Crítica: Dios me lo Ordenó (1976)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1976: Tony Lo Bianco (detective Peter Nicholas), Deborah Raffin (Casey Forster), Sandy Dennis (Martha Nicholas), Sylvia Sidney (Elizabeth Mullin), Sam Levene (Everett Lukas), Richard Lynch (Bernard Phillips)

Director: Larry Cohen, Guión: Larry Cohen

Trama: El detective Peter Nicholas asiste a un operativo policial en donde logran cercar a un francotirador que ha matado a 14 personas en Nueva York. El homicida le dice a Nicholas que Dios le ha ordenado cometer esos asesinatos, e inmediatamente se arroja al vacío. Al comenzar a investigar el caso, Nicholas descubre que hay numerosos episodios de homicidios masivos en donde los asesinos dicen haber alucinado sobre la voz de Dios. Lo cierto es que hay un hombre en común – Bernard Phillips -, quien ha estado en contacto con todos los homicidas. Pero a medida que investiga a Phillips, Nicholas irá descubriendo cosas inquietantes – desde la millonaria secta que lo apoya, hasta su parto por cesárea de madre virgen y padre desconocido -, lo que lo llevará a pensar en que hay algo sobrenatural en torno a su figura.

Dios me lo Ordeno (1976) Dios me lo Ordenó es otro título del director de culto Larry Cohen, autor de El Monstruo Está Vivo, The Stuff, y Q, la Serpiente Alada entre otros filmes. Acá Cohen se despacha con un proyecto absolutamente delirante que lamentablemente no termina de cuajar como corresponde. Después de un comienzo auspicioso la película empieza a ir a los saltos, y da la impresión de Cohen terminó por enredarse con su propia premisa. De todos modos el filme otorga un puñado de buenos momentos que compensa sus problemas narrativos.

Cuando Tony Lo Bianco comienza a investigar y descubre que varios asesinos seriales han sufrido una revelación divina que les ordenaba matar, uno empieza a pensar en algo parecido a Fallen (1998), en donde Denzel Washington descubría que había un demonio que se pasaba de persona en persona para cometer homicidios. Más cuando aparece la figura de Bernard Phillips como común denominador. En el medio la película empieza a meterse con toda una imaginería religiosa que sirve como trasfondo para pensar si Phillips no es un enviado divino – hijo de madre virgen, sexo sin definir al nacer, la gente percibe una luminosidad cuando lo ven y nadie distingue su cara, etc -. El problema es que cuando llega a ese punto, Cohen se traba y empieza a disparar fruta (léase: subtramas que no le importan a nadie) que sólo sirve para distraernos de la historia principal. No es que el material de relleno esté mal – por el contrario, Cohen se despacha con un excelente desarrollo sobre una relación matrimonial muy liberal, en donde Sandy Dennis tolera y hasta conoce a la amante de Lo Bianco, y que daría de sobra para un buen drama -, pero está al divino botón y no aporta nada a la trama. Lo único que añade es que Lo Bianco es muy creyente y punto. El resto – los diálogos sobre el futuro de los tres amantes, la investigación policial sobre si Lo Bianco está en sus cabales, la subtrama del policía negro corrupto – es una galería de adornos metidos para hacer tiempo y que el filme complete la duración standard de 90 minutos, pero cortan completamente el interés del espectador. Incluso la película tiene problemas de edición, ya que salta olímpicamente de una situación a la otra sin ningún tipo de transición.

Cohen podría haber podado perfectamente esas subtramas para darle oxígeno a la historia principal y generar una continuidad del clima inicial de suspenso. Pero cuando se decide a retomarla, empieza a disparar de manera interminable un Deus Ex Machina tras otro, y algunos de ellos son bastante irritantes. Desde una secta de gente poderosa que conoce a Phillips y quiere detener al detective, los testimonios casuales de antiguos policías que vieron algo similar en los años 50, hasta llegar al delirio extremo (alerta spoilers) de que Phillips es un experimento biológico extraterrestre, y de que el detective tiene un origen similar. Yo no tengo problemas en aceptar a Richard Lynch como algo malévolo y alienígena que decidió tomar la forma y mitología cristiana para manipular a la gente (aunque el filme nunca dice para qué; ¿hacer que la gente se mate entre sí para preparar una invasión extraterrestre? ¿o simplemente dominar a la humanidad por el terror?); pero de allí a meter a Tony Lo Bianco como una mutación similar suena a algo demasiado traído de los pelos – es un engendro creado por el propio guión para poner una figura opuesta y de poder similar a la de Lynch – . La escena de Tony Lo Bianco en el garito de los mafiosos negros es soberanamente ridícula, ya que el detective descubre y usa sus poderes a los cinco minutos de enterarse de la verdad de su origen. Y así como todo esto exige un estado sideral de suspensión de la credibilidad, lo mismo ocurre con el climax, que se desploma tal como la casa en donde tienen la reunión los protagonistas. Da la impresión que Cohen se había quedado sin combustible intelectual para esa altura, y le dio un cierre a la historia como pudo (fin de spoilers).

Dios me lo Ordenó es un filme que precisa desesperadamente una remake, con un guionista que pula y ordene las ideas que Cohen puso en la historia. Así como está, es una desprolijidad plagada de momentos interesantes y otros demasiado delirantes, pero nadie puede acusar a Cohen de no ser original.