Crítica: Dick Tracy (1990)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1990: Warren Beatty (Dick Tracy), Madonna (Susurros Mahoney), Al Pacino (Big Boy Caprice), Charlie Korsmo (niño), Glenne Headley (Tess Trueheart), William Forsythe (Flattop), Mandy Patinkin (88 Teclas), Dick Van Dyke (D.A. Fletcher), Charles Durning (jefe Brandon), Dustin Hoffman (Murmullos), Ed O’Ross (Itchy), R.G. Armstrong (Cara de Higo), Paul Sorvino (Labios Manliss)

Director: Warren Beatty, Guión: Jim Cash & Jack Epps Jr, basados en el comic creado por Chester Gould

Trama: Los años 30, en una Norteamérica de fantasía. El mafioso Big Boy Caprice se ha apoderado por la fuerza del cabaret Ritz y el detective Dick Tracy lo tiene entre ceja y ceja. Tracy sospecha que Caprice ha asesinado a su anterior dueño, Labios Manliss, para quedarse con el club y por ello ha comenzado a presionar a su antigua amante – y actual cantante del lugar – Susurros Mahoney. Pero Susurros no suelta palabra y las pistas sobre Caprice se diluyen… hasta que un misterioso asesino sin rostro comienza a hacer de las suyas, diezmando tanto a las fuerzas policiales como a las de Caprice, en una venganza sin aparente sentido. Y ahora Tracy ha caído en una trampa del criminal, siendo injustamente inculpado por la muerte del corrupto fiscal Fletcher. Sólo la fidelidad de sus aliados y amigos podrá salvar a Tracy de la cárcel y de la humillación pública mientras busca desesperadamente dar con el paradero del cerebro criminal responsable de su emboscada.

Dick Tracy (1990) Dick Tracy es un producto de su época. Nació en 1931 y reflejó de inmediato la violencia y la sordidez provocada por la era de oro del hampa de Chicago. La tira de Chester Gould se volvió rápidamente popular, aún cuando el trazo dejaba bastante que desear. Como sea, el estilo de Gould se mantuvo imperturbable hasta 1977 (época en que se retiró del dibujo), y su legado continuó en manos de otros artistas, quienes se dedicaron a actualizar detalles menores de su mitología – como, por ejemplo, convertir el reloj radio de Dick Tracy en una computadora de pulsera – y continúa hasta el día de hoy. Pero lo que hoy es una intriga policial plasmada en una historieta, en los años 30 significaba otra cosa. Para Gould, Tracy era un paladín que representaba el bien en un mundo plagado de negro – considerando la corrupción policial y el débil sistema judicial de aquel entonces – y, en tal sentido, la historieta tenía un fin moralizante – como una parábola que busca inculcar valores a su lectores, y les brinda esperanzas sobre la solución de un problema que parece irremediable -. Es por ello que puede verse a Dick Tracy como el epitome del G-Man, el investigador del gobierno que lucha día y noche contra el crimen, y que posee una moral pristina e incorruptible (una imagen que logró vender en la vida real J. Edgar Hoover durante los años de la ley seca, y que le sirvió para encaramarse en lo alto del FBI durante décadas, desvirtuando el sentido inicial de su causa hasta terminar por convertirse en un ogro que operaba su propio ejército privado, espiaba – y chantajeaba – a todo el mundo, y era temido por igual por líderes políticos, capos de la mafia y presidentes de la nación). Por otra parte, Gould consideraba que los criminales carecían de redención posible y los perfilaba como deformes, como si sus propios pecados hubieran corrompido su carne y los hubieran convertido en monstruos semi-humanos. Sumando a esto la violencia de la tira – inusual para su época – y las elaboradas intrigas que formaban sus historias, no era de extrañar que la historieta obtuviera una masiva corriente de adeptos. Vinieron los seriales, los dibujos animados y luego un piloto de TVque aquí comentamos, producido por los responsables de la serie Batman de 1966 -, el cual no llegó a prosperar.

