Crítica: Apolo 13 (1995)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1995: Tom Hanks (James Lovell), Kevin Bacon (Jack Swigert), Bill Paxton (Fred Haise), Ed Harris (Gene Krantz), Kathleen Quinlan (Marilyn Lovell), Gary Sinise (Ken Mattingly)

Director: Ron Howard, Guión: William Broyles Jr & Al Reinert, basados en el libro Lost Moon de Jeffrey Kluger & James Lovell

Trama: 1970. La misión Apolo 13 ha sido lanzada al espacio con el fin de descender en la Luna y tomar muestras del suelo de nuestro satélite. Pero, en pleno vuelo, la cápsula sufre una seria avería y los tres astronautas de a bordo quedan varados en el espacio. Es el inicio de una frenética carrera contra el tiempo, en donde los recursos se agotan, las soluciones ingeniosas no aparecen, y las probabilidades de un regreso exitoso se extinguen. Y, a menos que ocurra un milagro, la misión terminará por transformarse en la mayor tragedia del programa espacial norteamericano, un desastre que puede afectar su desarrollo en las décadas que sobrevendrán.

Apolo 13 Apolo 13 narra el dramático desarrollo de la misión espacial del mismo nombre – lanzada en 1970 -, la cual sufrió un severo fallo técnico a mitad de camino y estuvo a punto de terminar en tragedia. El filme pronto se convirtió en un éxito de crítica y público, e incluso llegó a obtener varias nominaciones al Oscar.

Yo debo estar entre el 0.0001 por ciento de la población mundial que no se orinó de emoción por la película de Ron Howard. Apolo 13 es prolija y competente, pero también es un filme estoico y hueco. Es un drama de cabina en el espacio, en donde las víctimas de turno pelean entre sí, cuentan historias conmovedoras, o se dan ánimo mutuamente mientras esperan ser rescatados. No difiere demasiado de, por ejemplo, Aeropuerto 77 (1977) – ésa donde un jumbo terminaba hundiéndose en las profundidades del oceano y todos sus tripulantes contaban los minutos que restaban para la llegada de un rescate milagroso – o cualquiera de esos dramas con submarinos varados en el fondo de un abismo marino. Quizás los actores aquí tengan mas altura y talento, pero el libreto no deja de ser superficial y estoico, plagado de discursos patrioteros – del tipo de “nosotros, los norteamericanos, podemos rescatarlos… ¡y lo haremos!” – y carente de mayor substancia.

Al menos Ron Howard es un director prolijo y sabe cómo rodar las escenas en el espacio – por lo menos, se sale de la norma y hace que los despegues y desacoples del módulo se vean excitantes -, pero el drama en si es bastante inerte. Ninguno de estos personajes es tridimensional, y sólo obtenemos discursos sobre heroísmo, cuando no, nos pasamos contando amperes de energía o los centímetros cúbicos de oxígeno limpio que aún les restan en la nave. En realidad, el mayor problema de Apolo 13 es que su premisa tampoco da para tanto, y pretender llenar 90 minutos de filme deriva en una anécdota estirada. En esta clase de dramas, o el director te entretiene enseñándote cosas desconocidas – aspectos técnicos y científicos de la misión que son tan novedosos como fascinantes -, o se aboca a armar un desarrollo humano de la hostia, explorando temas tales como la pequeñez del hombre frente a la inmensidad del cosmos – al cual desafía -, el delgado hilo de cordura que sostiene a las esposas de los astronautas – a los cuales mandan a misiones tan atrevidas como improvisadas (los envian al espacio en endelebles cáscaras de huevo que bautizan como “naves espaciales”) -, o la terrible tensión de sentirse frente a lo que parecen ser las últimas horas de tu existencia. Si Howard toca algo de eso, lo hace con una liviandad estremecedora, y prefiere quedarse en el carril menos riesgoso que es el convertir el drama en una especie de épica técnica y patriotica. Los estadounidenses le pueden encontrar solución a todo, sus hombres son los mas valientes, y son capaces de dominar el espacio aún en los momentos mas críticos y estresantes. Puaj!.

El mayor defecto de Apolo 13 es su solemnidad, con lo cual nunca se baja del caballo para intentar examinar algo de lo que realmente ocurre. Comparado con otra épica espacial como fue The Right Stuff, el filme de Howard pierde por goleada. Sus personajes nunca son humanos sino que son caricaturas recargadas de ideales, y el filme jamás se da el lujo de reflexionar sobre el fracaso. Desde ya, al haber estado a punto de ser una tragedia nacional, sin dudas Apolo 13 es un filme caro a los sentimientos norteamericanos – razón más que justificada para ser visto como una epopeya remarcable – pero uno ya ha visto filmes históricos estadounidenses sobreinflados por la crítica y el público, como ha sido el caso de Argo o La Noche Mas Oscura, los cuales son prolijos y hasta buenos pero jamás deberían haber sido considerados como serios candidatos a un Oscar, al menos en los rubros principales (película, dirección, libreto, actuación, etc). No dejan de ser típicos docudramas como los que abundan en la programación de Discovery o History Channel, sólo que sobreproducidos y limitados a la anécdota y el discurso, exaltados por un pecho recargado de nacionalismo, pero careciendo de la intención de transformarse en una auténtica y profunda reflexión sobre la tragedia ocurrida o, siquiera, sobre la frágil condición del ser humano en el contexto de un universo gigantesco y agobiador, el cual nunca podrá dominar como propio.