Crítica: El Dia Después (The Day After) (1983)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1983: Jason Robards (Dr Russell Oakes), Steve Guttenberg (Steven Klein), Bibi Besch (Eve Dahlberg), John Cullum (Jim Dahlberg), Amy Madigan (Alison Ransom), Georgeanna Johnson (Helen Oakes), William Allen Young (McCoy), JoBeth Williams (Nancy Baker), John Lithgow (profesor John Husley)

Director: Nicholas Meyer, Guión: Edward Hume, Musica – David Rackskin

Trama: Varias historias se tejen alrededor de la ciudad de Kansas City. La región es una de las zonas más concentradas de silos misilísticos. Las noticias dan parte de la escalada de un conflicto militar en Alemania Oriental, donde es inminente el choque entre las fuerzas de la OTAN y el Pacto de Varsovia. A raíz del bloqueo total a la dividida ciudad de Berlín, Norteamérica es puesta en sobre aviso pero en poco tiempo las refriegas comienzan, y los bandos comienzan a utilizar armas atómicas de corto alcance. La escalada de agresiones es casi instantánea, y en pocas horas el país se encuentra en alerta roja. Los pobladores de Kansas asisten aterrados al lanzamiento de misiles nucleares hacia la Unión Soviética, y en cuestión de minutos la represalia rusa cae sobre la ciudad. Entonces comenzará una desesperada carrera por la supervivencia.

El Dia Despues (The Day After) Este es un efectivo telefilme que produjo un enorme revuelo en su emisión original en las pantallas de la cadena americana ABC en Noviembre de 1983. Obtuvo el rating más alto de la historia (más de 100 millones de televidentes en su estreno) y generó una oleada de acalorados debates especialmente en un momento recalentado de la escalada armamentista de la era Reagan. Quizás su impacto haya tenido que ver con la lenta pero gradual disminución de velocidad en la carrera atómica de mediados de los 80, pero eso sería especular demasiado. Lo que sí es cierto que el mismo Ronald Reagan vió el filme e incluso se carteó con el director Meyer.

Pero El Día Después dista muchísimo de ser una película silenciosa que terminó por explotar en las pantallas de millones de televidentes norteamericanos. No es ni por asomo un fenómeno espontáneo – como fuera la emisión radial de Orson Welles de La Guerra de los Mundos en 1938 -, sino una larga y calculada maniobra de marketing que se tomó dos años hasta asestar el golpe. El proyecto empezó a partir de 1981, cuando el presidente de la cadena ABC, Brandon Stoddard, se sintió shockeado al ver El Sindrome de China y decidió hacer un filme sobre el terror nuclear. Inmediatamente comisionó al guionista Edward Hume para realizar un libreto sobre el posible impacto de un ataque misilístico a gran escala sobre USA, y con el mayor grado de realismo. Pero a pesar de su impulso y de su guión, el proyecto tendría muchas idas y vueltas, con varios cambios de director hasta llegar a Nicholas Meyer. Meyer – que piloteara Viaje a las Estrellas II: La Ira de Khan – impuso inmediatamente algunas políticas férreas como condición para permanecer al mando: debía tener el corte final, la película no debería sufrir cortes adicionales, y el tono debería ser estrictamente realista.

Lo que siguió después fue una enorme batalla de Meyer contra organismos gubernamentales, comisiones de censura de la misma ABC, y presiones de todo tipo. Desde la pelea con los censores de la cadena, que no querían mostrar escenas gráficas de quemaduras además de recortar secuencias sobre los horrores de la guerra, hasta la lucha con las Fuerzas Armadas que le negaron apoyo a Meyer – no le concedieron películas de stock sobre test atómicos; le negaron información de respaldo, e incluso le pidieron mostrar que la URSS era quien había realizado el primer ataque -. Pero Meyer y los productores siguieron adelante, y la ABC comenzó a realizar una lenta pero prolongada campaña publicitaria promocionando al filme desde 6 meses antes de su emisión, e incluyendo una programación posterior plagada de debates y documentales para encender la polémica. Pocas veces uno ha visto semejante despliegue publicitario (y hecho de un modo tan inteligente); y, salvando las distancias, es similar a la campaña adicional realizada para The Blair Witch Project donde los productores consiguieron crear el mito antes de haber proyectado un sólo fotograma del filme.

