción de la credibilidad – hacer que las reglas de ese universo no suenen tan delirantes -. Al filme no le interesan ninguna de las dos.

Al ver Dragonball Evolution me viene a la memoria un cuento de Richard Matheson llamado Lemmings. Los lemmings son una especie de cobayos que siguen ciegamente al líder de la manada, no importa el camino que tome éste. En el cuento de Matheson la gente pensaba como esos roedores, y terminaban tirándose en masa al vacío, aún estando conscientes de que era una locura y de que iban a morir. En Dragonball Evolution asistimos al suicidio artístico masivo de todos sus integrantes; esto es, un grupo de individuos desquiciados lanzándose voluntariamente al precipicio.

Las razones del desastre son incontables. La historia no hace una pausa para establecer un mínimo de credibilidad. El personaje principal – que debería ser japonés – es ahora un adolescente yanqui. El inicio figura en la época actual, pero a mitad de camino aparecen ciudades futuristas y paisajes propios de la Tierra Media (¿en qué epoca y lugar dice que ocurría la historia?). Goku es un nerd que hace torpezas todo el tiempo – ¿se suponía de que tenían gracia? -. Pero si la interpretación de Justin Chatwin es molesta y absurda esperen a ver la de Chow Yun-Fat, que es sideralmente bizarra (¡al infinito y mas allá!), como si fuera un clon drogado de Jackie Chan y con el 5% de su gracia. Uno puede asumir que, en el animé, los personajes hacían carotas y otras gracias propias de la animación japonesa… pero cuando los actores quieren hacer lo mismo, resulta lamentable. Y si bien las peleas no están del todo mal y James Marsden impone la cuota de dignidad con su villano, no alcanza para redimir mínimamente el filme de toda la avalancha de atrocidades que tiene reservado el guión. Los diálogos de Chatwin son tan pero tan lamentables que uno no puede dar crédito a lo que acaba de oir. Y para cuando llega el clímax, el libreto vomita masivamente Deus Ex Machina hasta decir basta. No sólo no respeta sus propias reglas, sino que saca, saca y saca conejos de la galera.

¿Monumentalmente estúpida?. Sí. ¿Artísticamente atroz?. Completamente. ¿Un soberano bodrio?. No tanto como para incendiar el cine, pero definitivamente insulta la inteligencia del 99.99% de los espectadores. Aún con la enorme paciencia y sideral capacidad de tolerancia y comprensión que nos caracteriza, Dragonball Evolution supera por lejos todos nuestros límites.