Crítica: Alex Cross, En la Mente del Asesino (2012)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2012: Tyler Perry (Dr Alex Cross), Matthew Fox (el carnicero de Sligo), Edward Burns (Tommy Kane), Rachel Nichols (Monica Ashe), Carmen Ejogo (Maria Cross), Jean Reno (Gilles Mercier), Cicely Tyson (Nana Mama)

Director: Rob Cohen, Guión: Marc Moss & Kerry Williamson, basados en la novela Cross de James Patterson

Trama: Cuatro personas han aparecido despedazadas en una lujosa mansión. Las pistas apuntan a un sicario de ignoto pasado, conocido como “el carnicero de Sligo”, y el cual parece haber obtenido las claves para infiltrarse en el edificio central de una importante corporación, con el propósito de asesinar a su CEO. El detective y sicólogo forense Alex Cross es asignado al caso, y pronto logra anticipar la movida, frustrando el intento de asesinato. Pero el carnicero ahora se ha ensañado con Cross y todo su equipo y ha comenzado a diezmar sus amigos y familiares, en particular la esposa de Cross. Desbordado por la furia, Cross se encuentra dispuesto a cruzar todos los límites con tal de dar con el paradero del asesino de su mujer y vengarse de la manera más violenta posible; y todo ello conducirá a un choque inevitable y sangriento entre los destinos del asesino y el policía.

Alex Cross Nunca me gustaron las películas basadas en el personaje de Alex Cross, un sicólogo forense creado por James Patterson y cuyas novelas han tenido un buen éxito editorial. Primero surgió Besa a las Chicas (1997) y después Telaraña (2001), y nunca de ellas dejó una impresión mínimamente memorable. Es que, en realidad, el Alex Cross cinematográfico ha terminado siendo una especie de hibrido entre El Silencio de los Inocentes y Seven – Pecados Capitales. Cuando lo encarnaba Morgan Freeman, muchos creyeron ver en la saga de Cross una especie de secuela no oficial del clásico de David Fincher. A final de cuentas teníamos otra vez a un veterano moreno que rebosaba inteligencia y que tenía que vérselas con una parva de asesinos seriales.

El problema con las novelas de James Patterson es que comienzan bastante bien y, en cierto momento, se disparan con alguna cosa rebuscada y extremadamente traída de los pelos. En Alex Crossque oficia como un reboot de la saga – hay un puñado de momentos en donde uno rechina los dientes y termina exclamando lo estúpido de una determinada vuelta de tuerca. Por favor, que alguien me diga que no sintió ganas de incendiar el cine en los últimos cinco minutos de este filme, cuando ocurren un montón de situaciones totalmente disparatadas y que intentan darle una forzada conclusión a la historia sin que el protagonista se ensucie las manos con sangre.

Alex Cross arranca bien, comienza a construir su suspenso… y, de pronto, empieza a pegar patinazos salvajes en términos de lógica y coherencia. Como por ejemplo el masivo atentado que ejecuta Matthew Fox, el que requiere que las victimas lleguen al lugar indicado al mismísimo tiempo que pasa el tren en donde va el asesino, el cual atina a disparar (desde un vehiculo en movimiento y a casi 2.000 kilómetros de distancia) un misil tan potente que la bomba de Hiroshima parece una cañita voladora. Ni al protagonista de Wanted, Se Busca le hubiera podido salir un tiro tan perfecto. Así como ésa, ocurren otra suerte de ridiculeces milimétricamente cronometradas a lo largo de la película. Por otra parte el filme tiende a despreciar el aspecto intelectual del thriller; si bien Alex Cross debería ser una especie de versión morena de Sherlock Holmes, el tipo jamás usa sus neuronas y termina por dar con el paradero del asesino a fuerza de casualidades y balazos, con lo cual está más cerca de Harry el Sucio que del clásico investigador del 221B de la calle Baker.

Mientras que la trama es arruinada por cosas implausibles y sacadas de la galera, el otro factor que opaca el filme es la performance de Tyler Perry. Lo suyo es una típica pieza de stunt casting le ofrecieron a un comediante exitoso probar suerte en otro rubro, con lo cual obtienen un nombre conocido a cambio de pocos pesos -, pero Perry definitivamente no sirve para el rol. Es vulgar y carece del carisma intelectual que posee Morgan Freeman, amén que se lo ve visiblemente incómodo en el papel la mayor parte del tiempo. Hay momentos en que uno ve a Perry diciéndose “ahora tengo que reírme” (y lanzar una carcajada forzada), o intentando ser emocional, abrazando de manera antinatural a su madre en la ficción Cicely Tyson. Las cosas se ponen peor cuando la trama lo obliga a mostrar más rango – furia, remordimiento, dolor -, dejando al cómico al nivel interpretativo de un actor de telenovelas mexicanas. Incluso en sus escenas compartidas desentona feo, especialmente cuando uno nota que el habitualmente pétreo Edward Burns luce como Laurence Olivier al lado de Perry.

Pero si Alex Cross resulta opaca por esos detalles, por el otro lado le da una magnífica oportunidad de lucimiento a Matthew Fox. El tipo dejó muy atrás su imagen amable de Lost y Party of Five, y ya daba muestras de su potencial como el corredor enmascarado en Meteoro; pero acá el tipo hizo la gran Christian Bale (en El Maquinista): bajó un montón de kilos, se rapó y se despacha con una interpretación salvaje y lunática. Su “carnicero de Sligo” es inteligente y cruel, y por lejos es lo mejor de la película. Es una lástima que el resto del filme no esté a la altura de la performance de Fox.

Alex Cross es apenas pasable, tal como ocurría con los filmes anteriores del año 2000. La ausencia de Morgan Freeman se nota demasiado, y el actor era lo mejor que tenía la saga. Ahora tenemos un flaco reemplazo, un asesino formidable y una trama plagada de vericuetos ridiculos, todo lo cual termina entreteniendo de manera tibia, aunque los resultados hubieran sido mejores si le hubieran puesto más cuidado a la historia. Como sea, Alex Cross volverá al freezer y quizás en algunos años tengamos otro reboot, rogando que esa vez caiga en manos más talentosas que éstas.