Crítica: La Casa de las Dagas Voladoras (2004)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorChina / Hong Kong, 2004: Takeshi Kaneshiro (Capitán Jin / Viento), Zhang Ziyi (Xiao Mei), Andy Lau (Capitan Leo), Song Dandan (Madame Yee)

Director: Zhang Yimou, Guión: Zhang Yimou, Li Feng & Wang Bin

Trama: China, año 849. Después de siglos de expansión, el último emperador ha demostrado tener mano débil y China comienza su decadencia. El gobierno se infesta de corrupción, y muy pronto surgen grupos armados que intentan derrocarlo. El más peligroso de ellos es el conocido como la Casa de las Dagas Voladoras, un grupo de asesinos altamente entrenados. En un incidente en una casa de te es arrestada Xiao Mei, una danzarina ciega acusada de atentar contra uno de sus clientes. Pero en realidad la guardia imperial sospecha que Mei es la hija del recientemente asesinado líder de las Dagas Voladoras, y pretende seguirle el rastro hasta el cuartel central del grupo. Para ello, el capitán Jin se hace pasar por Viento, un inconformista del régimen, y rescata a Mei de las mazmorras imperiales. Muy pronto ambos se encuentran escapando de la guardia imperial; pero aunque Jin recibió ordenes precisas de no involucrarse sentimentalmente con Mei, el capitán terminará por enamorarse de la muchacha, con insospechadas consecuencias.

La Casa de las Dagas Voladoras La Casa de las Dagas Voladoras fue concebido como film de companía de Heroe por parte del director Zhang Yimou. Ambos filmes tratan sobre una visión estilizada de la China en la época imperial – es la óptica refinada de Zhang Yimou sobre el Wu Xia, el género de caballería marcial china impregnado con ribetes fantásticos -, y cuentan con Zhang Ziyi en el elenco. Y ambas películas terminarían por ser nominadas al Oscar.

Pero así como sucedía con Heroe, La Casa de las Dagas Voladoras falla en el último acto, aunque por razones muy diferentes. Ciertamente el clímax de Heroe era incomprensible para el espectador occidental promedio, que esperaba un baño de sangre de acuerdo a lo que dictaba el género – sólo para terminar sorprendido por una lección de sacrificio y hasta de sabiduría, con lo cual el relato terminaba por convertirse en una fábula con moraleja incluída -. Pero en La Casa de las Dagas Voladoras, Yimou utiliza una estructura mucho más tradicional, con la cual la fuerza de los hechos debería llegar a una conclusión previsible. El problema es que a Yimou no le gustan los clisés, y se despacha con una vuelca de tuerca absurda, que arruina todo lo logrado durante los dos primeros tercios de la película, encaja las sorpresas con calzador respecto del resto de la historia y, para colmo, termina por incluir algunos Deus Ex Machina que – en vez de realzar el sentido del final – lastiman el climax del film.

La Casa de las Dagas Voladoras es una historia de amor y tragedia con ribetes de épica. Acá los protagonistas se enamoran en el contexto de una situación dramáticamente acuciante. Desde el inicio – con la falsa identidad del capitán Jin – uno sabe que las cosas van a terminar mal y que el guerrero terminará involucrado sentimentalmente con la doncella. En el medio, las persecuciones, traiciones y acontecimientos inesperados añaden tensión a la historia. Desde la magnífica fotografía, inundada de colorido brillante, hasta las fabulosas coreografías de las peleas, los FX excelentes (al servicio de la historia) y las buenas interpretaciones, el film es impecable. Mei es un personaje fascinante, concebido como la versión femenina de Zatoichi – el espadachin ciego que es figura recurrente en el cine japones -. Y el capitan Jin es igual de aguerrido, sólo que comienza a afligirse al verse afectado por la sensibilidad de la doncella guerrera.

El problema es el final, que es un disparate. (alerta: spoilers). Todo cuadraba en el film para resultar en una tragedia. El tema principal de la película era que, cuando un individuo miente, traspasa ciertos límites y desencadena una sucesión de actos basados en su mentira que lo lleva a un fin irremediable y diferente al propuesto inicialmente. Que Mei pudiera ver y todo resultara una trampa de las Dagas Voladoras para atrapar a Jin, era previsible. Pero lo ideal aquí hubiera sido que Jin – que ya había quebrado todos sus tabues – incluso matando incluso a guardias imperiales con tal de cumplir su misión – hubiera llegado al punto sin retorno, y terminara por aliarse con Mei, mientras le expresaba su amor y eran emboscados por el ejército. Vale decir, la presencia de Mei provocaba el fin trágico de Jin. Pero, en vez de eso – y cuando una tonelada de hechos empuja para que el film tome ese final o uno similar -, el director Zhang Yimou se despacha con que el capitán Leo (quien encargara la misión a Jin) es un doble agente de las Dagas Voladoras, y está enamorado de Mei desde hace años. Es absurdo. Del mismo modo que la misión principal – capturar a Jin – carece de sentido. ¿Para sacarle información? ¿Para corromperlo?. Uno ve a los cinco minutos que los asesinos dan la orden de deshacerse de Jin (semejante esfuerzo y se ve que no sirvió para mucho). Si uno lo ve en retrospectiva, nada de esto tiene lógica – las pruebas de la danza de los tambores en la casa de te a las que Mei es forzada por el capitan Leo; las persecuciones de los guardias imperiales -. Es como si Yimou quisiera hacer un juego de cajas chinas, sacando más y más sorpresas a cada instante, pero pasado cierto punto, las revelaciones terminan por ser golpes de efecto completamente absurdos. Para colmo el combate final es ridículo, con Mei volviendo de la muerte y un montón de disparates que podrían haberse podado y expuesto de otra manera, como para sincronizar que Mei muriera en los brazos de Jin – es que, desde la revelación de Leo como agente comprado por las Dagas Voladoras y enamorado de Mei, la película arruinó el delicado equilibrio del grado de credibilidad que venía manteniendo el director -. El último tercio del film está desarrollado como el demonio, y hubiera precisado una profunda pulida del libreto. (fin de spoilers)

La Casa de las Dagas Voladoras tiene un 80% de obra maestra y 20% de disparate. Tenía todo para generar una tragedia memorable; pero el exceso de rosca de Zhang Yimou por intentar salir de los estandares, termina por conspirar contra la coherencia interna y la calidad final del film. Es una verdadera lástima, ya que tenía todas las condiciones para ser excelente.