Crítica: Cartas Desde Iwo Jima (2006)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 2006: Ken Watanabe (general Kuribayashi), Kazunari Ninomiya (Saigo), Tsuyoshi Ihara (baron Nishi), Ryo Kase (Shimizu), Shidô Nakamura (teniente Ito)

Director: Clint Eastwood, Guión: Iris Yamashita & Paul Haggis, basados en “Retratos de un Comandante en Jefe” de Tadamichi Kuribayashi

Trama: 1944, la isla de Iwo Jima. Destacamentos de soldados japoneses han llegado al lugar para preparar las defensas ante la irremediable llegada del enemigo norteamericano en algún momento al final del presente año. La historia de dichos protagonistas es contada a través de las cartas que han escrito a sus familiares, como la crónica del general Kuribayashi sobre el levantamiento de defensas fortificadas en el interior del monte Suribachi – el cual domina la mayoría del perímetro de la isla -, o las desventuras del soldado Saigo durante la excavación de los extensos túneles que unen todas las posiciones de la resistencia japonesa en semejante terreno agreste. Y, por supuesto, el registro de sus emociones encontradas durante el salvaje asedio norteamericano a la isla durante el período de febrero a marzo de 1945, lo que dió lugar a una de las batallas más encarnizadas de la Segunda Guerra Mundial… una refriega cuyo resultado será incierto para cada uno de sus protagonistas.

Arlequín: Crítica: Cartas Desde Iwo Jima (2006)

Clint Eastwood es un director realmente sólido. Quizás Los Imperdonables no me resulte tan convincente como todos dicen – filme que le valió un Oscar como mejor director -, pero existen otros esfuerzos cinematográficos que me resultan más válidos para hablar de su estatura como cineasta. Como Cartas Desde Iwo Jima el que forma parte del díptico comenzado con Banderas de Nuestros Padres, ya que ambos ven la misma batalla desde diferentes puntos de vista -, la cual me parece una de sus mejores obras.

He aquí un filme de guerra equilibrado, dentro de los parámetros que semejante calificativo pueda significar. La película se enfoca en la feroz batalla de Iwo Jima, en donde los norteamericanos pelearon durante 35 dias por un agreste pedazo de tierra en el Pacífico, cuyo único mérito era estar cerca del archipiélago japonés como para lanzar raids de bombarderos desde sus pistas de aterrizaje – la historia demostró que las fortalezas volantes yanquis bien podrían haber partido desde otros territorios ocupados por los norteamericanos y haber obtenido el mismo grado de eficiencia y rango de ataque sin necesidad de producir una masacre en esa trampa mortal que fue Iwo Jima -. La conquista de Iwo Jima fue una victoria pírrica, en donde 70.000 norteamericanos se enfrentaron a 22.000 japoneses en una batalla sangrienta que produjo 30.000 bajas y más de 19.000 heridos. De toda la fuerza japonesa, sólo 216 sobrevivieron, ya que el resto pereció en acción o decidió quitarse la vida antes de caer en manos enemigas.

La gracia de la película de Eastwood reside en ser perfectamente balanceada. Los japoneses no son una fuerza de locos fanáticos y suicidas, sino una masa de seres humanos dispares, plenos de emociones encontradas. Sin dudas a todos los mueve el respeto y la fidelidad al imperio, pero no todos desean morir por él. Hay un grupo de patriotas a los cuales cualquier tipo de muerte – por combate o suicidio honorable – les queda bien, siempre que resulte en el campo de batalla, pero otros son más pragmáticos o incluso pelean por sobrevivir la guerra de la manera más entera posible. Y mientras que los pensamientos de cada uno sobre el destino que deben forjarse resulta disímil, por otra parte empiezan a descubrir que no todo es lo que el ministerio de propaganda les ha vendido. Los norteamericanos no son los salvajes extranjeros que les han dicho sino seres humanos con sentimientos similares a los de ellos… aunque esto no quita que haya fanáticos y asesinos en ambos bandos, individuos que no respetan las consideraciones mínimas sobre el preservamiento de los prisioneros de guerra y que lleguen a incurrir en crimenes y excesos tan injustos como despreciables.

Los mejores personajes del filme son el general Kuribayashi y el soldado Saigo. Kuribayashi está retratado como una figura épica, un individuo que es inteligente, mesurado, pleno de discursos pragmáticos y, sobre todo, un ser humano. Quizás su estampa es la que sirve para contrastar la estupidez del fanatismo ciego, ése que olvida estrategias y que sólo piensa en el combate cuerpo a cuerpo contra el enemigo. En todo caso Kuribayashi es un patriota que obra más por inteligencia que por convicciones, un militar de carrera que basa sus acciones en planes y no en sentimientos. Y mientras que la obediencia debida al Emperador y demás estamentos de poder asegura un grado envidiable de fidelidad y eficiencia, por otra parte genera una falsa sensación de intocabilidad que es despedazada ante los sangrientos resultados de cada encuentro con el enemigo, el cual supera en número y recursos a la fuerza militar japonesa. Como diría la conocida campaña publicitaria de Bill Clinton, “es la economía, estúpido!”; las guerras se ganan por recursos más que por patriotismo y la Segunda Guerra Mundial es una prueba palpable de ello. Tanto Alemania como Japón perdieron debido a tener fuera de sus fronteras las fuentes de combustible, metales y minerales necesarios para producir un ejército masivo, fuertemente armado y, sobre todo, constantemente aprovisionado.

En la otra punta está Saigo, un joven soldado que no quiere participar de la pelea´y cuya única meta es sobrevivir. ¿Es acaso Saigo un traidor?. ¿O será acaso que el patriotismo no deja de ser una mentira manipulada por inescrupulosos, quienes utilizan a la Nación como excusa para mandar a millones de inocentes al sacrificio con tal de satisfacer sus excesivas ambiciones de supremacía racial y territorial?. En todo caso el problema es que, mientras que la Patria en sí es una causa noble, los gobiernos no dejan de ser manipuladores de turno que usan dichas causas para sus propios intereses. Para los japoneses el Emperador es la Patria hecha carne… pero la férrea educación nipona impedía (e impide) cuestionar a todas las autoridades nombradas por el emperador, lo cual cae en la falacia de creer que el mandatario es infalible o que no es un ser de carne y hueso sometido a presiones y mentiras de su entorno. Hay algo terrible en el hecho de estar atrapado en una maquinaria infernal, en donde nadie puede disentir, en donde los que gobiernan son mesiánicos enceguecidos y despiadados, y en donde el individuo (y sus necesidades) desaparecen, aplastadas por lo que se supone es un deber superior. Las guerras son problemas entre gobiernos, no entre naciones o pueblos; si los jefazos quieren guerra, que ellos mismos se calcen las armaduras y salgan a pelear en una arena en vez de enviar a la muerte a millones de inocentes utilizando la mentira como excusa.

Cartas Desde Iwo Jima es excelente. El drama es notable, las escenas de guerra son formidables, el equilibrio del relato es más que adecuado. Aquí hay desmedidos y coherentes en ambos bandos, y Eastwood los retrata con mano diestra. ¿Qué más se le puede pedir a una película de guerra?.

EL DIPTICO DE CLINT EASTWOOD SOBRE IWO JIMA

Banderas de Nuestros Padres (2006) – Cartas Desde Iwo Jima (2006)