Crítica: Capitan Escarlata y los Mysterons (1967) – Retrospectiva Gerry Anderson, parte 1

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 1967: Francis Matthews (capitán Escarlata / Paul Metcalfe), Ed Bishop (capitán Blue / Adam Svenson), Donald Gray (coronel White / Charles Gray – capitán Black / Conrad Turner)

Director: Desmond Saunders & otros, Guión: Tony Barwick, basado en una idea de Gerry & Sylvia Anderson

Trama: Año 2068. Una expedición terrícola desciende en Marte, destinada a rastrear el origen de unas misteriosas emisones radiales que proceden del planeta rojo. Allí encuentran una base alienigena pero, al confundir la apariencia de unos sensores (y creer que se tratan de armas de rayos), deciden atacarla. Los extraterrestres milagrosamente logran recuperarse y reconstruir todo el lugar en cuestión de segundos, tomando a los terrícolas como una raza hostil y jurando borrarla de la faz de la Tierra. Es por ello que abducen y reemplazan al líder la misión, el capitán Black, por un sosías hecho con tecnología marciana. De regreso a la Tierra, Black comienza a operar como agente de los Mysterons – la raza alienigena -, los cuales comienzan a atentar contra los mandatarios y las ciudades mas importantes del planeta. Ya que los Mysterons tienen la capacidad de duplicar personas y objetos, deciden clonar la imagen del capitán Escarlata – un prestigioso oficial caído en la lucha por el deber – y le encomiendan el asesinato del presidente de la Confederación Mundial. Y al fracasar el magnicidio, Escarlata sufre un violento accidente, del cual despierta habiendo perdido la memoria. Habiéndose olvidado de que era un agente de los Mysterons – y descubriendo que ahora posee su misma capacidad regenerativa, por lo cual es virtualmente indestructible -, el capitán Escarlata pasará a convertirse en el mas destacado agente terrícola de la guerra contra la vengativa raza alienígena, la cual sólo podrá apagar su odio cuando la raza humana se encuentre extinta.

Capitan Escarlata y los Mysterons Cuando en el presente no hay material interesante, uno debe remontarse al pasado. Al momento de la niñez, en donde todos eramos mas ingenuos, y la rudimentaria tecnología de la época nos prometía un futuro apasionante. Se trataba de una era de imaginaciones febriles y bocetos deslumbrantes, material suministrado por los posters de los títulos del cine fantástico de aquel momento, o las delirantes tapas de la revista Popular Mechanics. La ciencia ficción estaba ganando sus pies en la cultura popular, y todavía todo estaba por construirse. ¡Qué difícil es hablarle de esto a un chico nacido en el nuevo milenio, a alguien que ha crecido rodeado de Internet, computadoras, CGI, televisores de alta definición, Playstations y coches robotizados!. Ellos están viviendo el futuro que nosotros imaginamos hace 30 años. Somos Neandertales procedentes de una era analógica, de un tiempo en donde los retos de la tecnología eran monumentales. Hoy en día todo parece fácil, y todo progresa a una velocidad gigantesca, con lo cual la capacidad de asombro parece haberse extinguido.

Pero en aquella época de ciencia ficción artesanal y efectos especiales hechos a pulmón, había una pareja de visionarios que terminarían por elevar la sci fi – como entretenimiento de masas – a su siguiente escaño. Y dichos visionarios eran el matrimonio conformado por Sylvia y Gerry Anderson, los creadores de un puñado de series inglesas que hicieron historia. Es imposible no hablar de ellos como un dúo inseparable de creativos; los mejores títulos su filmografía procedieron de la época en que estaban juntos y, cuando el matrimonio se disolvió – durante la primera temporada de Cosmos: 1999 -, Gerry nunca volvió a ser el mismo, ni a obtener el mismo grado de éxito que en los dorados años de la década del 60.

