Crítica: La Biblia: En el Comienzo… (1966)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / Italia, 1966: Michael Parks (Adan), Ulla Bergryd (Eva),Richard Harris (Cain), Franco Nero (Abel), John Huston (Noé / narrador / serpiente / Dios), Stephen Boyd (Nimrod), George C. Scott (Abraham), Ava Gardner (Sara), Peter O’Toole (los tres ángeles)

Director: John Houston, Guión: Christopher Fry, basado en La Biblia de autores varios

Trama: Esta es una crónica de los 22 primeros capítulos de la Biblia. Desde el Génesis y el nacimiento de Adán y Eva hasta el diluvio universal, el Arca de Noé, la Torre de Babel y el nacimiento de la nación judía a partir de la simiente de Abraham, un devoto creyente de Dios al cual el Supremo lo sometió a las más duras pruebas de la fe.

La Biblia: En el Comienzo... Es difícil no ser polémico al analizar un filme religioso. Muchos pueden pensar que la crítica a lo artístico es también una crítica al dogma y un ataque a la fe, con lo cual queda demostrado que aún existe mucha gente que acepta la religión tal cual es, sin cuestionar ni un ápice de sus postulados. En lo personal, la religión de cada uno es un acto de fe por lo cual uno acepta la existencia de algo superior y sobrenatural como chispa provocadora del movimiento del universo. Existe un límite de lo que puede demostrar la ciencia, tras lo cual extiende sus reinos la religión; y, por otra parte, existe la fe en un mas allá, como consuelo indispensable de que el fin de la vida tiene un propósito o continuidad, y de que no nos vamos a quedar solos cuando pasemos a otro plano existencial.

Pero a su vez, mi formación racionalista me impide aceptar a ciegas cualquier postulado que pueda considerar injusto, aún cuando provenga de una escritura sagrada. Yo no creo en la obediencia debida y automática de órdenes que pueden ser punitivas y/o que sometan a las personas a condiciones denigrantes. Uno debe considerar que las escrituras – en cualquier religión – datan de varios milenios y que han sido escritas en condiciones muy diferentes a las actuales. Y, considerando a dichos escritos como un conjunto de reglas de conducta, marcaban una serie de condiciones estrictas cuya violación merecía un castigo severo. Pero ello responde a que la gente, en aquellos tiempos, obedecía más a un libro sagrado que a un edicto real. Yo suelo citar el caso de la prohibición de consumir cerdo – o la circuncisión – que son prácticas habituales de la religión judía, y que correspondían a postulados básicos relativos a higiene y salud. La carne de cerdo, en el calor del desierto – en donde vivían los hebreos -, se descompone en muy poco tiempo; para que el pueblo entienda dicha regla (no consumir carne de cerdo en mal estado) era necesario incluirla en el texto de las escrituras. De ese modo los libros sagrados contenían reglas morales, de conducta y hasta de mínima supervivencia, indispensables para que el pueblo subsistiera en las duras condiciones en que debía vivir en aquel entonces.

Tras toda esta perorata, intentaré dejar en claro mi postura frente a La Biblia (el libro). La primera parte es un conjunto de dogmas durísimos, matizados por una narración ampulosa y grandes efectos especiales. Pero el Dios del Antiguo Testamento es tan severo, guerrero y caprichoso, que en ningún momento se me hace cercano en lo espiritual. El es una figura de cuidado, como un padre violento y estricto al cual uno le tiene que tener más temor más que respeto. Si bien lo que uno analiza aquí es una superproducción de cartón pintado y demasiadas ínfulas en lo artístico, no por ello uno deja de ver la verdadera naturaleza del texto. Hay cuestiones fundamentales que son contradictorias – si Dios creó el Edén, ¿por qué puso a la serpiente y al árbol con las manzanas?; ¿por qué debió hacer sufrir tanto a Abraham, y llevarlo al extremo de tener que empuñar un puñal para sacrificar su propio hijo? ¿por qué Dios realizaba frecuentes depuraciones de la raza humana, si al fin y al cabo para ello les dió libre albedrío? -, y en todos los casos la figura divina que surge es autoritaria y caprichosa. Quizás todo esto pase por una discusión teológica que excede a esta columna – ¿por qué encastrar el Antiguo Testamento con el Nuevo, si la figura de Dios cambia de manera radical de una a otra parte? – y que va mucho mas allá de las pretensiones de los cineastas responsables de esta obra.

Llegando a La Biblia: En el Comienzo…, uno debe admitir de entrada que el filme es un monumento al aburrimiento. El problema no es la historia sino el director John Houston, que es tan respetuoso y solemne que ralentiza todo hasta el punto de dejar inerte al relato. 15 minutos del Génesis es demasiado, y todos los segmentos parecen demorar siglos – los actores disparan una línea cada cinco minutos -. Para colmo, pareciera que el libreto no está dispuesto a quitar ni una coma de los textos sagrados (¿no entienden que esto es una adaptación, no una reproducción textual?). Hubiera sido más emocionante poner a un tipo en una banqueta, leyendo la Biblia en voz alta, al estilo de lo que aparecía en Increíble Pero Falso.

El guión es demasiado estoico. Por otra parte Houston, cuando decide soltarse, logra cosas interesantes. En lo visual Houston resuelve muchas cosas de manera brillante – la visión de la serpiente del Edén, como un hombre oscuro que repta sobre las ramas del arbol de la ciencia; toda la secuencia del Arca de Noé, que por lejos es lo mejor del filme; la breve pero intensa secuencia de la Torre de Babel; y la excepcional escena con los tres ángeles que encarna Peter O´Toole, los cuales exterminan a Sodoma y Gomorra con una bomba atómica (!) -, pero en otras pareciera ser una imitación barata de los espectáculos bíblicos que manejaba, con mucha mas destreza, Cecil B. DeMille. Todo esto da un balance muy imperfecto: por un lado el filme logra generar un puñado de secuencias memorables pero, por otra parte, es un bodoque de tres horas de duración que se mueve a paso de tortuga y que falla completamente a la hora de emocionar (que, en definitiva, es el propósito de todo filme religioso).

La Biblia: En el Comienzo… es una película despareja. Tiene sus momentos, pero le demanda mucha paciencia al espectador. La secuencia final (y más larga) es la historia de Abraham, y realmente se hace eterna. Y esa solemnidad es la que termina por poner al filme en estado de coma, uno que recién termina cuando se prenden las luces de la sala.