Crítica: Battleship, Batalla Naval (2012)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2012: Taylor Kitsch (Alex Hopper), Liam Neeson (Almirante Shane), Brooklyn Decker (Samantha), Alexander Skarsgård (Stone Hopper), Rihanna (Raikes)

Director: Peter Berg, Guión: Erich Hoeber & Jon Hoeber, basados en el juego de mesa licenciado por Hasbro

Trama: Alex Hopper es un descarriado que parece haber sentado cabeza luego que su hermano lo enrolara a la fuerza en la Marina. Ahora Alex es el segundo oficial del USS John Paul Jones, un crucero misilístico que participa en las maniobras de entrenamiento que la Armada está efectuando en Hawaii. Pero, al poco tiempo de zarpar, se topan con una serie de gigantescos meteoritos que han impactado en medio del mar y cuya figura gigantesca se asoma por encima del horizonte. Ya que el John Paul Jones es el navío más cercano, deciden acercarse a investigar… hasta descubrir que las moles son en realidad gigantescas naves alienígenas, las que han llegado como una avanzada para una inminente invasión a la Tierra. Y, en vista de que la nave extraterrestre ha cortado todo tipo de comunicaciones en la zona, le resulta imposible al USS John Paul Jones utilizar su armamento electrónico para atacarlos. Luego de una intensa refriega fallece el capitán de la nave y Alex resulta ser el oficial con mayor cargo para sucederlo. Y el irreverente joven deberá poner en práctica todo su ingenio para vencer a los invasores, antes de que éstos logren pedir refuerzos a su planeta de origen y se transformen en una fuerza devastadora absolutamente imparable.

Battleship, Batalla Naval En Hollywood sobran los dólares y escasean las neuronas. La última moda es tomar cualquier cosa que posea un nombre y sea medianamente conocida, y elaborar un filme entero basado simplemente en eso. Es como hacer películas sobre celulares Nokia, hamburguesas de McDonalds o pen drives Kingston. Que un producto / marca sea conocido a nivel mundial no significa necesariamente que sirva como premisa para hacer un filme de 90 minutos. En el caso que nos ocupa, podría decirse que inventar una película basada enteramente en un jueguito que se ejecuta con lápiz y papel representa el triunfo del marketing más salvaje sobre cualquier tipo de lógica. ¿Para cuando vamos a tener la película de El Estanciero o, mejor aún, de El Ahorcado?

A veces uno debería tomarse las cosas de manera más light y concluir que – después de todo – el nombre (o concepto base) no es más que el puntapié inicial para crear algo totalmente desde cero. Ciertamente uno de los pocos pasajes que funcionan en Battleship es cuando llega el gran momento de inspiración de los guionistas y trasladan la mecánica del juego a la pantalla. Verán: los terrícolas hemos mandado un mensaje al espacio, y la contestación nos la traen en persona unos alienígenas que son más malos que la peste. Los invasores vienen con tecnología de punta, con lo cual no aparecen en el radar ni aún cuando estén pegados al lado nuestro y – ya que el 90% de la flota naval yanqui se basa en misiles teledrigidos – hay que inventar algún método de detectar al enemigo y dispararles un cohete en el momento exacto. Como los aliens se la pasan en el mar (sino, no habría “Batalla Naval”), cada vez que navegan sacuden unas boyas de alerta de tsunamis que están distribuidos… de manera equitativa en una cuadrícula. El oficial dice “se movió una boya en E5!” y así es como les mandan a los aliens un hermoso supositorio de metal. Jo, igualito que el juego!.

En sí, Battleship es como ver Dia de la Independencia dirigido por Michael Bay. Si uno ya crujía los dientes con los malos diálogos del filme de Roland Emmerich, esperen a ver lo que les reserva aquí Peter Berg. El primer tercio está conformado por una avalancha de situaciones estúpidas y parlamentos idiotas – con gente haciendo canchereadas para conquistar una chica, violando varias leyes y terminando solo con un chas chás en la cola; y dos toneladas de clisés provenientes de todas las películas de guerra habidas y por haber – que bordea lo insufrible. Al menos las cosas mejoran bastante cuando los aliens llegan a la Tierra… pero las situaciones que plantea la invasión está seriamente reñidas con la lógica. Por ejemplo, ¿por qué las gigantescas naves alienígenas van por el agua y a los saltitos (como chapoteando)?. ¿Cómo es que estos extraterrestres tienen tecnología para cruzar medio universo en dos segundos y desconocen lo que es una bomba atómica?. O ¿cómo es que estos bichos saben de que hay una antena transmisora en Hawaii (y, dicho sea de paso, entienden la primitiva tecnología terrestre como para utilizarla y pedir refuerzos a su planeta natal)?

Mientras que la refriega con los extraterrestres es medianamente entretenida (en un sentido michaelbayesco, con tomas en cámara lenta y abundancia de explosiones), al momento de poner gente de carne y hueso en escena Battleship se hunde (y mal). Tenemos al sabor del momento, Taylor Kitsch, que viene a ser una especie de versión joven y reciclada de Sam Worthington (otro flaco que sale de la nada y lo ponen a encabezar un blockbuster tras otro). Yo creo que Kitsch sabe actuar, pero el problema aquí es que le tocan unas líneas horribles. Hace de un rebelde sin pausa, encamotado con la hija del almirante (Liam “¿donde está mi cheque?” Neeson), y capaz de cometer todo tipo de estupideces a causa de la calentura. El tipo se enrola en la armada y, de una escena a la otra, ya es teniente de un navío de última generación. Luego tenemos a la cantante pop Rihanna, un hermoso e inútil adorno cuyo papel podría haberse podado olímpicamente. También hay una rubia pechugona (la dichosa hija del almirante), a la que le toca el poco creíble papel de fisioterapeuta (sí, claro! y yo soy un científico nuclear!) y que debe lidiar con un moreno gigante al que le faltan las piernas. Después de un puñado de bochornosas escenas seudo-dramáticas, el dúo termina lidiando con los aliens a su manera.

Battleship no es un buen filme. Es una orgía de excelentes CGI con una historia que apesta, y con un puñado de escenas de acción bastante buenas. Da la impresión que, cuando lo dejan, Peter Berg se manda solo y consigue repuntar un cacho la puntería de una trama muy floja. Por otra parte el libreto carece del buen criterio de tomarse en broma a sí mismo – en un momento esta gente decide reflotar a un acorazado de la segunda guerra mundial (como si los buques museo tuvieran combustible y munición en depósito y listo para ser disparado!!) y, al mejor estilo Michael Bay, llegan las tomas en camara lenta y con musiquita patriótica de fondo -, como si lo que estuviera narrando fuera Shakespeare o algún tipo de clásico intocable. Quizás allí es donde resida el mayor problema del filme: una cosa es lidiar con un estúpido que se burla de su propia tontería y otra es tratar con un estúpido arrogante que se cree muy vivo. Battleship entra en la segunda categoría, con lo cual le falta la chispa y el swing como para caerle simpática al resto de la gente, algo que podría haber logrado tan solo con el reconocimiento de sus propias limitaciones.