Crítica: 12 a la Luna (12 to the Moon) (1960)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1960: Ken Clark (capitán John Anderson), Michi Kobi (Dr. Hideko Murata), Tom Conway (Dr. Feodor Orloff), Anthony Dexter (Dr. Luis Vargas), John Wengraf (Dr. Erich Heinrich)

Director: David Bradley, Guión: DeWitt Bodeen

Trama: El futuro. John Anderson lidera una misión espacial que tiene como fin descender en la Luna y reclamarla como territorio internacional para toda la humanidad. Es por ello que forma parte de una tripulación cosmopolita compuesta por 12 astronautas, entre los que se encuentran – entre otros – soviéticos, alemanes, brasileños y franceses. Pero al llegar a la Luna Anderson y los suyos descubren que no están solos. Después de sufrir varios atentados son contactados por una inteligencia extraterrestre, la cual les hace saber que su presencia no es bienvenida y que quiere evitar todo tipo de contacto con la raza humana. Pero la hostilidad de los extraterrestres va en aumento, llegando incluso a hacer una demostración de fuerza que culmina con el congelamiento parcial del planeta Tierra. Ahora Anderson y los suyos deberán descubrir la manera de detener las acciones de los alienígenas, antes que el daño resulte irreversible.

12 a la Luna Títulos como 12 a la Luna son los que terminan por enchastrar a todo el género de la ciencia ficción, dándole una fama que apesta – un prejuicio reinante en los años 50 y 60, y que sólo en las últimas décadas logró quitarse de sus hombros -. Para el enemigo del género la ciencia ficción cinematográfica se basa en terribles efectos especiales, malas actuaciones, pésimas historias y toneladas de diálogo pretensioso, amén de desbordar de charlatanería seudo científica. Todos esos defectos se encuentran en este film, y de manera exacerbada. Es increíble como 74 minutos de una película mala pueden inducirte a un coma casi irreversible; confieso haber perdido escenas del filme gracias a una serie de desmayos debido al aburrimiento, pero cuando recobré la conciencia me dí cuenta de que no me había perdido de nada substancioso, y que las atrocidades estaban tal cual las había dejado.

El filme está dirigido por David Bradley, un tipo que en los 50 había hecho un par de respetables peliculas históricas con Charlton Heston (en uno de sus primeros papeles). Quizás la neurona le hizo pum! a Bradley cuando comenzaron los 60, ya que – además de parir el bodrio que ahora nos ocupa – terminó por despacharse con el maquiavélico engendro They Saved Hitler’s Brain, una obra de arte que siempre figura en el top bottom de las películas más malas de la historia del cine. La gracia de dicha película es que comenzó a rodarla en 1963, se quedó sin dinero, y terminó por retomarlao en 1968, con otro cast totalmente diferente y una subtrama endosada con forceps para intentar justificar el cambio de actores / vestuario / peinados / escenarios, razón por la cual la historia quedó completamente incoherente. En algún momento tendremos la gracia de reseñarlo en esta columna.

Pero antes de cometer suicidio artístico con They Saved Hitler’s Brain, Bradley se despachó con esta incompetente space opera. El presupuesto de producción es paupérrimo, con “sillones anatómicos” para los astronautas que parecen reposeras de jardín, y con cascos espaciales que utilizan un “vidrio electromagnético invisible”, ya que los productores no tenían plata siquiera para comprar un par de viseras de acrílico. Ver a estos tipos activando algo que no existe – pulsando un botón que no tienen en el casco – es sencillamente ridiculo; eso sin contar el diseño de la cabina de la nave, compuesto de relojitos clavados a las paredes, y donde las tiras de machimbre de los techos resultan visibles. Incluso hasta el stock footage está manejado con desidia, ya que el cohete es totalmente diferente entre una toma y la otra – ni siquiera la miniatura que utilizan se asemeja a alguno de los misiles que aparecen en el material de archivo utilizado -.

Mientras que la producción barata no supone ningún pecado en sí, los problemas pasan por el libreto, el cual es simplemente aburrido. El libretista arma una tripulación con 12 tipos, a los cuales junta en pares antagónicos: polacos vs soviéticos, un judío versus un ex científico nazi, etc, lo cual debería darle tensión a la trama. Ciertamente lo hace, pero de la peor manera posible ya que todo eso está de relleno y el filme se va en pirotecnias verbales carentes de gracia. En el medio, toda esta gente vomita estupideces seudo científicas, cuando no hay discursos altaneros sobre la necesidad de que la Luna sea un territorio compartido por toda la humanidad.

Las cosas se salen de control cuando toda esta gente llega a la Luna. El problema es que empiezan a hacer bobadas – una parejita de científicos se ponen cachondos y empiezan a revolcarse en una cueva lunar que, oh casualidad, tiene oxígeno; los tipos usan un aparatito que tiene un pulmoncito de goma para medir la calidad del aire (!) (y el cual tiene un aspecto que se alterna entre patético y obsceno); los extraterrestres con los cuales se topan resultan ser amantes de los gatos y les exigen que dejen un par de especímenes (amén de quedarse con la pareja de científicos calenturrientos que atraparon en la cueva); hay trampas de arenas movedizas en la Luna (¿qué? ¿no lo sabía?); y después hay un intento de freezar la Tierra, el cual es abortado ya que a los astronautas se les ocurre que la mejor manera de recalentar el planeta es tirar una bomba atómica en el hueco de un volcán (wtf!) – y a mandar fruta de todo tipo y color, con lo cual la historia se vuelve cada vez más ridícula y bizarra. Cuando todo esto termina, uno se agarra la cabeza y se pregunta si el libretista de este ladrillo es un idiota o un incrédulo que quedó convencido que todo este bodoque era una historia potable. Quizás haya sido uno de los que puso la plata, otro de esos pichones de Ed Wood que pensaría que ya formaba parte de la elite de Hollywood porque había escrito un guión de cine,… el cual no era mas que una sarta de estupideces escritas con entusiasmo infantil.

12 a la Luna es mala y aburrida. Ni siquiera es tan mala que resulte divertida. Es lenta, monótona e incompetente, y no hay nada que pueda redimirla, ni siquiera en el sentido trash de la palabra. Simplemente es un bodoque de aquellos, uno de esos que termina por disolver el cerebro de la audiencia si uno se engancha con ella.