Artículos: In Memoriam Adam West (1928 – 2017)

Volver al Indice – artículos sobre Cine Fantástico / un artículo de Alejandro Franco

De a poco se van yendo los ídolos que marcaron nuestra infancia; y en esta ocasión recordamos a quien fuera el primer superhéroe de nuestras vidas.

In Memoriam Adam West (1928 - 2017)

Veo las vidas por las que hoy doy la mía… tranquilas, útiles, prósperas y felices. Veo que tengo un santuario en esos corazones y también en los de sus descendientes de generación en generación. Esto que ahora hago es mejor, infinitamente mejor de cuanto he hecho, y la paz que ahora me espera es una paz infinitamente mayor de la que he conocido hasta hoy.

Como actor era horrendo: inexpresivo, estoico, incapaz de alterar su registro aún cuando le tocara interpretar papeles muy disímiles. Sobrevivía en la industria gracias a su temeridad, su caradurismo a prueba de balas que le hacía presentarse a roles para los cuales claramente no era apto. Y es posible que William West Anderson hubiera pasado sin pena ni gloria por la faz de la Tierra si no fuera porque el destino le tenía reservada una carta triunfal, una oportunidad única en donde el pésimo actor terminaría por convertirse en un ícono cultural a nivel mundial: ponerse en la piel de Batman, ese vigilante nocturno que sembraba el terror entre los criminales debido a su impresionante disfraz de murciélago, y el cual vendía revistas de historietas como pan caliente en todas partes del planeta.

Pero Batman era un rol ingrato al cual ningún actor – salvo uno novel, desesperado por fama – quería aspirar. Pasearse en mallas por el set con un disfraz de Halloween y recitando epítetos resonantes no era precisamente el fin supremo que tendría cualquier intérprete con aspiraciones artísticas serias. Sin embargo ponerle actitud a un rol intrínsecamente ridículo era un desafío enorme y, curiosamente, sería uno en donde el inexpresivo West terminaría triunfando en gran forma.

El cómo llegó William West Anderson a semejante papel es anecdótico. West era un arribista, un tipo que buscaba una carrera artística mas por el placer, la fortuna y la fama que por los méritos profesionales, y por ello es que se dedicó a enrolarse en cuanta producción se le pusiera adelante. Trabajaba como disc jockey en Hawaii, terminó reclutado en un pequeño show musical y pronto se convirtió en la estrella del mismo. Y no pasaría mucho tiempo antes de que partiera a Hollywood y comenzara a pescar bolos y roles secundarios en peliculas serie B y shows televisivos de todo tipo y color.

Y en la primera de cambio terminó haciendo un pequeño comercial de Nestlé, en donde hacía de un imperturbable agente secreto que combatía a un villano usando los gadgets mas ridiculos que a uno se le pudiera ocurrir.

Claro, el pequeño comercial era hilarante y se volvió extremadamente popular. Y ello le dió un pase directo a la audición final en una inminente serie de TV en donde debía interpretar a un personaje de historietas. El otro aspirante al rol era Lyle Waggoner, un tipo con una pinta impresionante y una enorme pasta para decir sus líneas sin inmutarse, el cual haría una sólida carrera como comediante en El Show de Carol Burnett.

El destino le daría el rol a West. Pero Waggoner tendría su revancha en 1975, participando en otra serie de culto basada en un popular superhéroe: La Mujer Maravilla, en donde tendría el co-protagónico con Linda Carter durante las tres temporadas que duraría el show.

Megaestrella de la noche a la mañana

A mediados de los 60 nadie podía imaginar que la serie de Batman se convertiría en un fenómeno cultural a nivel mundial. Para el productor William Dozier, el concepto era tan ridículo que sólo podía ejecutarse en tono de broma – él mismo se había revolcado de risa luego de devorarse una maratón de los seriales de Batman que habían sido rodados durante la década del 40 -, y por eso decidió reclutar al guionista mas atroz que se le puso en el camino: Lorenzo Semple Jr, el cual se despachó con un piloto cargado de chistes.

Y, para embellecer la cosa, dispuso una producción costosa y cuidada, plena de gadgets, disfraces y figuras conocidas invitadas.

Pero el humor camp de Semple Jr. prendió fuerte en el público y, junto a una serie de decisiones artísticas inspiradas, el show se volvió un inesperado y masivo hit. Súbitamente el arribista se volvió una megaestrella, y todas sus limitaciones actorales se habían convertido en su mayor fortaleza – su habilidad innata para decir las líneas mas atroces de manera imperturbable -.

La fama se le subió a la cabeza. El dinero se derrochaba, las oportunidades de trabajo se acumulaban – a West le ofrecieron el rol de James Bond en 1967, ante la inminencia de la partida de Sean Connery de la franquicia… un papel que se dió el lujo de rechazar porque consideraba que sólo un inglés podía interpretar a 007 -, y las chicas desfilaban. El problema es que la revolucionaria fórmula de Batman no tenía demasiadas variables como para renovarse, con lo cual la mecánica comenzó a cansar al público al promediar la segunda temporada. Y en la tercera – aún con la incorporación de Yvonne Craig como Batichica, y los intercambios con el spinoff de Dozier El Avispón Verde – se hizo evidente que la cancelación era cuestión de tiempo.