Resulta curioso notar que, al contrario de otros entusiastas artesanos del cine fantástico – como Ray Harryhausen o George Pal -, Gerry Anderson no tenía formación técnica como tirititero. Su especialidad era la fotografía y su interés era el dirigir películas. Comenzó a trabajar como director en algunos estudios independientes que producían material para la televisión británica, hasta que decidió asociarse y crear su primer emprendimiento, Pentagon Films, en 1955. Dos años mas tarde sumaría nuevos socios y terminaría formando AP Films en 1957.

Uno de los primeros emprendimientos de AP Films sería la producción de la serie The Adventures of Twizzle (1957 – 1959), una serie infantil creada por la autora Roberta Leigh. La tira narraba las aventuras de un muñeco, el cual era capaz de estirar a voluntad sus brazos y piernas hasta el tamaño que quisiera. The Adventures of Twizzle sería el semillero en donde Anderson reclutaría los talentos que lo acompañarían durante el resto de su carrera: Reg Hill, el músico Barry Gray, el extraordinario artesano de la maquetería Derek Meddings, y Sylvia Thamm, la cual se desempeñaba como secretaria y con quien se terminaría casando tres años mas tarde.

Los comienzos de AP Films fueron duros y, para el desencanto de Anderson, siempre estuvieron relacionados con la producción de programas infantiles basados en marionetas. El ambicionaba dirigir actores en vivo, y generar producciones espectaculares. Pero el negocio de las tiras infantiles resultaba muy rentable y es por ello que, tras la producción de una última serie para Roberta Leigh (Torchy the Battery Boy (1958 – 1959), también con marionetas), decidieron lanzarse al agua con un proyecto propio. Así es como nació Four Feather Falls en 1960. La tira no era nada del otro mundo – era un show cómico que narraba las desventuras de un vaquero torpe en el lejano oeste (y al cual le rendirían homenaje en Toy Story 2 en 1995, tomándolo como patrón para el show en el que Woody se hizo famoso) -, pero introdujo algunos cambios técnicos realmente importantes y que terminarían por transformarse en la marca de fábrica de Anderson: el uso de solenoides montados en las cabezas de las marionetas, los cuales se usaban para mover los labios de los muñecos al compás de los parlamentos de las escenas de turno. Todo el proceso no era manual sino automático: conectados a los solenoides había un reproductor de cinta, el cual contenía todos los diálogos pregrabados por los actores para dicha secuencia. Al recibir los impulsos eléctricos del reproductor, los solenoides – que no son mas que imanes eléctricos – se activaban y desactivaban, proveyendo en tiempo real la mímica de la conversación que requería el muñeco. Todo este proceso – junto con otras innovaciones – se llamó Supermarionation, y formaría la técnica indeleble que caracterizaría las restantes producciones animadas del matrimonio Anderson.

El problema con las tiras de Anderson es que demandaban dinero, trabajo y tiempo, con lo cual los beneficios eran mínimos. Con un equilibrio económico tan frágil, no pasó mucho tiempo antes que la AP Films entrara en crisis y, en la necesidad de una salida financiera, Anderson terminaría cruzándose con Sir Lew Grade – pope de la televisión británica y propietario de la ITC – con el cual terminaría realizando una jugosa sociedad. Sería Grade quien llevaría los programas de Anderson al mercado norteamericano y, al obtener jugosos dividendos con la sindicación, terminaría retroalimentando la cantidad y calidad de las producciones del artesando británico.

La sociedad con Grade daría origen a los títulos mas afamados del matrimonio, sea Supercar (1961 – 1962), Fireball XL5 (1962 – 1963), Stingray (1964 – 1965), hasta llegar al cenit que supuso los Thunderbirds (1965 – 1966), y sus dos aventuras para la pantalla grande. Sin embargo las producciones de Anderson padecían de un serio defecto de construcción, y es que eran repetitivas: establecida la mecánica inicial – innovadora y excitante -, la misma era reciclada con escasas variaciones hasta el final de la temporada. Es por ello que los ratings decaían con la proyección de los últimos capítulos… y cuando ello ocurría en el mercado norteamericano – el cual pagaba muy bien pero siempre demandaba innovación y variedad -, era clara señal de que una segunda temporada representaría un fracaso seguro. Es por ello que el grueso de las producciones de los Anderson no duraban mas allá de una temporada, o temporada y media. Ni siquiera los Thunderbirdsque fue por lejos su producción mas popular a escala mundial – lograron salvarse de dicho karma, a lo que se sumaba la tibia recepción de sus dos aventuras cinematográficas (Thunderbirds Are Go y Thunderbird 6, en 1966 y 1968 respectivamente).

