Crítica: Space Pirate Captain Harlock (2013)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Japón, 2013: Shun Oguri (capitán Harlock), Yû Aoi (Miime), Haruma Miura (Yama), Arata Furuta (Yattaran)

Director: Shinji Aramaki, Guión: Harutoshi Fukui & Kiyoto Takeuchi, basados en el manga creado por Leiji Matsumoto

Trama: El futuro. La superpoblación de la Tierra ha provocado que la raza humana salga al espacio y colonice otras galaxias. Pero los humanos poseen la simiente de la extinción en su genética, razón por la cual su número ha ido decreciendo en proporciones alarmantes. Decididos a regresar al hogar para aguardar allí la desaparición de su raza, los humanos se han encarnizado en una guerra sin cuartel por la posesión de la Tierra, tras lo cual han llegado a un acuerdo y han declarado al planeta patrimonio sagrado – e inhabitable – de la humanidad. Mientras que la confederación ha establecido y respetado las reglas, un alto militar de las fuerzas espaciales se ha declarado en rebeldía y ha comenzado una feroz lucha contra las fuerzas confederadas. Erigido en su propia leyenda, el capitán Harlock surca el espacio reclutando voluntarios y subsiste atacando naves mercantes para apropiarse de su carga. Uno de los últimos reclutas es Yama, un joven aprendiz con talento para las armas, el cual es un espía infiltrado por la misma confederación para intentar capturar a Harlock. Pero lo que desconoce Yama es que Harlock tiene un plan maestro – la explosión de una serie de bombas de plasma a lo largo de toda la galaxia -, lo cual crearí una disrupción temporal capaz de devolver al pasado a toda la humanidad, dejándola en el punto mismo en donde comenzó la extinción. ¿Es realmente la solución al problema de la raza humana, o se trata de un delirio imaginado por un lunático, el cual desencadenará un caos de proporciones cósmicas que afectará a todo el Universo?. Y mientras el punto límite se acerca, recaerá sobre los hombros de Yama detener el plan de Harlock… o dejar que éste siga su curso.

Space Pirate Captain Harlock ¿Qué tienen los japoneses en la cabeza?. Esa es la pregunta que me surge al ver como una producción tan gigantesca y ambiciosa como Space Pirate Captain Harlock implosiona bajo las ocurrencias de un guión completamente imbécil. Digo: no se trata de un personaje nuevo – data de 1977, tuvo numerosas versiones en el comic, e incluso tuvo su propia tira animada -, así que hay material de sobra para buscar historias, entender cómo funcionan los caracteres, conocer detalles de su mitología, etc. Space Pirate Captain Harlock es un personaje de culto en muchos países del mundo – en algunas partes se renombró la serie animada como Albator o Capitán Raimar -, con lo cual hay montañas de seguidores y expertos; pero, al parecer, terminaron encargándole el guión a los dos primeros tipos que pasaban por la puerta de la Toei Animation. Es indignante ver cómo estos tipos arruinan un filme visualmente monumental, simplemente porque se envician con los momentos heroicos y los Deus Ex Machina, hasta el punto de convertir la historia en una cosa absolutamente intragable.

El problema con Space Pirate Captain Harlock no es nuevo; todo lo último que vengo viendo del cine asiático tiende a irse de madre (y mal) en el Acto III, que es cuando se resuelven las cosas. Mientras que al principio creía que esa falta de equilibrio respondía a un vicio calado en la mente de toda una generación de guionistas asiáticos, de a poco he comenzando a entender que se trata del resultado natural de una evolución cultural. Para los estandares occidentales los héroes son individuos que se forman de cero, personajes trágicos y emocionalmente dañados que encuentran redención en su accionar y cuyas proezas – enormes pero espaciadas – encuentran su grandeza en su ocasionalidad. Por contra, para japoneses (y el resto de los asiáticos) el héroe es perfecto y sobrehumano, indestructible e imperecedero, demostrando su grandeza a través de una acumulación desmesurada de actos heroicos. Es una visión sumamente estoica, la cual es natural en una sociedad que respeta a rajatabla la edad, la sabiduría y la autoridad como sinónimos de supremacía y diferencia entre las personas. Nadie cuestiona el héroe; él nació para ser así y es indestructible simplemente porque es un elegido. En más de un sentido es una visión mesiánica y sobrenatural, similar a la que los japoneses tienen con su Dios – Emperador: no es un humano sino un ser trascendental de origen divino, provisto por el destino para cumplir un propósito en la Tierra.

En el sentido del heroismo que tienen los japoneses, las pruebas a las que se enfrenta el héroe no son amenazas a su existencia sino confirmaciones de su infalibilidad. Lo que yo llamo melodramatismo kaiju con gente gritando desaforadamente a la cámara, pidiendo que el héroe no se arriesgue a ejecutar tal cosa (que, por otra parte, es la única vía posible para resolver la tragedia) – solo es escenificación previa a subrayar la condición del héroe en sí. Los héroes japoneses no tienen kriptonita que los dañe; si mueren, son resucitados – en vista de ser agentes del destino, catalizadores de situaciones en vez de individuos destinados a sembrar justicia o equilibrio -, y prevalecen en base a su pureza y estoicismo. Por contra las supuestas amenazas que se ciernen sobre él son cada vez mas exageradas e increibles. Es necesario que el héroe siga validando su condición de tal, enfrentandose a retos cada vez mayores… aunque los mismos carezcan de toda lógica, no pertenezcan al plan de ningún villano o sean simplemente Deus Ex Machina, eventos al azar aparecidos mágicamente de la nada en el medio de la narración como desafío supremo que sirve de excusa para vitorear al protagonista en toda su gloria.

