Crítica: El Carnaval de las Tinieblas (Something Wicked This Way Comes) (1983)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1983: Vidal I. Peterson (Will Halloway), Jason Robards (Charles Halloway), Shawn Carson (Jim Nightshade), Jonathan Pryce (Sr. Dark), Pam Grier (Bruja), Royal Dano (Tom Fury), Diane Ladd (Sra Nightshade)

Director: Jack Clayton, Guión: Ray Bradbury, basado en su novela homónima

Trama: Jim Nightshade y Will Halloway son dos niños de 12 años que viven en el pueblo de Greentown. Al pueblo llega un parque de diversiones itinerante encabezada por el misterioso Mister Dark. Pero extraños sucesos comienzan a acontecer a los pocos días del arribo de la feria. Jim y Will descubren que una numerosa cantidad de lugareños han sido raptados por Dark y han sido convertidos en atracciones de su feria. Ahora Dark se encuentra tras la pista de los niños para silenciarlos y ocultar su naturaleza demoníaca.

El Carnaval de las Tinieblas Ray Bradbury es el celebrado autor norteamericano de fantasía y ciencia ficción. Quizás su obra más conocida sea Las Crónicas Marcianas, que en los años 80 llegaron a la TV en forma de mini serie. En cuanto al cine, Bradbury ha sido adaptado en escasas oportunidades: El Hombre Ilustrado (1968), Fahrenheit 451 (1966), y El Sonido del Trueno (2005). Con excepción de Fahrenheit 451, el resto va de lo mediocre a lo terrible.

Existen casos en que una obra es bastardeada por los libretistas y directores de Hollywood, lo cual puede servir de justificativo para que genere un filme horrendo. Pero aquí en Something Wicked This Way Comes (Algo Maligno se Acerca, traducción literal), con mucha libertad creativa y con el mismo Bradbury a cargo del guión de su novela, uno termina por concluír que el defecto está en la fuente más que en el intérprete de la obra. El Carnaval de las Tinieblas tiene momentos inspirados, una dirección algo despareja, y un tercer acto terrible. Y son los mismos defectos que uno puede encontrar en la versión cinematográfica de El Hombre Ilustrado. Bradbury parece ser un excelente narrador, tener formidables ideas … pero al momento de darle un cierre a sus historias es sencillamente frustrante. Concluye sus tramas de manera abrupta o empieza a sacar conejos de la galera. Si el último acto de El Carnaval de las Tinieblas hubiera resultado medianamente decente, la película hubiera merecido un puntaje mucho mayor.

El comienzo es muy bueno, con esos típicos setup de pueblitos americanos en donde algo sobrenatural va a ocurrir – Stephen King ha tomado prestadas ideas de sobra del estilo de Bradbury -. Luego llega esa feria de atracciones de manera imprevista. En sí, no hay demasiada diferencia con la naturaleza de un circo – que ha sido un cliché del cine fantastico por décadas -, en donde los fenómenos de la naturaleza se mezclan con la magia y les da un aura enigmático – la miniserie Carnival de HBO le sacaba mejor partido al mismo tema -. Así como en Needful Things de Stephen King, los desesperados y ambiciosos de siempre piden deseos, y se les concede a cambio de su libertad o de su vida. Los niños de turno descubren el asunto, se lo cuentan al padre de uno de ellos – Jason Robards -, y éste termina por ponerse de su parte y en contra del villano sobrenatural de turno, en este caso Mister Dark – Jonathan Pryce -.

Hay algunas patinadas en mitad del relato, que tienen que ver con la dirección de Jack Clayton. El tipo lleva muy bien el relato en un tono nostálgico, pero cuando lo fantástico irrumpe en escena, no tiene la más mínima idea de lo que significa sutileza. Llega el tren de la feria y las estatuas del cementerio se convierten en un espectáculo barato de rayos laser. Cuando alguien ingresa al laberinto de los espejos – donde se cumplen todos los deseos -, hay destellos fosforescentes. La idea de lo sobrenatural es que debe ser sutil y creciente, algo que le haga dudar al espectador sobre lo que ha visto. Aquí no ocurre nada de ello; cada vez que pasa algo, hay un show de FX baratos como para que no queden dudas.

Como esas escenas duran dos segundos, terminan por resultar perdonables. La película repunta un poco al establecer la relación entre un padre muy maduro y un hijo muy pequeño – que es más de abuelo y nieto que otra cosa -, que al principio es distante y muy intelectual, y termina por volverse más emocional cuando se revela la amenaza. Y justo cuando Jason Robards tiene la oportunidad de redimirse y hacer algo heroico … la historia se desmorona como un castillo de naipes.

Hay un elemento fundamental que Bradbury debería considerar: si el villano es un ser sobrenatural, a) debe tener una leyenda de fondo que indique reglas de cómo combatirlo, o b) debe proveer algún tipo de héroe tan poderoso como él. El punto a) dura dos minutos en el filme, y no termina de describir cómo se puede detener a Mr. Dark. Y el punto b) – que parecía el más obvio; uno esperaba que el vendedor de pararrayos fuera alguna especie de adversario natural de Mr. Dark – es olímpicamente omitido. Con lo cual Bradbury termina de sacar de la galera una idiotez tal como “el amor es mas fuerte”, y la llegada inesperada de la tormenta que puede acabar con los malos. Colorín colorado, el cuento se ha acabado.

Para la estatura intelectual que supone el nombre de Ray Bradbury, el final es una catarata de Deus Ex Machina que demuestra impotencia creativa. Es sencillamente insultante, porque parece pertenecer a otro tipo de película mucho más barata y no se condice ni con la calidad ni con el estilo del resto de la historia. Pero a estas alturas uno termina por aceptar que eso es una marca de fábrica de Bradbury. Nadie puede decir aquí que se ha tergiversado al autor, al ser él mismo el padre del libreto. Simplemente lo que ocurre es que sobre el principio de la recta final – que es muy larga – se le termina la nafta y apenas llega con viento de cola.