Crítica: Cuentos que no son Cuentos (Bedtime Stories) (2008)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2008: Adam Sandler (Skeeter Bronson), Keri Russell (Jill Hastings), Guy Pearce (Kendall Duncan), Russell Brand (Mickey), Teresa Palmer (Violet Nottingham), Richard Griffiths (Barry Nottingham), Jonathan Morgan Heit (Patrick), Laura Ann Kesling (Bobbi), Courtney Cox (Wendy Bronson), Lucy Lawless (Aspen)

Director: Adam Shankman, Guión: Tim Herlihy & Matt Lopez

Trama: Cuando Skeeter Bronson era niño, su padre regenteaba el hotel familiar Sunny Vista; pero debido a sus deudas debió traspasarle la propiedad a las manos del avaro millonario hotelero Barry Nottingham, quien terminaría por transformarlo en un resort de lujo. En su momento Skeeter había obtenido la promesa de encargarse del hotel ni bien cumpliera la mayoría de edad, pero Nottingham lo ha relegado al rol de conserje. Ahora, cuando su hermana decide salir de viaje por cuestiones de trabajo, Skeeter queda a cargo de sus dos sobrinos, a los cuales debe inventarles un cuento cada noche para que logren dormirse. Lo que Skeeter descubre es que las fábulas que crea noche tras noche terminan por convertirse en realidad al día siguiente. Ahora el joven intentará manipular esos cuentos para lograr obtener el control del hotel fundado por su padre así como para hacerse con la chica que le interesa, la hija del millonario Nottingham.

Cuentos que no son Cuentos Cuentos que no son Cuentos es una de las tantas alianzas bizarras que la Disney ha generado en los últimos años. Algunas han devenido en inesperados éxitos de taquilla como la unión con Jerry Bruckheimer, que diera a luz la franquicia de Piratas del Caribe; pero el socio de turno ahora es Adam Sandler, el popular cómico reconocido por su humor adolescente y procaz. El tema es cómo incluir a Sandler con calzador en un filme de corte familiar de la Disney, y que resulte gracioso cuando le sea imposible utilizar la habitual munición gruesa sobre la cual cimentó el éxito de su carrera.

Debo reconocer que Sandler me hace gracia en el 90% de las veces, aunque hay ocasiones en que supera el límite tolerable del mal gusto. Pero meterlo en un proyecto Disney es como amputarle la lengua. El tema es que últimamente el reino del ratón ha intentado variar su oferta, atrayendo a una enorme cantidad de figuras de otros géneros a su nicho familiar, y siempre con resultados mixtos, como las comedias tipo The Pacifier con Vin Diesel o las últimas rutinas que ha hecho The Rock como La Montaña Embrujada. Y definitivamente Cuentos que no son Cuentos no es la excepción.

Aquí el guión toma prestadas ideas de Corazón de Tinta; Sandler es una “lengua de brujo” – un individuo que puede transformar las fábulas en verdaderas sólo con leerlas -, que descubre su don al narrarle cuentos a sus sobrinos. Como la vida de Sandler es desgraciada – pésimo empleo en el hotel que una vez fuera de su padre, interesado en la hija del dueño que no le da ni la hora, verdugueado por el jefe del hotel y su siniestra ayudante -, al tipo no se le ocurre mejor idea que utilizar las fábulas para su beneficio, alterando su destino para obtener lo que tanto desea.

Uno no pide obras maestras de la comedia, pero al menos que la historia resulte entretenida. Si el argumento de venta es ver a Sandler haciendo disparates en el mundo de los cuentos – aquí hay cuatro segmentos en tal sentido -, por lo menos que el relleno que haya en el medio sea tolerable. El problema es que llegar hasta ese punto demora una media hora que es eterna, llena de malos chistes y personajes terribles. Se repiten los defectos de todas las comedias de Sandler – él es el único vivo; hay un troupe de prestigiosos actores contratados para roles secundarios que son denigrados por el cómico -, pero en ocasiones anteriores los villanos era repelentes, los castigos de Sandler graciosos y merecidos, y los amigotes del cómico generaban un clima de humor efectivo y complementario. Nada de eso funciona aquí: ver a Guy Pearce (Memento) humillándose por el cheque da vergüenza ajena, y resulta ser un villano patético; Russell Brand es sideralmente anodino; los diálogos y escenas de Sandler – castrados por el entorno “apto para todo público” – son aburridos; y la cosa sólo repunta un poco cuando Rob Schneider – amigote del cómico – aparece en escena. Los cuatro segmentos de fábula son medianamente entretenidos, pero cuando la historia regresa al mundo actual bordea lo insufrible. Ni siquiera la conclusión de la trama es medianamente satisfactoria.

Cuentos que no son Cuentos es mediocre en el mejor de los casos; aún para los fans de Adam Sandler resulta pesada, y la mayoría se encontrará haciendo fast foward hasta llegar a los segmentos en donde el cómico aparece en los cuentos. Pero terminado el último de ellos, apague el reproductor. No se perderá de nada, y ahorrará minutos de su vida para dedicarlos a otra cosa más útil.