Crítica: El Hombre de la Cuarta Dimension (The 4D Man) (1959)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1959: Robert Lansing (Dr Scott Nelson), Lee Merriwether (Linda Davis), James Congdon (Tony Nelson), Robert Strauss (Roy Parker), Edgar Stehli (Theodore Carson)

Director: Irvin S. Yeaworth, Guión: Cy Chermak & Theodore Simonson

Trama: Tony Nelson es un científico que intenta repetir el experimento con el que pudo hacer que un lápiz atravesara una plancha sólida de acero. Su teoría se basa en que, con un campo acelerador de energía, puede provocar la fusión temporal de materiales. Pero Tony accidentalmente incendia su laboratorio y se queda sin trabajo. Su hermano, el Dr. Scott Nelson, le ofrece empleo en las instalaciones de última tecnología del Dr. Carson, donde él mismo ha estado desarrollando un metal indestructible. Pero un día Scott se pone a probar con el equipo de Tony, y su cuerpo comienza a experimentar estadíos temporales en la cuarta dimensión – etapas en las que puede atravesar con su cuerpo cualquier objeto o substancia -. El problema es que Scott continúa en ese estado aún con el equipo de Tony desconectado; y sintiendo que posee un poder descomunal, terminará por desatar una vorágine de crimen y destrucción hacia aquellos que lo han menospreciado durante todos estos años.

    Este es un pequeño clásico que viene de la mano del director Irvin S. Yeaworth y el productor (y autor de la historia) Jack H. Harris, los responsables del hit La Mancha Voraz (1958). Si bien The 4D Man nunca obtuvo la estatura y popularidad de The Blob, no deja de ser una película sólida, pequeña pero sumamente original. Detalles menores del argumento no terminan por deslucir la vívida imaginación que yace tras muchas de sus ideas.

La primera conclusión a la que uno llega después de ver El Hombre de la Cuarta Dimensión, es que uno debe hacerse gay. Las mujeres son criaturas del demonio, rastreras y traicioneras. Cuando uno ve el bizarro tríangulo que pergueña el guión para usar como setup dramático, no puede creer que Lee Merriwether (la Gatúbela de la serie Batman de 1966) sea la heroína de turno. Ella es la harpía que provoca toda la situación, la arruina y la liquida – los americanos le dicen a esto “hace su propia torta y se la come” -. En todo caso, es un papel muy poco feliz y hasta soberbio; comprometida con Robert Lansing, se enamora al instante de ver a su hermano (y al pobre Lansing le crecen antenas del tamaño del Empire State en menos de cinco minutos); y cuando Scott se desequilibra emocionalmente y empieza a experimentar su poder de traspasar objetos, la Merriwether frena en seco su carrera criminal. Bueno, el personaje de James Congdon (que hace de hermano de Lansing) también es otro que tiene la misma entereza moral que un queso y en pocos segundos se dedica a ponerle las ornamentas a Robert, revolcándose con su prometida (y eso que ya le había robado una novia al pie del altar). Visto de esa manera, a Robert Lansing le han defecado desde un puente toda su vida.

Aún siendo políticamente incorrecto y estando plagado de algunas situaciones / diálogos bizarros, el triángulo amoroso no está tan terriblemente escrito como uno podría suponer. No es que sea creíble o que nos pongamos de parte de alguno de los personajes, pero los parlamentos son bastante decentes – en todo caso es un caso de coherencia de la meta de Tony Nelson: él quería penetrar objetos… y el objeto que se le interpuso en el camino ahora es la novia de su hermano (!) -. Y aún con todo ese setup, cuando estallan las revelaciones tampoco disparan a un tipo desquiciado que empieza a experimentar para vengarse. El personaje de Lansing es, en todo caso, un nerd aburrido y cornudo que vive en el laboratorio y que termina por descubrir un poder que lo desinhibe para hacer lo que le plazca.

Los efectos especiales están ok. El relato incluso toma otras influencias – al estilo de los vampiros, cada vez que Robert Lansing usa su poder envejece y debe absorber energía de sus victimas para mantenerse joven -, lo cual lo hace bastante sofisticado para una serie B. Lo que empaña el relato son las terribles explicaciones científicas sobre la cuarta dimensión (sanata de alto nivel), y la espantosa performance de James Cogdon. Como Tony Scott, Cogdon carece de carisma, es totalmente amoral y por momentos se ve como un completo idiota. Qué le vió Gatúbela a Cogdon, vaya uno a saber ….

El Hombre de la Cuarta Dimensión es entretenida y sólida. La performance de Robert Lansing es realmente muy buena – en especial en la secuencia en que descubre su capacidad de atravesar materiales… pero queda con la mano incrustada en un lingote de metal, sin saber cómo liberarla -, y el filme tiene un ritmo muy ágil. Una de esas joyitas que uno descubre y que vale la pena recomendar