Crítica: El Caso de la Canasta (1982) (Basket Case)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1982: Kevin Van Hentenryck (Duane Bradley), Terri Susan Smith (Sharon), Beverly Bonner (Casey), Lloyd Pace (Dr Harold Needleman), Diana Browne (Dra Judith Kutter)

Director: Frank Henenlotter, Guión: Frank Henenlotter

Trama: Duane Bradley es un joven tímido que decide alojarse en un sucio hotel de los barrios bajos neoyorkinos. Duane siempre lleva consigo una enorme canasta de mimbre cuyo contenido es desconocido. Pero desde la aparición de Duane en la ciudad, varios médicos han sido asesinados. Y es que Duane está desatando su venganza contra aquellos especialistas que lo operaron cuando era niño, seccionando de su cuerpo a su deforme hermano siamés al cual estuvo unido durante 12 años y al que intentaron matarlo. Ahora el deforme Belial – que Duane carga en la canasta – se libera por las noches para buscar y asesinar a los responsables de aquella cirugía.

El Caso de la Canasta (Basket Case) Basket Case es un título de culto que le dió gran popularidad a su creador Frank Henenlotter. Henelotter comenzaría una prolífica carrera como director y escritor en el horror serie B durante 10 años, antes de desaparecer del radar con la última secuela de Basket Case rodada en 1991. Si bien El Caso de la Canasta es un favorito entre los fans del cine bizarro, no alcanza a ser siquiera una película pasable. La inexperiencia de Henenlotter como director y libretista y los bajísimos niveles de producción atentan contra la novedad de la premisa.

Resulta bastante obvio que Frank Henenlotter decidió hacer su propia variante de It´s Alive / El Monstruo Está Vivo (1974) de Larry Cohen, cambiando los lazos familiares. Ahora en vez de un hijo monstruoso, tenemos un hermano monstruoso. La novedad pasa porque se tratan de gemelos y el otro -Duane Bradley – es un muchacho normal encariñado con el freak. Ocultos y protegidos bajo el amparo de la tía, ésta no tiene empacho en apañarlos aún cuando se despachen con un par de muertes, incluyendo la de su propio padre. Ahora que están mayorcitos decidieron ir a la Gran Manzana para seguir dejando el tendal de cadáveres, y los médicos responsables de la separación de los siameses se ganaron todos los números de esa mortal rifa.

Yo no tengo problemas con el cine Z, y generalmente intento ver ideas más allá de los bajos valores de producción, calificar intenciones o valorar el producto en términos de espectáculo y creatividad. Pero Basket Case es mediocre en todos sus aspectos. Los ataques iniciales de Belial – donde el esperpento aún no aparece en cámara – son torpes y repetitivos. El tono de comedia no es muy logrado que digamos. A la hora de las matanzas, hay sangre pero deja bastante que desear. Cuando Belial hace acto de presencia, termina por desplomarse la credibilidad de la historia – el diseño del bicho y los efectos son terribles -. Y al final, Henenlotter pareciera ganar algo más de ritmo y calidad de estilo, consiguiendo un giro trágico pero tiene bastante de mal gusto. Las performances horrendas tampoco ayudan.

Quizás el mayor problema de Basket Case es que como comedia de horror, no satisface en ninguno de ambos aspectos. Simplemente es blanda. El bicho no asusta, las masacres no impresionan, ni los giros cómicos tienen gracia. Tampoco queda muy clara la naturaleza de Belial – se comportan como un animal, aunque tiene algo de inteligencia; el personaje de Duane supuestamente tiene un vínculo síquico con su hermano, aunque pueden ser alucinaciones o pura sicosis -, y todo resulta muy aguado. Quizás lo mejor del filme sea captar el clima de los barrios bajos de Nueva York en la era pre Rudolph Giuliani – cuando Times Square era un nido de prostitutas y cines porno -. Pero por el resto, resulta bastante patética.