Crítica: Charly (1968)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1968: Cliff Robertson (Charly Gordon), Claire Bloom (Alice Kinian), Lilia Skala (Dra Anna Strauss), Leon Janney (Dr Richard Nemur), Ed McNally (Gimpy)

Director: Ralph Nelson, Guión: Stirling Silliphant, basado en el cuento Flores para Algernon de Daniel Keyes

Trama: Charly Gordon es un adulto con un serio retraso mental. Ahora Charly está siendo estudiado por un grupo de científicos de la universidad, quienes desean probar con él una terapia experimental que le permitiría incrementar su nivel de inteligencia. Pero el éxito de la operación supera con creces a las expectativas mas optimistas, ya que ahora Charly es capaz de absorber conocimientos escolares, secundarios y universitarios en cuestión de días, llevando su coeficiente intelectual al nivel de un genio. Sin embargo Charly acaba de descubrir que la salud de Algernon – el ratón de laboratorio en el cual probaron el proceso experimental por primera vez – está teniendo problemas. Y todo parece indicar que, a menos que él utilice su inteligencia para encontrar una cura, los efectos de la terapia desaparecerán en cuestión de un puñado de días.

Arlequín: Crítica: Charly (1968)

Charly es un clásico que le valió un merecido Oscar a Cliff Robertson como mejor actor protagónico en 1968. Está basado en el cuento Flores Para Algernon (1959), el cual fue expandido a formato de novela por el mismo autor en 1966. La gracia del libro – además de la originalidad de su historia – consistía es que estaba narrado en primera persona por Charly, con lo cual arrancábamos con su etapa de retraso, vemos como pule su lenguaje cuando se vuelve un genio, y culmina con el autor siendo incapaz de hilvanar sus pensamientos debido al desmoronamiento mental provocado por la desaparición gradual de su propia inteligencia.

Charly era un proyecto personal del propio Cliff Robertson. El habia interpretado al personaje en una adaptación televisiva de la obra en 1961, y habia adquirido los derechos para llevarla al cine en algún momento de su carrera. Y, sin lugar a dudas, es la mejor actuación de su filmografía: las escenas en donde encarna al retrasado mental, denostado por todos pero un ingenuo con gran corazón, son brillantes.

En realidad Charly es una variación del mito de Icaro – el héroe griego que quiso escapar de su prisión, construyéndose alas con plumas y cera; pero al sentirse poderoso en el aire, quiso acercarse al Sol y el calor de éste derritió sus alas, provocando su caída fatal al mar -. Aquí hay un retardado mental al cual le practican una cirugía experimental para llevar su inteligencia a un nivel normal. Pero la operación no sale como lo previsto y el tipo se transforma en un genio, un cerebro brillante capaz de devorar cientos de libros en cuestión de semanas. El problema es que ese fabuloso progreso denota también la deficiencia del tratamiento – el sujeto viene quemando etapas demasiado rápido – y pronto llega a un punto limite en donde todo va a explotar o, lo que es peor, el individuo regresará a su punto de partida.

Si la gracia de Flores Para Algernon residía en la narración en primera persona – que denotaba el progreso y decadencia mental de Charly -, la versión filmica pierde esa ventaja y todo pasa a descansar sobre los hombros de la performance del protagonista, la cual (por suerte) es impecable. Es Robertson quien marca los ritmos del relato, si bien es cierto que cuando Charly se vuelve un genio el personaje se enfria y se aleja de la simpatía del público – aquí es cuando faltaba un momento mas reflexivo sobre la velocidad y los costos del cambio -. La riqueza de la historia daba para multiples lecturas: por ejemplo, que Charly se convirtiera en una especie de iluminado, de una eminencia intelectual capaz de resolver y/o anticipar el futuro de la humanidad (hay algunas grageas sobre esto en el discurso final que da en la conferencia científica), con lo cual el personaje se hubiera convertido en una especie de Mesias apocaliptico engendrado de manera anti natural por la ciencia. Pero aquí la historia decide no tomar dicho camino, e incluso abandona la excusa cientifica que dio lugar al relato, y se restringe a un desarrollo meramente dramático. Lo que vemos es como una persona discapacitada se recupera lo suficiente como para ver que el proceso es limitado y va a ser testigo de su propia caida. Es como una visión completamente pesimista y determinista, la que nos dice que somos incapaces de modificar nuestro propio destino. En tal sentido el propósito del relato es fútil – ¿qué es lo que ha podido rescatar Charly de toda esta experiencia, más allá de ver su propia decadencia y hasta su eventual muerte con plena lucidez mental? -, y hasta me animaria a inferir que se trata de un melodrama hábilmente camuflado – una tragedia exagerada hasta el paroxismo, destinada a provocar el llanto de la platea -. Por otro lado existe un discurso conservador subyacente en la historia, similar al de los filmes de ciencia ficción de los cincuenta, en donde se nos advertía que la ciencia equivalía a jugar con los poderes de Dios y que la misma se nos pondría en nuestra contra. Ni siquiera Charly, en su etapa genial – y poseedor del cerebro más brillante de la historia de la humanidad – es capaz de resolver el dilema de su irreversible decadencia mental.

En ese sentido uno debe resignarse a aceptar a Charly en sus propios términos: un drama con algunos toques sofisticados. Y mientras que funciona muy bien la mayor parte del tiempo, en donde el filme fracasa es en el desarrollo romántico, que es completamente antinatural y que, en algunas secuencias, está elaborado para el demonio. Charly se enamora de su tutora y, llegado un punto, intenta violarla. Luego de esto siguen 5 minutos completamente absurdos – con Charly convirtiéndose en un hippie drogón, y su tutora perdonándolo y cayendo rendida en sus brazos -, lo que resulta completamente descolgado. Ver a Cliff Robertson y Claire Bloom caminando de la mano por paisajes de ensueño y recitándose frases almibaradas cuando diez minutos antes el tipo la quiso embocar a la fuerza, es algo que resiente mucho más la credibilidad que aceptar la premisa inicial de que unos medicos pueden hacer un implante cerebral capaz de convertir a un retrasado en un genio.

Charly es una gran película si uno omite el lamentable desarrollo del romance. Es un show de Cliff Robertson, y tiene un puñado de buenos momentos. Pero a uno le da la impresión de que la historia tiene tanta riqueza que daba para desarrollar una mayor variedad de subtextos, algo que aquí se ha resignado a favor de un desarrollo dramático más simple y lineal.