Artículos: Breve Historia del Cine Fantástico (Tercera Parte)

Volver al Indice – artículos sobre Cine Fantástico / un artículo de Alejandro Franco

El cine fantástico sale del ghetto para expresar las ansiedades que depara el inicio de la Era Atómica y la Guerra Fría; es la hora de invasiones alienígenas y monstruos gigantes. Pero, pasada la euforia, regresará al nicho de la serie B de matinée, barata y juvenil, hasta que Stanley Kubrick y El Planeta de los Simios la despierten de su sueño a finales de los años 60.

El cine fantástico sale del ghetto para expresar las ansiedades que depara el inicio de la Era Atómica y la Guerra Fría; es la hora de invasiones alienígenas y monstruos gigantes.

Si hay algo que trajo el fin de la Segunda Guerra Mundial – además de la Paz – fue la paranoia. La visión del gigantesco hongo atómico en el horizonte supuso poner a la humanidad al borde de un precipicio nunca antes visto, un escenario tan fascinante como aterrador en donde los sentimientos se alternaban desde el formidable poder del atomo para obtener energía eterna y llegar a las estrellas hasta la sensación generalizada de que estábamos a borde del apocalipsis debido a una guerra nuclear inminente. No eran temores infundados; después de todo, la Segunda Guerra Mundial sirvió para establecer a los Estados Unidos y la Unión Soviética como super potencias – naciones con un poderío de guerra sin parangón en todo el planeta – y, lo que es peor, con posturas letalmente antagónicas. No se trataba de una cuestión de diplomacia; mientras que en décadas y siglos pasados las potencias de turno libraban guerras colonialistas para apoderarse de territorios y extender su zona de influencia, la llamada Guerra Fría era un conflicto subterráneo y aún mas peligroso, en donde las superpotencias lanzaban combustible sobre los conflictos locales a lo largo del globo, apoyando facciones antagonistas y amenazando con participar directamente si las cosas no salían a su favor, … lo cual desataría un conflicto armado directo entre EE.UU. y la URSS.

La ciencia ficción se elevó – de la categoría de literatura pasatista y explorativa – a la estatura de catarsis colectiva de la sociedad amenazada por esa competencia desmedida por el poderío mundial y nuclear. Ya fuera la idea de la guerra, del apocalipsis, de la invasión y la dominación extranjera, o del sabotaje y la toma del poder por quintacolumnistas enemigos, el temor a que el país estaba en peligro se convirtió en una pesadilla diaria ineludible. El gobierno tampoco calmaba las cosas, estimulando la construcción de refugios atómicos en el patio de su casa y haciendo campañas como el “Agáchate y Cúbrete” que pasaban en las escuelas norteamericanas, la que enseñaba a los niños a tomar recaudos básicos en caso de ser sorprendidos por una súbita explosión nuclear en suelo estadounidense.

Es por ello que el cine fantástico abandonó los esquemas de los seriales, plagados de científicos locos y abominaciones de la ciencia, y pasó a una etapa mas radiante, prolífica y bizarra intentando interpretar – en todos los sentidos posibles – la tensa realidad que se vivía a nivel mundial. Ya fuera la existencia de agentes camuflados – Me Casé con un Monstruo del Espacio Exterior (1958); La Invasión de los Usurpadores de Cuerpos (1956) -, las invasiones de fuerzas externas masivas e imparables – La Guerra de los Mundos (1953) -, la sensación de desolación ante una amenaza atómica indetenible y desvatadora Godzilla (1954), The Beast of 20.000 Fathoms (1953) -, o simplemente el terror a haber abierto una caja de Pandora plena de amenazas a la humanidad, devenidas por la ambición de los científicos de ir mas allá de los límites éticos y divinos – como Them, La Humanidad en Peligro (1954); ¿qué criaturas monstruosas dará a luz el poder atómico descontrolado? -, todas ellas surgieron como metáforas de la paranoia existente. Oh, sí, los intentos bienintencionados abundaron – como Destino: La Luna (1950), el primer filme de ciencia ficción de la edad de oro del cine fantástico; o El Dia que Paralizaron la Tierra (1951), con un mensajero celestial advirtiéndonos de los peligros en que hemos incurrido con nuestra carrera armamentista -, pero eran esporádicos ya que la gente quería asustarse para olvidar que, fuera de las puertas del cine, una realidad mucho mas aterradora se cernía sobre ellos todos los días.

