Crítica: Cortocircuito (1986)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1986: Ally Sheedy (Stephanie Speck), Steve Guttenberg (Dr Newton Crosby), Fisher Stevens (Ben Jahvri), Austin Pendleton (Howard Marriner), G.W. Bailey (Capitán Schroeder), Brian MacNamara (Frank), Ted Blaney (Voz de Número 5)

Director: John Badham, Guión: Brent Maddock & S.S. Wilson

Trama: Los laboratorios NOVA han desarrollado una serie de robots de combate, los cuales son extremadamente eficientes en el campo de batalla. Sin embargo, después de una demostración hecha ante los altos mandos militares, uno de los robots termina siendo alcanzado por un rayo procedente de una tormenta cercana, y el desperfecto ocasionado lo convierte en un autómata independiente y liberado del control de NOVA. Ante su fuga, los ejecutivos del laboratorio mandan una masiva fuerza de seguridad a atraparlo y, en caso de resistencia, eventualmente destruirlo. Pero el accidente le ha despertado un estado de conciencia al androide número cinco, el cual se encuentra asombrado por las maravillas de la naturaleza, y está entusiasmado en aprender todo lo que pueda sobre la raza humana. Con la ayuda de una joven dependiente de un puesto móvil de comidas rápidas y uno de los ingenieros que lo diseñaron, Número Cinco continuará su proceso de aprendizaje y humanización… totalmente ajeno a la cacería que los militares han desatado sobre su persona.

Cortocircuito Hay individuos irritantes en la historia del cine, los cuales – gracias a Dios – han terminado sepultados en las arenas del tiempo gracias al paso de los años. Gente pesada, sin gracia; actores terriblemente limitados, o plagados de tics que resultan modestos. Short Circuit parece estar infestado de ellos – comenzando por el bobalicón Steve Guttenberg, y siguiendo por Fisher Stevens y Austin Pendleton -, los cuales viven en un estado constante de sobractuación salvaje. El peor ofensor de los sentidos es Guttenberg, el cual ha hecho toda una carrera gracias a repetir sus morisquetas infantiles hasta la saciedad; aquí lo juntan con un viejo conocido, G. W. Bailey, lo cual lo hace parecer una reunión extraoficial del cast de Locademia de Policía (otra franquicia que bordea lo insoportable). Entre todos ellos se dan maña para inyectar una energía maníaca a Cortocircuitola cual parece una versión slapstick de una historia sci fi sobre un robot devenido sentiente -, opacando la anécdota con sus terribles performances. Algo así como una versión prehistórica de Chappie, aunque igual de insufrible.

Es curioso notar que, en un cast de cómicos adictos a las morisquetas, la mejor performance viene por parte del intérprete no humano. Número 5 es un prodigio de diseño, siendo la mar de ágil y expresivo. En vez de aprovechar esto para generar una historia cálida – o un melodrama light, algo en la onda de E.T. El Extraterrestre -, el director John Badham decide volcarse a la comedia exagerada y mediocre. Todos son caricaturas, todos viven pasado de rosca, nadie se toma cinco minutos para analizar las posibilidades que brinda un robot inteligente autoconsciente. Yo no digo que no se puedan hacer comedias sobre el tema, pero acá la pavada está a la orden del día, y es mas irritante que graciosa. Al menos las tonterías de Número 5 son simpáticas y, entre los millones de atroces latiguillos que dispara Fisher Stevens (disfrazado como un hindú que habla con canicas en la boca; otra que estereotipo racial), hay un par de bocadillos que – por zarpados – terminan haciendo blanco. Pero el resto del cast se la pasa gritando o cayéndose de lugares muy altos.

A mí me gustan las comedias pero, cuando la onda viene hipercafeinada, si la gracia es tibia lo único que uno obtiene es una andanada de chistes mediocres a 10.000 por hora. Acá la historia precisaba sensibilidad – la cual logra en algunos contados momentos – y algunos momentos tranquilos para crear algo de clima; pero Cortocircuito se relame en su histerismo, lo cual convierte a algo con potencial en mera comida chatarra.