Ante el cortoplacismo de sus producciones, Anderson preparaba de antemano la tira siguiente, casi siempre reciclando elementos de sus series anteriores. Es por ello que cuando llegamos a 1967 – con Capitán Escarlata y los Mysterons -, los Anderson ya contaban con un nutrido stock de materiales, modelos e incluso disponían de sus propios estudios en donde rodaban dos capítulos al mismo tiempo.

Capitán Escarlata y los Mysterons es una entrada seria y oscura en la filmografía de los Anderson. Hay muertes y hay violencia, y sumado a la nueva estética de los muñecos, todo se ve mucho mas real. Los argumentos siguen siendo repetitivos pero ahora la novedad es el suspenso con que está filmado. Los protagonistas quedan colgados en peligrosos cliffhangers y, en unos cuantos casos, las cosas le salen mal. Definitivamente es un intento de los Anderson por apuntar a un público mas adulto – hay sangre, hay cadáveres, incluso en uno de los episodios hay un hombre bomba que explota para derrumbar todo un edificio y masacrar a sus moradores -, pero no deja de ser bizarro. Si la intención de Anderson es ponerse serio, mas le valía encarar una producción live y matizarla con sus modelos a escala – tal como pasaría con UFO y Cosmos: 1999 -, porque si los protagonistas se ven como juguetes y la sangre es tintura de esmalte, todo el esfuerzo pierde credibilidad.

Aún con todo ello, Capitán Escarlata y los Mysterons no deja de ser interesante. Para ese entonces la producción había perfeccionado el Supermarionation y había logrado esconder el solenoide en el pecho de las marionetas; es por ello que las cabezas ahora resultaban mucho mas proporcionadas y realistas. Por contra, el motor de solenoides debía seguir siendo un esperpento de grande, ya que las marionetas debían tener 24 pulgadas de tamaño (casi 61 centímetros, un 30% mas grande que los títeres usados en Thunderbirds) para poder albergarlo, lo cual las convertían en un mamotreto enorme, pesado y dificil de manejar Todo esto devino en una total falta de movilidad de los muñecos; al no poder hacerlos caminar, tuvieron que implementar todo tipo de recursos – ponerlos en carros y desplazarlos con la cámara enfocada en su cabeza y sus hombros; hacer que los personajes usaran sillas de ruedas, escritorios móviles, jetpacks, etc; o esquivar las transiciones entre una y otra escena, en donde los personajes aparecen de la nada, parados en la esquina del plano que estaban filmando – para darle algo de dinámica a las escenas.

Pero si la técnica había perdido plasticidad, al menos la dirección de los capítulos compensaba ese detalle con buenas dosis de estilo y suspenso. En el piloto vemos el tenso rescate de un prestigioso político, el cual está colgado de las alturas de un imponente edificio de estacionamiento a punto de venirse abajo; en otro, vemos cómo se activa a distancia una bomba atómica – destinada para “usos civiles” (explotar una cantera!) -, la cual los villanos de turno desean detonar en medio de Londres; o, sino, el caso de un jumbo destruído y suplantado por un clon, el cual actúa como bomba voladora pensada para matar al líder de una nación aliada. Sumado al exquisito detalle de las maquetas, la visión de los vehículos en acción compensa la torpe retórica de los personajes.

