Crítica: La Leyenda del Samurai (2013)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / Japón, 2013: Keanu Reeves (Kai), Hiroyuki Sanada (Oishi), Ko Shibasaki (Mika), Tadanobu Asano (Lord Kira), Min Tanaka (Lord Asano), Rinko Kikuchi (Mizuki), Cary-Hiroyuki Tagawa (Shogun Tsunayoshi)

Director: Carl Rinsch, Guión: Hossein Amini & Chris Morgan

Trama: Japón, edad media. Kai es un mestizo que ha sido adoptado por la familia de Lord Asano, regente de la provincia de Ako. Al crecer junto a la hija de su Lord, Kai se ha enamorado de ésta, comprendiendo que se trata de una relación imposible. El tiempo pasa y el ambicioso Lord Kira ha puesto sus ojos en la rica provincia de Ako; es por ello que – con la ayuda de la hechicera Mizuki – han tramado un plan para embrujar a Asano, empujándole a cometer una agresión impensable contra su persona. Al estar presente el emperador, Asano es forzado a suicidarse – para mantener el buen nombre de su casta – y su hija es entregada en prenda a Kira, quien la desposará al año de luto y cuya unión fusionará sus tierras con las de la provincia de Ako. Y, al quedar desafectada su guardia personal, éstos se han convertido en Roninssamurais renegados, carentes de amo y por fuera de la ley -, los cuales han comenzado a ser perseguidos por Kira y su séquito. Pero el jefe de la guardia personal de Asano ha organizado la reunión y el regreso por la revancha, para lo cual juega un papel fundamental Kai, ya que él entiende las artes oscuras… y su conocimiento será fundamental para contrarrestar a la letal Mizuki, pieza clave del poder que sostiene al ambicioso Kira en su trono.

47 Ronin Hay filmes que fracasan más por un error de criterio que por cometer gafes monumentales e imperdonables. Ese es el caso de la versión norteamericana de los 47 Roninuna epopeya japonesa que narra como un grupo de samurais renegados se organizaron para vengar a su lord muerto en misteriosas circunstancias; una historia que ejemplifica sacrificio y honorabilidad, dos de los mas altos valores que hacen a la idiosincracia nipona -, la cual dista mucho de ser una mala película. Hay buenas performances, una excelente recreación de época, fantásticos efectos especiales, y la historia está rodada con nervio. Y si todo esto es así, entonces ¿por qué diablos nadie fué a verla en el cine, y los pocos que la vieron hablaron pestes de ella?.

La crítica norteamericana no sirve de parámetro de nada, ya que son unos idiotas politizados que se mueven en masa e incluso reseñan filmes sin verlos – pregúntenle sino al popular Leonard Maltin-. Yo creo que el punto de partida para el abucheo generalizado fue el casting de Keanu Reeves para el protagónico de la historia, una movida pensada para intentar atraer al público a los cines colocando una figura conocida en el poster del filme. La elección de Reeves es discutible, pero no por la performance del actor – está ok en el papel, e incluso la historia se da maña para crear una excusa creíble y meter (con calzador) un yanqui en el elenco esencialmente compuesto de japoneses -, sino porque su presencia es distrayente. Es como meter a Tom Cruise en una obra de teatro infantil: podrá ponerse a tono – e incluso bajar a un papel secundario o terciario -, pero cada vez que aparece en escena, acapara en exceso nuestra atención. Si en vez de Reeves hubieran enrolado a un ignoto actor norteamericano, el filme hubiera ganado efectividad y balance. Reeves pelea bien, está controlado y sumiso, tiene sus momentos de lucimiento… pero sigue siendo un yanqui demasiado moderno en algo que se supone que es una épica histórica japonesa.

Pero mas allá de Reeves, creo que la impresión generalizada que se tenía de antemano es que los yanquis iban a bastardear feo una historia tan épica, honorable y esencialmente japonesa como es la leyenda de los 47 Ronin. Algo así como que Michael Bay rodara un Wu Xia al estilo de Crouching Tiger, Hidden Dragon (2000), con desborde de explosiones y tipos caminando en cámara lenta. Desde el vamos los japoneses le bajaron la persiana – a final de cuentas la épica de los 47 Ronin la han rodado montones de veces y de manera mucho mas fiel que esta versión de Carl Rinsch – y nadie fue a verla en el imperio del sol naciente. Y en el resto de Asia el rumor se corrió y la ausencia en los cines fue masiva. Por otra parte, resultaba bastante absurdo que un estudio pretendiera convertir esto en un blockbuster de la temporada norteamericana – Crouching Tiger, Hidden Dragon era una película de cine arte que, por su nominación al Oscar, de rebote se volvió taquillera, pero nunca fue un producto diseñado por los grandes estudios ni fue pensado para ser un blockbuster -. Ello convierte a 47 Ronin en una carisimo producto de élite, el cual – aunque hiciera todas las cosas bien – nunca terminaría por satisfacer ni a propios ni a extraños. Porque una cosa es adaptar (y nacionalizar con éxito) géneros nacidos en Oriente como el kaiju y el mecha (con Godzilla o Pacific Rim como ejemplos de traslaciones acertadas), y otra es intentar absorber el chambara, ya que el cine de samurais sólo puede hacerse con samurais y éstos sólo existen en Japón. Es algo parecido a lo que ocurre con la abortiva versión yanqui de Akira, la cual nunca puede salir del development hell debido a que se trata de una historia intrinsecamente ligada a la cultura japonesa y en donde los protagonistas sólo pueden ser nipones (¿alguien imagina a Michael Fassbender como Kaneda?).

Ciertamente 47 Ronin no es una película perfecta, pero es una entretenida y bien hecha. Es un licuado de influencias e ideas – es un chambara (cine de samurais) adaptado en clave de Wu Xia, el cine medieval chino plagado de ribetes fantásticos -, el cual cuaja bastante bien. La historia del mestizo (y que da calce a la existencia de Reeves en el elenco) se podría haber podado de raiz sin notarse la ausencia en el contexto del relato. La aparición de guerreros gigantes, criaturas deformes, dragones y hechiceras (compuesta por una irreconocible Rinko Kikuchi – post Pacific Rim -) es muy buena. Quizás el papel de Reeves en el peso de la historia está sobreinflado – con la aparición de sus originales captores, una raza de hombres – águila devenidos implacables guerreros -, pero no me enroscaría con ello. Y si uno ha visto las versiones japoneses de la historia, quizás debería desprenderse de ellas para apreciar el filme de Carl Rinsch como corresponde. Aquí hay un pasatiempo válido exquisitamente montado y planteado con bastante seriedad – como es la de respetar el final conocido de la historia -, la cual funciona muy bien en sus propios términos. No hace historia, no es fiel a sus origenes, pero al menos brinda un show entretenido durante el tiempo que dura, … siempre y cuando la vea como una de guerreros con algo de fantasía en vez de un sacrilegio cometido por los norteamericanos a una de las leyendas mas veneradas de la historia épica japonesa.