Crítica: La Mancha Voraz (The Blob) (1958)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1958: Steve McQueen (Steve Andrews), Aneta Corseaut (Jane Martin), Earl Rowe (Dave), John Benson (Burt), Steven Chase (Dr Hallen), Robert Fields (Tony Gresette), James Bonnet (Mooch Miller), Olin Howlin (anciano)

Director: Irvin S. Yeaworth Jr, Guión: Kate Phillips & Theodore Simonson, Musica – Ralph Carmichael, con temas de suspenso de la colección de The Valentino Production Music Library

Recomendación del Editor

Trama: Cae un meteorito en un alejado pueblo de Estados Unidos. Los adolescentes Steve Andrews y Jane Martin acuden a ver el lugar del impacto, pero se cruzan en la carretera con un anciano al cual una masa viviente roja se le ha prendido en el brazo. Los muchachos llevan al hombre al consultorio del Dr. Martin y, a pedido de este, salen a investigar la identidad del mismo. Pero tanto el Dr. Martin como su enfermera son devorados por la masa alienigena que ha escapado del interior del meteorito. Steve y Jane acuden a la policía a denunciar el hecho, pero las autoridades descreen de los adolescentes. Con la ayuda de algunos amigos intentan alertar a los habitantes del pueblo y son tomados para la burla, hasta que un ataque masivo de la mancha voraz termina por darles crédito, aunque, debido al inmenso tamaño que ha cobrado, quizás sea demasiado tarde.

Arlequin: Critica: La Mancha Voraz (The Blob) (1958)

Hay filmes que sobreviven a su propia impericia y logran convertirse en clásicos, o al menos en favoritos del público. Es el caso de The Blob, una producción independiente financiada por capitales de feligreses de una iglesia y dirigida por un cineasta especializado en filmes industriales, religiosos y educativos, que lograría un gran éxito de taquilla y pasaría al status de culto inmediatamente.

El éxito de La Mancha Voraz (o La Masa Devoradora, como se denominó en otros países) tiene que ver con varios ingredientes que funcionan muy bien en el film: el monstruo es totalmente original, hay una muy buena banda sonora (compuesta tanto por el musico Ralph Carmichael como con inserts de la Valentino Production Music Library, una firma que aún hoy genera soundtracks de stock a precio barato y que cualquiera puede adquirir y utilizar en su film; la prueba está en que cientos de películas de horror y sci fi de los 60 y 70 han usado a rabiar esta banda sonora – inmediatamente reconocible cuando se la escucha -, como The Green Slime o El Cerebro que no Podía Morir), el tema de titulo de Burt Bacharach es un hit ultrapegadizo, los FX son más que aceptables para su escaso presupuesto (sólo costó u$s 120.000 de la época), y tiene el claro objetivo de apuntar al público adolescente. A su vez logra montar algunas escenas realmente memorables.

Pero el enorme lastre que tiene el film es que el director Yeaworth y los guionistas Kate Phillips & Theodore Simonson son absolutamente incompetentes a la hora de intentar realizar un desarrollo dramático potable cuando el monstruo no está en escena. Mientras que secuencias como el descubrimiento de la masa por parte del anciano, el ataque en el consultorio del Dr. Martin o el grand finale en el cine son escenas memorables que poseen tensión y horror – toda la secuencia en que el viejo es fagocitado lentamente bajo las mantas sigue siendo espeluznante -, cuando los personajes hablan e interactúan lo hacen de la manera más torpe y lenta posible. Uno no puede dejar de pensar en el origen religioso de la producción del film, y lo que esto se termina por transmitir a la conducta general de los personajes. Los adolescentes son correctos y algo rebeldes, el sheriff Dave es bondadoso y comprensivo, y todo termina en una comunión de jovenes y adultos luchando contra la ameba alienígena. Las escenas iniciales son realmente eternas, como la pequeña carrera de Steve con sus amigos; y cuando éstos son advertidos por Steve de la presencia del monstruo, se precisa una ración doble de buena voluntad por parte del espectador para aceptar que los adolescentes han comprado una idea tan absurda y que por ello salen inmediatamente a advertir a todo el pueblo. En todo caso, podría asumirse que todos son buenas personas integrantes de alguna iglesia, que los desmanes de los adolescentes son solo travesuras, que la palabra de cada uno de ellos vale, y que el film termina por obrar con cierta moralina acerca de que hay que confiar en los jóvenes. En cualquier otro film menos logrado, la audiencia y la crítica hubiera apedreado la pantalla en dichas escenas.

A esto se suma la pétrea actuación de todo el elenco, del cual ni Steve McQueen se salva. McQueen ya era algo conocido por su trabajo en series de TV, pero aquí resulta absolutamente anodino, lo que no le impidió ser un dolor testicular para los productores con ciertos desplantes que hizo en el rodaje – al actor le ofrecieron un porcentaje de las ganancias pero quiso un sueldo relativamente alto; sus problemas en el set hizo que los productores terminaran por anular un contrato por tres filmes que habían firmado -, algo que sería la marca de fábrica del astro hasta el fin de sus días.

Pero si el drama y las actuaciones van de lo mediocre a lo abominable, al menos cuando La Mancha Voraz aparece en escena las cosas se animan. Filmada como una base de gelatina de silicona mezclada con gasolina en medio de miniaturas (que representan a las habitaciones de las escenas donde aparecen, y que fueron rodadas de modo vertical para simular el movimiento de la misma), el efecto es convincente. Muchos hoy consideran a The Blob un monstruo ridículo, pero en el estilo en que está filmado – atacando silenciosamente, escurriéndose entre las rendijas – es efectivo. Es cierto que la remake de 1988, con mejores efectos, lo muestra mucho más letal, veloz y de aspecto impresionante; pero para ser un film de 1958 sigue siendo una criatura animada de buena calidad e igual de mortal.

Es posible que la remake sea superior en términos de historia y efectos, pero The Blob 1958 sigue estando en el corazón de la gente, vista con entrañable cariño. Existe también una secuela (Beware! The Blob de 1972 y dirigida por Larry Hagman) que retoma el tema en tono de comedia y es considerada abominable. Pero el original sigue siendo un clásico, aún a pesar de enormes defectos, simplemente por la originalidad tanto de la criatura como de las escenas de los ataques.

LA SAGA DE THE BLOB, LA MANCHA VORAZ

Las versiones de The Blob son: La Mancha Voraz (1958) y Cuidado! La Mancha Voraz (1972). The Blob (1988) es una remake del filme original