Ciertamente la trama de Capitán Escarlata y los Mysterons carece de sutilezas. Todo se origina a través de una expedición terricola a Marte, en donde los astronautas se topan con una raza alienígena. Al confundir los sensores de la base extraterrestre con lanzaderas de misiles, los terricolas deciden destruirla… pero los aliens – los Mysterons del título – poseen una tecnología capaz de regenerar todo lo arrasado en cuestión de instantes. Mas adelante veremos que los Mysterons son una raza de computadoras inteligentes (la primera en su tipo, décadas antes de V’ger y Skynet), lo cual no quita que sean atropelladas y radicales, ya que de una juran exterminar a la raza humana sin dar margen a diplomacia alguna. Por contra, todos los capítulos de la serie transcurren en la Tierra, con los Mysterons siempre anunciando a quién van a matar o qué van a destruir, y el grupo de tareas (llamado Spectrum y compuesto por oficiales con nombres clave de colores) enviando a Escarlata al muere, haciendo las veces de martir indestructible que salva al mundo al último momento… aunque para ello termine aplastado, abrasado o incrustado contra las rocas.

De más está decir que la marcha de los acontecimientos va en contra de la lógica. Los terroristas anunciando sus objetivos, los terricolas en una situación pasiva y siendo incapaces de ir a Marte a bombardear a los Mysterons o, al menos, mandar alguna misión diplomática a hacer las pases. Pero, por otra parte, uno puede tomar a la serie como una visión alegórica de los tensos momentos que pasó Gran Bretaña a lo largo de toda la Guerra Fría. Inglaterra siempre fue el relleno del sandwich, atrapada entre dos superpotencias enfrascadas en una encarnizada lucha silenciosa y subterránea; y si algo pasaba mal, donde caerían los primeros misiles sería en el patio del Palacio de Buckingham. Siendo el principal aliado de los Estados Unidos en Europa, resulta lógico que fuera el primer objetivo de las amenazas e intrigas de la Rusia comunista; la literatura de espionaje ha explicitado – con un rango que va desde el delirio hasta el mas duro realismo – la constante guerra de inteligencia que los británicos mantuvieron con los soviéticos durante los años de plomo de la Cortina de Hierro. Desde robo de datos hasta infiltración, atentados y asesinatos… lo cual no difiere un ápice del espíritu de la trama de Capitán Escarlata. Si el capitán Black es un infiltrado comunista, y los Mysterons son terroristas soviéticos llevando el conflicto a una “guerra de nervios” para promover la revulsión popular y la sedición, entonces uno se da cuenta que la tira no es mas que la versión estilizada y británica de la paranoia anticomunista, la misma que aquejaba a los yanquis desde principios de los años 50 y que imaginaba invasiones encubiertas y/o tomas del gobierno por parte de quintacolumnas infiltrados.

Capitán Escarlata y los Mysterons durarían sólo un año y, aunque tuvo una recepción algo controvertida, terminaría siendo un éxito. El personaje regresaría en una fugaz versión animada en el 2005 – la cual pasó sin pena ni gloria por la televisión británica, ya que fue incluida en un show infantil, severamente editada y canibalizada, amén de carecer del respaldo publicitario pertinente -, y quedaría en el limbo, habiéndose rumoreado numerosas veces la posibilidad de una versión live tal como la de Los Thunderbirds del 2004. Por otra parte las siguientes tiras de marionetas – Joe 90 y El Servicio Secreto – obtendrían una recepción muy fría y Anderson convencería a su socio, Sir Lew Grade, de que era hora de animarse a realizar una producción live con temas fantásticos, utilizando toda la parafernalia de maquetas para respaldarla.

Así es como nacería UFO (1970 – 1971) y, mas tarde, la última gran aventura de Gerry & Sylvia Anderson: Cosmos: 1999, la cual comentaremos en la segunda parte de esta retorspectiva de la obra de los creadores del Supermarionation.

GERRY ANDERSON

Algunas obras producidas por Gerry Anderson y comentadas en este portal: Thunderbirds Are Go (1966) – Capitán Escarlata y los Mysterons (1967) – Retrospectiva de Gerry Anderson parte 1 Retrospectiva de Gerry Anderson parte 2Thunderbird 6 (1968) – Mas Allá del Sol (1969) – Invasión UFO (1972) – Cosmos: 1999 (1975) – Thunderbirds (2004)