Y allí es donde se le vino el mundo abajo a Adam West. Encasillado en su fama de Batman, las ofertas de trabajo escasearon, o sólo rondaron en cosas similares al papel del Hombre Murciélago. Para sobrellevar el mal trago West comenzó a ir a convenciones sobre la serie, y terminó aceptando mas roles de Batmanesta vez en las adaptaciones animadas del personaje, e incluso en un horrendo intento de versión live action (Leyendas de Superhéroes, 1979; el cual lo reunió con Burt Ward y su gran amigo Frank Gorshin) -, los cuales le dieron sustento durante la siguiente década.

La llegada de Superman en 1978 le abrió las esperanzas de un regreso a lo grande en la pantalla plateada. Fue un momento fugaz en donde los superhéroes salieron del ghetto – con las versiones televisivas de Hulk y Spiderman, por ejemplo -, pero la imagen de West estaba demasiado asociada a la del Batman camp de 1966, con lo cual sus posibilidades reales se desvanecieron. Una grave injusticia considerando que, a mediados de los años 60, la serie de West había levantado de manera gigantesca las ventas de la DC Comics, una clara demostración de que la gente amaba esa visión del personaje y no lo consideraba en absoluto una burla despreciativa.

Si el Batman de Tim Burton de 1989 fue una oportunidad perdida – a West le negaron el papel simplemente porque su imagen camp era aún muy fuerte a 20 años de la cancelación del show -, al menos West encontraría su redención nuevamente en el mundo de la animación. En Batman: The Animated Series le darían el rol a medida – incómodo, demasiado realista, pero que West aceptaría con gusto -, en donde haría de un actor retirado cuyo único éxito en su carrera fue interpretar a un justiciero de ficción. Su camino y el de Batman se cruzarían, y el veterano actor – enfundado en el traje del personaje que lo llevara a la fama – terminaría salvando la vida del encapotado en su momento de mayor debilidad… demostrando que se trataba de un héroe tanto en la ficción como en la vida real.

Curiosamente ese episodio volvería a atraer la atención sobre su persona. A final de cuentas West era el ídolo de un par de generaciones que crecieron viendo sus aventuras televisivas y que, ahora – en la época de la entronización de la cultura pop – estaban dispuestas a darle el lugar y el reconocimiento que se merecia. Ya no era un mal actor encasillado sino un icono cuyo método de actuación – de comicidad impasible – era objeto de admiración. Conan O’Brien le escribiría un delicioso piloto para la TV – Lookwell, 1991 – , el cual no era mas que West haciendo de Batman sin disfraz: un olvidado actor televisivo, otrora estrella de una popular serie policial, se ponía en acción convencido de que podía resolver casos en la vida real utilizando los métodos inventados por los guionistas de su serie. Lástima que Lookwell no obtuvo luz verde para convertirse en serie, algo que lamentarían los ejecutivos del estudio al ver cómo el piloto se convertía en masivo objeto de culto al difundirse en la era de Internet.

Devenido icono pop – y reconciliado con el personaje que lo llevara a la fama -, West obtendría un brillante tercer acto para su carrera. Claro, siempre haría de si mismo – con alguna que otra variante – pero le serviría para demostrar sus quilates de comediante a generaciones nuevas que desconocían su existencia. Escribiría su exitosa autobiografía – De Regreso a la Baticueva, 1994 -; tendría su telefilme reunión en la deliciosa Las Desventuras de Adam y Burt en el 2003 – recreando con gloria el humor y la estética de Batman -, y Seth McFarlane lo rescataría para una lunática versión de sí mismo en Family Guy, un rol regular que le daría una nueva y enorme popularidad.

Y si la mitica serie televisiva de los 60’s tuvo freezada su salida a video durante cinco décadas – sea por una disputa de derechos entre Fox, los herederos de Dozier y Warner Brothers / DC Comics, pero también por un deseo de ocultar la versión camp a los ojos de una generación que creció viendo las versiones serias y oscuras de Tim Burton y Christopher Nolan -, sobre la primera década del nuevo milenio se vió liberada justo a tiempo para que West – y su compañero de correrías Burt Ward – revivieran a su Batman camp, una vez mas y en versión animada, en el filme homenaje Batman: El Regreso del Enmascarado en el 2016.

Una despedida justa, gloriosa y final para el tipo que incendió la imaginación de generaciones de chicos en el momento en que la palabra superhéroe era considerada sinónimo de desprestigio artístico. West la dignificó y pavimentó el camino para que el presente actual – plagado de superhéroes devenidos franquicias hipermillonarias – se haya vuelto realidad.

Adiós, Adam. Tu gracia y tu candidez siempre estarán en nuestros corazones.