Crítica: Dragon Wars (D-Wars) (2007)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Corea del Sur, 2007: Jason Behr (Ethan), Amanda Brooks (Sarah), Robert Forster (Jack), Aimee Garcia (Brandy), Craig Robinson (Bruce)

Director: Shim Hyung-rae, Guión: Shim Hyung-rae, Musica – Steve Jablonsky

Trama: Varias manzanas de Los Angeles han quedado destruidas y un reportero investiga el suceso. Allí encuentra indicios que se relacionan con su pasado, donde un vendedor de antiguedades le había contado sobre una vieja leyenda sur coreana. Existe un dragón que encarna al mal, llamado Buraki, que cada 500 años aparece para devorar a una doncella que posee el espíritu de su antagonista, el dragón bueno Narin. Ahora estos hechos se repiten en el presente, y el reportero es el elegido para ubicar y salvar a la reencarnación de la doncella en el tiempo actual. Pero legiones de seguidores de Buraki se materializan en el centro de Los Angeles, desatando una batalla campal en el centro de la ciudad, decididos a impedir que la nueva doncella pueda materializar a Narin y acabe con el reinado de terror de Buraki y sus acólitos.

Dragon Wars (D-Wars) Uno tiene criterios muuuy flexibles. Uno puede disfrutar como un niño que un tipo en un traje de goma berreta (y al que se le nota el cierre) pise maquetas de carton a lo loco, o que Raquel Welch se pasee en bikini y diga que es una científica nuclear; o bien que los hilitos de los platillos voladores se noten a la legua, y que Bela Lugosi sobreactúe a niveles siderales. Sí; uno tiene un criterio enormemente amplio a la hora de saborear filmes, sean de calidad o bizarros, si hay una historia de fondo que vale la pena y si no hay ningún atentado salvaje contra mis neuronas como espectador.

Y es por eso que D-Wars, una coproducción coreano – americana, me parece un ultraje a la audiencia. Mi cerebro ha sido violado numerosas veces mientras padecía su exhibición. Sin duda hay bodrios que precisan delirio, y hay otros que se pasan de rosca. Pero en general, cuando quien escribe estas líneas termina por lapidar a un film con el calificativo de una estrella, es que se sintió profundamente indignado mientras contemplaba una película que podría haber sido formidable pero es tan espectacularmente atroz que termina por hacer todo de la peor forma posible.

Uno ya sabe que se encuentra en problemas cuando una voz en off empieza a narrar una historia ancestral acerca de dragones buenos y malos… y no le da tiempo al espectador para digerirla. Al menos, terminados los títulos, uno tiene la expectativa de que por lo menos cuando los actores entren a escena, la trama baje el ritmo y se redima un poco. Pero los problemas siguen, especialmente cuando uno tiene tres flashbacks en menos de cinco minutos – un recuerdo de la niñez del periodista, el encuentro con un seudo maestro trascendental, la narración de una historia milenaria de Corea – que sólo terminan por oscurecer las cosas, y es un vomito masivo de datos que no tienen pies ni cabeza.

Aquí tenemos a Ethan (Jason Behr, de la serie Roswell) curioseando en una escena de desastre en una ciudad americana. Uno ni puede ver bien lo que pasó, ya que la secuencia tiene muchos cortes y pasa muy rápido, a lo sumo ve humito y casas ardiendo. Ethan encuentra un fragmento enterrado entre los restos de algo que parece ser una escama. De regreso en su oficina, recuerda que cuando era niño vió algo parecido en la tienda del comerciante de antigüedades Jack (Robert Forster, otro resucitado por Tarantino que, al igual que Travolta, después de su gran oportunidad ha comenzado a elegir cada vez peores papeles). Allí Ethan encuentra una caja donde parece residir el espíritu de un dragón. Jack se las ingenia para quedar solo con el chico y contarle una antiquisima leyenda coreana, acerca de un aprendiz de guerrero que salvó a una doncella de ser sacrificada para satisfacer los deseos (los más sublimes y los más perversos!) de un dragón conocido como Buraki. La doncella ha nacido con una marca de dragón en el hombro, lo que la hace la elegida – Yuh Yi Jo -, y es que qne realidad ella posee el espíritu del antagonista de Buraki, que es el dragón bueno Narin, el cual solo puede materializarlo cuando tenga 20 años, La chica es perseguida por una horda de clones de orcos, Sauron y el Rey Brujo de El Señor de los Anillos, aunque con efectos especiales más berretas. Cuando el ejército del mal llega al pueblito, el aprendiz de guerrero y la doncella escapan, asistidos por el maestro del primero, pero ante lo inevitable del acoso deciden matarse tirándose de un acantilado. Chim, pum!.