Si los monstruos atómicos, las invasiones alienígenas y los espías camuflados tocaban las paranoias de manera simbólica, tendríamos que esperar a Stanley Kramer para que montara el primer esfuerzo realista en En La Playa (1959). Un submarino atómico norteamericano regresa a su base luego de una larga misión secreta, sólo para descubrir que la población norteamericana ha desaparecido. No hay datos, solo indicios y una paranoia creciente. Descubriendo a Australia como uno de los escasos territorios no afectados por el conflicto nuclear, los sobrevivientes vivirán entre la locura y el éxtasis sus últimos días de vida, sabiendo que la nube radiactiva llegará a la isla para terminar de exterminarlos.

Pero es dificil ver un drama tan realista y shockeante. Quizás tratando el tema del terror atómico de una manera extremadamente fantasiosa, el temor se disipe y uno termine por aceptarlo o, al menos, camuflarlo. En Fail-Safe (1964) la impresionante maquinaria de guerra estadounidense ha fallado; un circuito defectuoso ha dado la orden de ataque a un escuadrón de bombarderos atómicos y la rigidez del procedimiento impide anular la iniciativa. Ante lo inevitable, el presidente norteamericano (Henry Fonda) deberá tomar una decisión extrema para evitar el extermino global: sacrificar a la ciudad de Nueva York – con un ataque nuclear propio y controlado – para compensar la devastación de Moscú y satisfacer las ansias de venganza del politburó comunista. Lástima que todo ese shock dramático terminara diluido por la aparición, semanas antes, de Dr. Strangelove (1964) de Stanley Kubrick, quien solo podía ver la atrocidad de semejante tesis desde el punto de vista de la comedia negra.

Si en los cincuentas Hollywood estaba en plena euforia de cine fantástico – generando toneladas de filmes serie B pero arriesgando, de vez en cuando (y como vanos intentos de hacer mainstream al género), a algunas superproducciones como la mencionada La Guerra de los Mundos, Planeta Prohibido (1956) o Esta Isla, la Tierra (1955), la mayoría de los cuales terminaron generando enormes pérdidas a los estudios patrocinantes -, en los sesentas lo terminarían relegando al rol de pastiche de tercera categoría, destinado al público juvenil que inundaba los autocines que estaban de moda. Habría intentos esporádicos de hacer ciencia ficción seria pero el grueso estaría en manos de productores de tercera categoría, generadores masivos de filmes serie B y Z de baja calidad y rápido consumo. Roger Corman, la American International Pictures e incluso estudios extranjeros como la Hammer (y todos sus imitadores ingleses) lidiarían con productos pasatistas y menos solemnes, quizás porque el temor atómico ya era un género agotado por saturación y un riesgo asumido por la población.

Y si la ciencia ficción se había popularizado en el cine – pero había regresado nuevamente al ghetto -, pronto habría quien la sacaría de semejante status para volver a convertirla en un espectáculo inteligente, mainstream, popular y taquillero de una vez y para siempre. Primero sería Stanley Kubrick con 2001, Odisea del Espacio (1968) – haciendo un filme pensante, técnicamente impecable e intelectualmente desafiante al plantear seriamente la posibilidad de la existencia de otras formas de vida en nuestro universo (y cuya naturaleza rozaría lo divino al estimular la evolución de las especies en la Tierra) – y, luego, El Planeta de los Simios (1968) quien arrasaría en las taquillas con su alegoría sobre las tensiones raciales y sociales que afectaban a la humanidad (y a la convulsionada sociedad estadounidense) en aquel momento. La ciencia ficción se recategorizaba de vuelta; era un éxito de critica y de público, y abordaba temas intensos e interesantes de manera innovadora. Había llegado la madurez y era hora de evolucionar, convencer al público adulto que la etapa juvenil había pasado y que el género podía plantear desafíos apasionantes. Pero ello es un tópico que terminaremos por abordar en la siguiente entrega de esta saga de artículos.

BREVE HISTORIA DEL CINE FANTÁSTICO

Primera parte (desde los inicios de la humanidad hasta el 1900)Segunda parte (1900 – 1945)Tercera parte (1945 – 1968)