Y la verdad es que El Dia Después llena bastante bien las expectativas que construyó durante esa campaña publicitaria. Dramáticamente es un filme bastante pobre: los personajes no tienen nada memorable, y son similares a los castings de las películas de cine catástrofe – una gran masa de actores personificando clisés y recitando diálogos rutinarios -, lo que la hace una película Aeropuerto con bombardeo atómico incluído. Las líneas son mejores que el promedio, pero los caracteres terminan por ser anónimos. Si el film se hubiera concebido de un modo mas trascendental, los personajes serían épicos hombres atormentados recitando profundas líneas filosóficas (el impacto hubiese sido mayor en manos de un gran director como un Kubrick, por ejemplo). Aquí en cambio son un montón de personas promedio sin demasiada personalidad, que esporádicamente se turnan para espetar algunos conceptos inteligentes que tira el guionista.

Eso no es necesariamente malo, pero los resultados podían haber sido mejores. El mayor valor reside en la dirección de Meyer, que logra inyectarle más personalidad a la historia a través de la fuerza de sus imágenes. Es cierto que el filme utiliza un tono a veces demasiado edulcorado: la primera parte donde se establece el setup es una America sub urbana de película que a veces asquea – la novia de pueblo que se escapa con su futuro marido dos días antes de la boda; el padre de familia que ve alejarse a su hija, mudándose a la gran ciudad -. Esto, parafraseando a Roger Ebert, podríamos llamarlo como el síndrome de la virgen violada, donde vemos imágenes encantadoras y románticas de la protagonista. Y entonces la violan salvajemente una y otra y otra vez. Es como si un filme de la Disney, en mitad de proyección y mientras los animalitos cantan y bailan, cayera una bomba atómica y aniquilara a tres cuartas partes del elenco.

Sin duda el propósito de Meyer es puramente exploitation. Y lo logra, a base de golpes de impacto. Por suerte el libreto no busca ni finales ni tramas intermedias felices: el futuro novio de la chica perece, la familia del médico se evapora en pleno ataque, no hay héroes de ningún tipo. Simplemente supervivientes. El momento del lanzamiento de los misiles es shockeante; la escena donde la mujer del granjero – que tiene instalado un silo nuclear en el fondo de su casa – ve los gases iniciales y el posterior lanzamiento es memorable. La ciudad surcada por las numerosas estelas de los cohetes es sencillamente escalofriante.

Pero la tensión de esos diez minutos centrales no es recuperada después de pasado el momento. Las ciudades evaporadas, los hospitales abarrotados, la falta de energía y alimentos… en otros filmes (fantásticos, por cierto) ya lo hemos visto. Reiterando lo dicho antes, en vez de incluír algun personaje filosófico en la trama – que se tomara unos minutos para reflexionar sobre el apocalipsis -, el guión se decanta por introducir viñetas de la situación posterior. Muchos de sus diálogos y situaciones están muy bien: desde el militar que dice que “esta guerra ya terminó” y es obligado a permanecer vigilando el silo vacío mientras los misiles rusos están al caer, hasta los tendales de moribundos deformados por los efectos de la radiación. Pero nadie, en ningún momento, levanta su puño contra los militares (o contra Dios, o contra alguien) para maldecir por el destino. Si uno podara la primera parte del filme bien podría ser un documental no autorizado por el gobierno sobre los desvastadores efectos de las bombas atómicas.

Nicholas Meyer ha expresado que ése era su propósito: no quería hacer la película dramática de la semana sino un enorme aviso publicitario de dos horas acerca de la inutilidad de la guerra atómica. A pesar de que las eras cambiaron, el film conserva su capacidad de impacto. En lo personal me hubiera gustado de que la película fuera más reflexiva; así como está shockea pero se queda algo corta a la hora de estimular las neuronas.