Crítica: Estado de Alarma / El Incidente Bedford (The Bedford Incident) (1965)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1965: Richard Widmark (capitan Eric Finlander), Sidney Poitier (Ben Munceford), James MacArthur (oficial Ralston), Martin Balsam (doctor Chester Potter), Wally Cox (Merlin Queffle), Eric Portman (comodoro Wolfgang Schrepke)

Director: James B. Harris, Guión: James Poe, basado en la novela homónima de Mark Rascovich

Trama: Costa de Groenlandia, en mitad de la Guerra Fría. El capitán Eric Finlander es el comandante del crucero misilístico Bedford, y su misión es rastrear submarinos rusos. Ahora se ha topado con uno – al que denomina “Gran Rojo” – , el que se encuentra en aguas territoriales danesas. Finlander informa el incidente a las autoridades de la OTAN, pero la respuesta se hace demorar. Mientras tanto ha arribado al barco el periodista Ben Munceford, el que desea entrevistar a Finlander y a la tripulación del Bedford. Pero Munceford empieza a descubrir lentamente que Finlander se ha obsesionado con el Gran Rojo como si fuera un enemigo real y ha comenzado una feroz cacería al submarino soviético, llevando a su gente al límite e induciendo a una situación al borde de lo tolerable.

Estado de Alarma / El Incidente Bedford He aquí una de esas películas perdidas que muy pocos han oído hablar (o recuerdan), y terminan siendo formidables. En este caso es un filme dirigido por James B. Harris, el que venía de cortar su relación de 8 años como productor del excéntrico Stanley Kubrick y estaba dando sus primeros pasos como cineasta (aunque su carrera sería bastante escueta y anónima). El libreto está a cargo de James Poe, que pondría su firma en algunos scripts interesantes como La Gata sobre el Tejado de Zinc Caliente (1958) y ¿Acaso no Matan a los Caballos? (1969); y como productor ejecutivo figura Richard Widmark, quien se reserva para sí el rol central. Semejante combinación da por resultado El Incidente Bedford, un producto sólido sobre la Guerra Fría, que podría definirse como la versión marina de Fail Safe, y adornada con excelentes diálogos y actuaciones.

Aquí tenemos un comandante de barco duro y recalcitrante que verduguea a medio mundo y tiene a su gente bajo un régimen de mano de hierro. Al buque llegan dos extraños – el nuevo médico y un periodista que viene a entrevistar al capitán -, los cuales no tardan en estrellarse contra la áspera personalidad del comandante. La misión de rutina es rastrear submarinos soviéticos, seguir su rumbo y ver cúales son los buques espía de superficie que actúan como enlace. Cuando el comandante Finlander detecta un sumergible soviético en aguas territoriales de Groenlandia – territorio perteneciente a un aliado de la OTAN – , el tipo empieza a perseguirlo para expulsarlo de la zona. El problema es que la actitud de la OTAN resulta demasiado pasiva para su gusto, y el quía se pasa de la raya cuando decide seguir la cacería aún en aguas internacionales. Su idea es darle una reprimenda al submarino – impidiendo de que salga a la superficie para tomar aire -, pero para ello comienza a llevar a toda su gente al límite de sus fuerzas … y el margen de error comienza a ser cada vez más grande y peligroso.

Si uno analiza en detenimiento el filme verá que toda la acción se reduce a piruetas verbales (escritas de manera formidable), con lo cual podría funcionar muy bien como obra de teatro. Richard Widmark se devora el papel, y es gracias a él que The Bedford Incident funciona fantásticamente. Lo suyo es un tour de force y su personaje tiene aristas fascinantes. Como él mismo dice, “es difícil el trabajo de ser hijo de p…”, aunque él lo desarrolla con gusto. A su lado están ok Martin Balsam y Sidney Poitier como los personajes cuyo sentido común choca con la muralla mental del capitán, aunque ciertamente su inclusión en la historia es algo artificial – el médico y el periodista se podrían haber fusionado en un solo personaje, el cual podría haber sido el segundo al mando de Widmark, lo que resulta mucho más natural -. También resultan algo chocantes los pasos de comedia que el script incluye con calzador y cuyo propósito es humanizar a los personajes.

Pero en el fondo The Bedford Incident no deja de ser Moby Dick trasladado al escenario de la Guerra Fría. Richard Widmark es Ahab obsesionado con su presa y llevando a todos al borde de la destrucción. Aún cuando el libreto intenta mostrar distintas facetas del capitán Finlander, no deja de ser un militar mesiánico al estilo del general Ripper de Doctor Strangelove – tipos que tienen una noción exacerbada del nacionalismo que va más allá de lo racional -. En tal sentido, The Bedford Incident termina de funcionar como una versión alegórica de la Guerra Fría – la obsesión con el enemigo induce al error fatal -, en donde el fantasma atómico flota sobre la supuesta infalibilidad de la maquinaria de guerra moderna.