Crítica: Hechizo del Tiempo (Groundhog Day) (1993)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1993: Bill Murray (Phil Connors), Andie McDowell (Rita), Chris Elliott (Larry), Stephen Tobolowsky (Ned Ryerson), Marita Geraghty (Nancy Taylor), Robin Duke (Doris)

Director: Harold Ramis, Guión: Harold Ramis & Danny Rubin

Trama: Phil Connors es un detestable periodista encargado del reporte del tiempo y que ahora se ve obligado a ir al pueblito de Punxsutawney, en donde todos los 2 de Febrero se celebra el Día de la Marmota – una fiesta local en donde la conducta de la mascota del pueblo indicará si se tratará de un invierno largo o corto -. Luego de pelearse con todo el mundo durante una jornada infernal, el mal tiempo reinante termina por sepultar a las autopistas bajo la nieve y obliga a Connors y su equipo a quedarse a pasar la noche en el pueblo. Pero al día siguiente Phil descubre que nada ha cambiado y que se encuentra nuevamente en el 2 de Febrero… y aunque al principio cree estar desquiciado, pronto termina por darse cuenta que se trata de algo real. Para Connors todos los días son 2 de Febrero y se ve obligado a hacer siempre las mismas cosas, a menos de que descubra cómo romper el hechizo.

Hechizo del Tiempo Hechizo del Tiempo (o Atrapado en el Tiempo, título español; o El Dia de la Marmota, traducción literal de su título en inglés) es una deliciosa comedia con ribetes fantásticos que marca el punto más alto de la carrera de Harold Ramis. Ramis ha escrito cosas como Los Cazafantasmas y ha dirigido filmes tales como la saga de Analizame o Vacaciones; pero en ninguno de esos casos ha logrado la cuota de inspiración que tuvo con esta película. Es uno de los pocos casos en donde todo funciona – los gags, las performances – y la idea mantiene su potencia hasta el final.

Imaginen a Bill Murray atrapado en un episodio de La Dimensión Desconocida con toques de comedia a lo Frank Capra. Murray (que hasta ese momento era un comediante detestable, y que terminaría reciclándose como intérprete de calidad a partir de Lost in Translation) da a la perfección con el rol del periodista estrella egocéntrico y sarcástico, intolerable desde todo punto de vista, el que se ve obligado a cubrir un evento que no le interesa en absoluto: una celebración pueblerina en donde la gente observa el comportamiento de una marmota durante uno de los últimos días del invierno septentrional, para saber si los fríos continuarán o no por mucho tiempo. Como el tipo es una porqueria y se siente como una porquería, trata al resto de la gente como si fuera una porquería. De algún modo la llegada al pueblo y a la fiesta local terminan por transformarse en una especie de purgatorio para el personaje de Bill Murray, el que descubre que se encuentra atrapado en un bucle temporal irreversible – siempre se despierta en el mismo día y lugar – y, lo que al principio parece demencial, luego termina por convertirse en rutina, redescubrimiento y redención.

Este es uno de los guiones más inteligentes que yo haya visto en toda mi vida. No sólo mantiene el humor, sino que analiza en profundidad el aspecto humano y explora todas las posibilidades de semejante situación fantástica. Al principio Murray piensa que es una broma, luego que está loco, se desespera, intenta suicidarse… y luego se desmorona y se reconstruye como mejor persona. Todas las opciones de interpretación son analizadas – desde que Murray es un dios cuya inmortalidad está restringida a vivir el mismo día durante toda la eternidad, hasta la inmutabilidad del destino, en donde Murray intenta por todos los medios salvar al pordiosero que fallece inevitablemente todas las noches -. Al final lo que salva al protagonista es entender de que, si el día será el mismo durante toda la eternidad, el único que permanece y puede cambiar es él. Como se trata de una comedia, los aspectos más sórdidos no terminan por explorarse (como la posibilidad de matar o cometer otros crímenes de manera impune todos los días, aunque Murray se da maña para robar dinero sin disparar un tiro).

El humor funciona, las performances funcionan, y hasta el romance funciona. Es cierto que a veces Murray no puede dominar sus tics, pero su performance al final del filme es realmente delicada y roza lo perfecto, encarnando a un hombre que hizo un cambio verdaderamente profundo y que ahora es mucho mejor persona.

Hechizo del Tiempo es una favorita del público. Es una gran idea hecha con gracia y virtuosismo, y no hay escena en el filme que tenga desperdicio. No se me ocurre nada similar – quizás lo más parecido sea Como si Fuera la Primera Vez (First 50 Dates), en donde Adam Sandler tenía que conquistar de cero todos los días a su amada Drew Barrymore, la que padecía de amnesia de corto plazo -, y es una lástima que el resto de la filmografía de Ramis no esté a la altura de esta película, la que sin lugar a dudas es todo un clásico.