Todos estos conceptos están presentes – con mayor o menor mesura – en todas las obras japonesas, sean los chambara (películas de samurai), los kaiju eiga o los animé mas disparatados (por citar algunos géneros autóctonos nipones). El problema con Space Pirate Captain Harlock es que los toma literalmente al pié de la letra y, sobre la segunda mitad del filme, dispara una espiral de delirios, tareas titánicas para la cual el héroe (en este caso el capitán y su estoica tripulación) se cae, se levanta, se vuelve a caer, se levanta otra vez,… y así todo el tiempo, convirtiéndose en un larguísimo e interminable etcétera. Debe haber como 5 o 6 climax diferentes en donde pensamos que el protagonista está acabado, muerto o derrotado… y el tipo se levanta y hace percha un par de miles de soldados o aniquila centenares de naves enemigas sin que se le mueva un pelo.

Por supuesto toda esa prepotencia termina por aniquilar la credibilidad de la historia. Porque, durante la primera hora, Space Pirate Captain Harlock promete ser una space opera monumental y excitante – visualmente es un orgasmo, con centenares de combates espaciales que dejan a la batalla de Yavin de Star Wars a la altura de un poroto, manteniendo un nivel de detalle y preciosismo que lo deja a uno pasmado -, con la historia de un ex militar devenido en renegado, el cual ha descubierto un sucio complot que involucra la suerte misma de la humanidad, y por lo cual ha pasado a la clandestinidad, combatiendo a sus antiguos superiores. El problema – hasta allí – es que la trama no quiere dar demasiados detalles (por qué la humanidad se está extinguiendo, por qué la confederación tomó la decisión arbitraria de convertir a la Tierra en un santuario inhabitable – ¿acaso no había quedado gente viviendo en el planeta? -), e incluso traslada (con mayor o menor felicidad en la traducción) los códigos y cliches del género de piratas a los combates en el espacio: usando arpones, cañoneos laterales entre las naves, saqueos de carga y toma de rehenes, e incluso exhibiendo una enorme bandera negra con calavera y un par de tibias en la popa de la nave del protagonista. El capitán de marras recluta a un muchacho, el cual es un espía confederado que viene a desarticular en secreto sus planes, y allí nos enteramos que el tipo quiere explotar una serie de bombas dimensionales… un inmenso WTF en donde los 100 dispositivos, al detonar al mismo tiempo, harían una especie de regresión en el tiempo de todo el universo. Todo esto es pasable hasta que el filme se dispara mal en la segunda hora, que es cuando empiezan las traiciones, los cambios de bando, las explicaciones estúpidas, las amenazas gigantescas y las proezas insufribles. La nave del buen Harlock es un engendro con forma de calavera, tan veloz como indestructible, y capaz de utilizar su trompa como ariete para partir al medio enormes cruceros estelares (el por qué de ésto, es un misterio). El libreto dispara al pasar algo que tiene que ver con la materia oscura y tecnología proveniente de una raza alienígena, lo cual debería ameritar un desarrollo superior a los miseros dos minutos en que lo vomitan sin demasiada convicción. Antes que desarrollar personas y temas, el libreto prefiere ver cómo estos tipos gritan, se cargan a dos millones de soldados, sobreviven a un par de armas planetarias, destrozan a toda la flota confederada…. y vuelven al punto de partida sin resolver una maldita cosa. (Alerta spoilers) Para colmo la revelación final indica que todo este moco fue provocado por el mismo capitán Harlock, el cual viene a aniquilar todo y pulsar el botón de reset de todo el Universo con tal de empezar literalmente desde cero (ya no un retroceso temporal de dos o tres décadas sino remontándose al surgimiento de la vida celular en la Tierra!). Y, lo que es peor, no termina por arreglar nada sino que se conforma con mostrar que en la Tierra aniquilada aparecieron unas flores… lo que no cambia en lo más mínimo el clima inhóspito del planeta, ni la situación de extinción de la raza humana (un tema radiado completamente del desarrollo por parte del guión). Todo esto termina resultando tan aburridor como tremendamente frustrante (fin spoilers)

Si usted desea testear las virtudes de su televisor HD, vea Space Pirate Captain Harlock en calidad 1080, y deléitese con las imágenes. Pero si usted atiende a la seriedad de la historia terminará odiándola, simplemente porque se envicia con los efectos especiales y las redundancias, y la trama jamás da explicaciones satisfactorias de lo que realmente ocurre. Se regodea con poses fashion y discursos heroicos, los cuales suenan huecos en una historia que nunca termina por cuajar como es debido, producto – quizás – del entusiasmo excesivo de los guionistas por la mistica que rodea al protagonista.