Crítica: Black Mass (Pacto Criminal) (2015)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2015: Johnny Depp (James ‘Whitey’ Bulger), Joel Edgerton (John Connolly), Benedict Cumberbatch (Billy Bulger), Rory Cochrane (Steve Flemmi), David Harbour (John Morris)

Director: Scott Cooper, Guión: Mark Mallouk & Jez Butterworth

Trama: Finales de los años 70, el sur de Boston. John Connolly ha pasado toda su vida en el vecindario y ha crecido hasta transformarse en un agente del gobierno eficiente y respetable… pero desea escalar posiciones en el FBI y para ello urge una inesperada trama: contactar a su amigo de la infancia – el capo de la mafia irlandesa James “Whitey” Bulger – para proponerle una alianza: liberar su terreno de la ingerencia de las autoridades a cambio de que le brinde datos para acabar con la mafia italiana que está comenzando a expandirse por toda la ciudad. De manera inesperada Bulger acepta y pronto Connolly se convierte en la nueva estrella del FBI, obteniendo información de primera mano para dar una serie de golpes precisos y letales a las pandillas italianas que reinan en la metrópoli. Pero semejante movida ha provocado un vacío de poder, el cual ha sido aprovechado por Bulger para volverse el líder del bajo mundo de la ciudad. Devenido en cómplice de hecho de todas las fechorías del irlandés, Connolly comenzará a comprender que ahora el círculo amenaza con cerrarse sobre su cabeza, ya que sus jefes han comenzado a sospechar del exceso de impunidad de Bulger… algo que terminará por acorralar al mafioso sicópata y lo volverá mas peligroso que nunca.

Black Mass Hollywood nunca ha sido un narrador creíble de historias basadas en hechos reales. Las ha corrompido, alterado, masificado, pasteurizado o elucubrado hasta el punto que resultan ser pálidas copias de las tramas verídicas que pretendían contar. Tambien es cierto que la realidad no siempre maneja la estructura narrativa de una obra en tres actos ni posee el flujo continuo que todo relato debería tener para resultar interesante durante 90 minutos. Una cosa es que Mario Puzo maneje a su gusto y piacere los tiempos, personajes y subtramas de las décadas que involucra la épica de El Padrino, y la otra es querer comprimir en una hora y media una historia real que llevó 30 años madurar, respetando sucesos y cronologías. Es por todo ello que Black Mass da por resultado una película policial pasable pero no memorable; su formato natural hubiera sido el de miniserie ya que aquí las subtramas abundan y precisaban oxígeno para crecer y obtener el impacto que se merecían. Así como está parece un compilado de grandes momentos de Los Sopranos, sólo que en versión irlandesa y con muchísimo menos tiempo para el melodrama.

Black Mass no es ni por asomo el mejor filme de mafiosos que existe. Es uno muy prolijo, plagado de buenos momentos, pero demasiado episódico para ser efectivo. El problema es el tiempo, el cual era necesario para desarrollar un puñado de personajes principales – en especial el amoral agente del FBI que compone Joel Edgerton -; en cambio sólo tenemos pantallazos esporádicos (y fascinantes) del brillante sicópata que interpreta Johnny Depp (sacando a flexionar sus músculos actorales después de demasiados años de canalizar a Jack Sparrow y sus respectivos clones). Oh, sí, el tipo se luce y tiene su cuota de momentos estremecedores – creo que el peor de todos ellos es la visita “amigable” que le hace a la esposa de Edgerton en su dormitorio y en medio de una cena de negocios -, pero se ve acotado. Los sucesos saltan de a varios años, y no hay sensación de fluidez. Lo que tenemos son capítulos sólidos – algunos rodados con tanto virtuosismo como brutalidad – y buenas performances, pero precisaba un libreto con mas de filo y profundidad.

Ciertamente los acontecimientos reales de Black Mass fueron tan estremecedores que terminaron haciendo mella en el público norteamericano – la historia de base de Los Infiltrados está inspirada en la vida de Bulger -. El problema de fondo no es que un oficial del FBI sea corrupto por dinero y le pase soplos al capomafia de turno, sino que el agente se corrompa por una cuestión de ego, carrera laboral y retorcidas deudas de honor con el que fuera su amigo de la infancia. A Connolly lo único que le importa es subir en el FBI y Bulger es su pasaporte; pero, una vez que se ha dado cuenta del berenjenal en el que se ha metido, lo único que atina es a seguir tapando agujeros como puede mientras mantiene a flote su carrera. Es escalofriante ver cómo el tipo le saca la protección a un testigo – un brillante Peter Sarsgaard – simplemente porque puede ser un estorbo en su retorcida operación de informantes. Digo: es horrible pensar que un policía te va a dejar morir, simplemente porque quiere que un criminal le siga pasando datos para seguir recibiendo medallas por su trabajo de inteligencia. Mientras tanto Depp anda en onda Terminator a full, evaporando testigos y obstáculos de la manera mas brutal posible.

Los detalles abundan en forma de retazos; en el caso de Depp, hay una historia familiar y personal profunda e interesante, pero es demasiado abreviada como para pintarlo de cuerpo entero. Por un lado es un patriota que colabora con el IRA, un buen vecino que ayuda a los ancianos, un hijo y un hermano fiel y adorable pero, por otro lado, es un brutal carnicero que masacra sin asco al que se le pone adelante. Circunscripto al círculo intimo de aquellos que ama como los únicos que valen la pena vivir, el resto es descartable y maleable de acuerdo a las circunstancias: no es un código de honores al estilo de El Padrino, sino un caso de pragmatismo puro en donde la amistad que hoy sirve mañana puede convertirse en una molestia que necesite ser erradicada, sin importar el sentimiento, parentesco ni antiguedad que se tenga.

Black Mass es un policial ok, una especie de épica mafiosa light rodada a lo Scorsese. Tiene lo suyo y sirve para pasar el rato, pero no tiene originalidad ni potencia como para dejar un rastro memorable. Es simplemente un thriller bien hecho que te deja satisfecho luego de bañarte en sangre y profanidades durante los 90 minutos de su duración.