Llegan los finales de la década del 80 y aparece el taquillazo del Batman de Tim Burton. Todo el mundo en Hollywood se enloquece y sale a adquirir los derechos de cualquier comic – si es super héroe, mejor; si no, no importa – para llevarlo al cine y llenarse los bolsillos. Aparecen muchas cosas horribles (Capitán América, la versión cormaniana de Los Cuatro Fantásticos, etc), y algunas cosas potables que recaudan muy bien (La Máscara, Darkman). Y por allí andaban dando vuelta los derechos de Dick Tracy, los cuales pasaron por las manos de Steven Spielberg y John Landis en un momento determinado. Lo más curioso de todo es que los derechos fueron a parar al bolsillo del tipo menos pensado, un galán de los años 70 que se había redescubierto como director de gran talento. ¿Quién iba a pensar que el oscarizado Warren Beatty iba a querer dirigir una película sobre una historieta?.

Lo cierto es que Beatty era un gran fan de la tira y desde los 70 ambicionaba realizar el film. Claro, con él como protagonista, no como director. En un momento determinado su fe en el proyecto lo llevó a comprar con plata de su bolsillo los derechos, y salió a cazar guionistas y productores que le ayudaran a materializarlo. Curiosamente fue la Disney quien única que le dió bolilla, aún cuando los filmes de Beatty – como Reds – fueron éxito de crítica pero serios fracasos de taquilla.

Ciertamente es innegable el talento de Beatty como cineasta. Aqui el tipo se despachó con una puesta en escena formidable, creando un mundo concebido en una escala cromática de siete colores puros – los mismos que aparecen en las tiras de Chester Gould -. Súmenle a esto unos excepcionales efectos especiales y obtendrán un universo totalmente irreal, como si fuera una visión sicotrónica del Chicago de los años 30 plasmada en colores violentamente intensos.

Mientras que Dick Tracy es una obra maestra en lo visual, en cuanto al resto deja bastante que desear. Oh, sí, el filme tiene sus momentos, pero es largo y no muy excitante que digamos. El primer problema es que la historia es bastante redundante – esta gente va y viene de la comisaría al cabaret, al departamento de Tracy y a un viejo almacén -, y hay mucha cháchara pero poca acción. El otro problema es que las actuaciones son dispares. Madonna está ok como la gatita de turno en apuros (que puede convertirse en tigresa en cualquier momento), y los aliados de Tracy son notables (Glenne Headley y Charlie Korsmo); pero Al Pacino sobreactúa salvajemente y termina siendo irritante. Y, por supuesto, está Warren Beatty, el cual no sirve para el papel – lisa y llanamente -. Carece de carisma, no es creíble como tipo duro y, lo que es peor, hay momentos en que se lo ve totalmente perdido – como si estuviera sobredosificado de Alplax, con su rostro en blanco y sus ojos haciendo “tilt” -. En todas las escenas en las que participa se ve ensombrecido por cualquier otro intérprete del elenco. Si hubieran moderado a Pacino y hubieran puesto, por ejemplo, a Jack Nicholson (que fue candidato al papel en su momento) en el rol de Tracy, y el resultado habría sido mucho mejor.

Son los asombrosos efectos visuales los que disparan la calificación de Dick Tracy; por lo demás, es un filme apenas ok. Una vez que uno se acostumbra a la maravilla de lo visual verá que se trata de un entretenimiento modesto, el cual hubiera resultado mucho más efectivo con algo de sintonía fina. Como suele pasar con las adaptaciones de comics provenientes de la factoría Disney, son productos fieles al original pero carentes de adrenalina, lo cual es una lástima en vista del despliegue de producción realizado.

DICK TRACY

Algunas películas sobre el personaje comentadas en este portal: Dick Tracy (1967, piloto para la TV) – Dick Tracy (1990)