Hasta ahí, a uno le queda la sensación de que la película podría haber sido mucho mejor si se hubiera quedado en la Corea medieval, con la historia de guerreros y magos. Los FX al menos son digeribles, con hordas de bichos enormes cargando cohetes que parecen misiles Tomahawk de la edad media, más algunos otros animalejos afanados del planeta Hoth de El Imperio Contraataca. Pero no, el director es más ambicioso, y decide ir más lejos … para su desgracia.

De regreso en el segundo flashback (Jack y el chico), le dice que ambos son el espíritu reencarnado del maestro y del aprendiz respectivamente, y que Ethan deberá en el futuro encontrar a la reencarnación de la chica para volver a salvarla de los seguidores de Buraki y del dragón mismo – algo que pasa cada 500 años -. Obviamente las reencarnaciones no tienen lugar en Corea sino en Hollywood, donde se pueden contratar actores medianamente conocidos y vender el film a mercados internacionales – ¿cómo un espíritu coreano fue a parar a Norteamérica? -.

Acto seguido regresamos al presente, y Ethan sale a buscar a la chica, de la cual sólo sabe que va a cumplir los 20, tiene un tatuaje, y (de la galera) sabe que se llama Sarah (sí, Sarah Connor!!!!!!). Lo que sigue a partir de allí es una flagrante copia de Terminator con: chica aburrida que tiene premoniciones, todo el mundo la busca, tiene un par de amigos que pasan al status de cadaver cuando confunden su identidad con Sarah, la chica termina encerrada en un hospital y todos la dan por loca, y el dragón / terminator va a buscarla al nosocomio donde justo Ethan / Reese justo la rescata a tiempo. No sólo al director Shim Hyung-rae se le escapa de que al menos Terminator era un robot camuflado de tipo y pasaba desapercibido en vez de una serpiente gigante de 500 metros de largo, sino que asume que todos en Los Angeles están tan drogados que nadie puede ver a una criatura del tamaño del Titanic rondando por las calles – la escena del cuidador del Zoo, que descubre a Buraki masticándose un elefante es un papable ejemplo, ya que al pobre tipo terminan por darlo por loco -.

Y mientras Ethan y Sarah se dan a la fuga, Jack aparece de tanto en tanto como un seudo Obi-Wan Kenobi, cambiando de formas, dandole consejos, sacándoles las papas del fuego. Ethan está convencido de que puede invocar al espíritu del dragón bueno y va a ver a un espiritista, momento en el cual Sarah se transforma y termina por levitar al mejor estilo de El Exorcista. Como si los robos de filmes mejores que éste no alcanzaran a Shim Hyung-rae, Buraki y sus acólitos aparecen en medio de Los Angeles para capturar a la parejita, persiguiéndolos tras su 4×4, dándolo vuelta y respirándole en la cara tal como Jurassic Park (igualito, igualito). Por lo menos ahí la película logra despegarse un poco de la idiotez de arrastre, generando unos choques masivos muy interesantes entre el ejército de Sauron de segunda y tropas militares de élite en medio de las calles de la ciudad. Es formidable ver helicópteros Apache y tanques M1 a balazo limpio con dinosaurios voladores y manadas de seudo trolls… pero como Shim Hyung-rae no tiene demasiada imaginación propia, insiste en robar ahora escenas de Godzilla (1998) con helicópteros persiguiendo a bichos entre rascacielos y siendo devorados desde abajo. Lamentable.

Ethan y Sarah terminan por ser atrapados, y cuando Buraki está a punto de desayunarse a la chica, Sarah decide largarse un erupto metafísico que libera a Narin, y los bichos se van a las tortas en una secuencia confusamente filmada. El bien triunfa sobre el mal, y todos felices y contentos. Chim, pum (2) !

Esta atrocidad fue dirigida por Shim Hyung-rae, un director sur coreano que viene filmando delirios desde 1984 (y es responsable de la versión moderna de Yonggary, el Godzilla coreano). Obviamente el tipo se cree el George Lucas asiático y no tiene el más mínimo control de calidad interno sobre lo que escribe y dirige. Acá tiene un presupuesto muy abundante – es la producción coreana más cara de todos los tiempos -, pero podría haber hecho algo realmente sensacional y no el bofe resultante. Salvo que a usted le hayan hecho una lobotomía recientemente, o bien se haya cargado 3 o 4 cervezas de a litro encima, le recomiendo que se aleje de Dragon Wars. Hay otros filmes de los que nos gustan que están mejor hechos y son más divertidos, que al menos no le ultrajan las neuronas repetidas veces como esta monumental idiotez.